Poder ser / No. 234

Las polillas beben lo que pájaros escupen por los ojos



Las memorias son, en esencia, un acto de resurrección
Carmen María Machado


PERSONAJES

POLI/MARTÍN
SANTIAGO
LAS TRAVESTIS: LA TOÑA, LA MARÍA


I

Día 18: transparencia

Cuelgan del techo un montón de lámparas encendidas.
Unas paredes rígidas cercan su cuerpo, próximas a tocarla.

POLI: Quiero alcanzar, con mi mano desnuda, a una polilla. Pero mi mano tiembla, se tambalea en el aire como quien aún no sabe usar sus manos o, simplemente, el miedo ya no le permite sostenerse.

Enciende la cámara, se graba.

POLI: Hoy se cumplen… (mira hacia un calendario, a su izquierda, que marca el día de la desaparición) 18 días, 13 horas y 43 minutos desde que no te veo.

Se dirige a la cámara.

POLI: Bitácora:
Todo lo que sé de las polillas.
Día: 26
Hora: 26
Minuto: 41
Hay polillas que emergen de sus crisálidas sin siquiera tener boca.

Apaga la cámara.



II

Día 14: lo que saben las polillas

Enciende las velas pegadas al suelo, una a una, mientras la cámara está encendida.

POLI: ¡Anoche por fin me dijeron algo! Pero… no estoy segura, creo que se burlaron de mí.

Una voz aguda, como de una polilla esfinge calavera, resuena desde las paredes:
"Nadie surcará la noche como nosotras".

POLI: ¡Ah, sí! Sé que las polillas navegan regidas por el ángulo de una luz distante que normalmente es la de la luna. Y también sé que a veces pierden sus caminos debido a las luces que encendemos por las noches. Pero… ¿y si nunca pierden sus caminos?

Nadie surcará la noche como nosotras.



III

Día 4: hasta que sean mis huesos los que duelan

Martín, que es Poli cuando no está travestida, está suspendido en el tiempo, como una
polilla regida por una luz distante.
Arrastra el cuerpo hasta la cámara y la enciende.

MARTÍN: No… No estoy segura del día ni de la noche. Ya no sé si el tiempo pasa o no. ¿Sabes? Ahora que no estás entendí por qué disfruté tanto estar contigo. (Se dirige hacia la cámara)
Bitácora: A las polillas les gusta beber lágrimas de pájaros mientras ellos sueñan.



IV

Un antes que huele a cielo a punto de llover

Santiago camina muy discretamente hacia Poli.
Llega por su espalda y susurra en su oído algo que ni Dios escucha.
Poli, sin voltear a verlo, camina despacio hacia el callejón oscuro de la calle contigua.


SANTIAGO: (Asegurándose de que nadie pueda verlos ni escucharlos) Llegas bien temprano.
POLI: Pues (pausa) te dije que iba a salir antes del bar. (Silencio) ¿Cómo te fue?
SANTIAGO:
(La mira lento, como quien mira cuando recuerda con nostalgia) Casi te quiebran a tu Santi, Poli. ¿Qué? ¿No ibas a llorar por mí?
POLI: Ni que estuvieras tan bueno.

Ambos sonríen y, por un segundo, el tiempo se detiene:
no habrá testigos de esa risa torpe que provoca el nacimiento de una polilla.

SANTIAGO: Te extrañé.

POLI: No me digas mentiras.

SANTIAGO: Tsss… ¿Por qué no me crees?

POLI: Porque… no sé si en la guerra haya tiempo para pensar en el amor.

Esa vorágine mortífera que es la memoria se esfuma como niebla tragada por paredes.



V


Día 1: lo que saben las travestis

Los chasquidos a ritmo de unos dedos travestis envuelven a Poli,
evidentemente ebria, en un baile colosal, como sólo las travestis saben hacer.
Ella canta. Dolida y lastimada, canta.
Sostiene su tacón entre las manos, con fuerza. Aferrada.

POLI: “A cambio de qué,
de despertar en mí,
de recorrer mi cuerpo
cada madrugada.
De ver amanecer
y de poder saber
que tú estás en mi cama
y que, pasado el tiempo,
yo pueda sentir
que sigo siendo amada.

Ella recuerda. Siente la canción en la piel, en el estómago, en el pecho.

