Carrusel / Cuentagotas / No. 236

Las abejas





Hace exactamente un año, mientras en mi casa se vivían diversas crisis a causa del encierro, mi mamá me dijo que algo vibraba en una ventana que tenía años cerrada. Rompí los cartones que la tapiaban para evitar la entrada de luz y vi algo que nunca olvidaré.

Al otro lado de los cristales ahumados había un panal gigantesco (nunca he visto otro igual de grande) en el que una cantidad descomunal de abejas con aguijón estaban furiosas por la súbita entrada de la luz del cuarto. El zumbido hacía vibrar la pared y el piso. Incluso se escuchaba desde fuera.

Llamamos a los bomberos. Tras llegar, tomaron fotos muy emocionados. Dijeron que era el panal más grande que habían visto al interior de una casa en todos sus años de trabajo. Es un riesgo que estén ahí, dijo uno de ellos. Un riesgo mortal.

Esa ventana comunica directamente con el sitio en el que duerme mi mamá. Si las abejas hubieran entrado mientras ella dormía, alteradas por la luz, en un cuarto cerrado, habría sido un caos. Un riesgo para su vida.

Era imposible contarlas. Al otro lado sólo se distinguían manchas negras, inmensas, que vibraban al unísono. Tocar el cristal era igual a sentir un latido.

Tardamos más de tres horas en solucionar el asunto. La única opción, dijeron los bomberos, es envenenarlas. Las abejas muertas llenaron bolsas y bolsas. Kilos de pequeños cuerpos y de una estructura (el panal) que había sido su casa.

De acuerdo con los bomberos, les habría tomado más de un año construirlo, así como una serie de condiciones concretas: tranquilidad, oscuridad, falta de vientos fuertes. Fue triste pero necesario eliminarlas. Recuerdo el hecho como una metáfora de los riesgos latentes, esos que están ahí aunque nos neguemos a percibirlos o, siquiera, a intentar reconocerlos. A veces esos riesgos son dolorosos cuando los extirpamos de nuestras vidas.

Hoy abro esa ventana y entra de lleno la luz a un cuarto que siempre estaba oscuro y que lo estuvo todavía más durante el año pasado, inmerso en nuestros problemas de salud y emocionales.

Ahora se siente más aire y se puede ver la terraza de los vecinos. Pero el latido ya no está. Viéndolo metafóricamente, quizá retiramos el corazón de esta estructura.