Sé que no,
que no podré borrar
tu nombre de mi mente
aunque yo lo intente”.

Eructa a causa del alcohol.

POLI: Hijo de la chingada, todavía traigo el sabor de tu boca en la mía.

LA MARÍA: Te dije que te iba a romper el corazón, manita.

LA TOÑA: Cállate, María, no seas una perra insensible, jota. (A Poli) Tú tranquila, reina, levanta la cabeza que se te va a caer la corona.

LA MARÍA: Es que era de esperarse, jota, a la Fani le hicieron lo mismo. Anduvo con un militar, el pinche Juan, y mira cómo la dejaron a la pobre. Toda culeca, como gallina. ¡Ah, pero díganles algo y la tachan a una de pinche envidiosa!

LA TOÑA: Oye, pero ¿qué le hizo, tú?

LA MARÍA: ¿No te enteraste, jota? Uy… Es que todas las jotas gozaron con ese chisme. ¡Giraron sobre su propio eje las cabronas!

LA TOÑA: Ay, jota, cuéntame, no seas así.

LA MARÍA: Pues resulta, resalta y rebota que a la Fani se la agarró el Juan, una de estas noches de san Sebastián Mártir. Ya sabes, jota, estaba la feria y pues toda la gente andaba bien atrabancada en las filotas para subirse a los juegos. Ya te imaginarás cómo estaban las calles. Bien vacías, ni un alma. La Fani andaba en la calle ésta, la de acá atrás, jota, la que está bien perra oscura. Y que pasa el Juan, venía solo, pero traía el uniforme. Un militar cualquiera, pero bien sabroso, lo que sea de cada quien. Ya traía fama entre las jotas, pero pues a la Fani ves que eso le vale pero si tres hectáreas… Total que se armó el argüende porque un día, de la nada, el Juan no regresó. Las jotas empezaron a hablar… Se dijo de todo, eh, que si la dejó por otra jota del pueblo de acá arriba, que si lo mataron en la guerra, que si lo secuestraron, que si los militares lo madrearon por andar picando jotas. Pero nunca se supo, y ya pasaron como ocho meses de aquello. La cosa es que esa calle se volvió famosa, jota. Desde esa historia, los militares van buscando jotas en la noche en esa calle, la calle de las jotas. Ahorita es la Nayeli la que está bien perra emocionada con su militar. Le dicen el Tuerto, creo, pero ya es retirado, jota. Dicen que él perdió su ojo en la guerra.

LA TOÑA: Ay, no, jota, persígnate, no vaya a ser la de malas con nuestros maridos.

LA MARÍA: Ay, ¿cuál, ridícula? No, pero espérate, jota, no me interrumpas. La Nayeli me contó que el Tuerto sabe cosas, pero que si habla, le dan cuello.

Poli, quien había estado escuchando como sumergida en un trance, reacciona.

POLI: ¿Pero cosas de qué?
LA MARÍA: Pues no sé, jota. Sé que tiene que ver con el Juan, pero no sé nada más. La Nayeli no me quiso decir.
POLI: Santiago… también era militar.
LA TOÑA: ¿¡QUÉ?!
POLI: Sí… pero… oye, ¿tú crees que la Nayeli me quiera decir algo?
LA MARÍA: Uy… Jota, lo veo difícil. El cuello de su marido está en riesgo y ya sabes cómo es ella de entregada.
POLI: Es que… entonces a lo mejor Santiago no me dejó… ¿Y si le pasó algo?
LA TOÑA: Ay, jota. ¿Hace cuánto no lo ves?
POLI: Mañana se cumple un mes.



VI


Cumpleaños



SANTIAGO: ¿Qué vas a querer de regalo?

POLI: Regálame un secreto. Algo tuyo que nadie más sepa, sino sólo yo.

Hizo falta un silencio así de grande para hacer nacer otra polilla,
esa que escuchan esta noche y se queda, para siempre, en sus memorias.

SANTIAGO: ¿Sientes cómo vibra esa polilla? Ese zumbido tembloroso que te pone la piel chinita y te recorre la espalda; te pasa por la nuca y sientes como si tu piel se apretujara hacia adentro de tu cuerpo. Sientes… estallidos chiquititos que van tronando hacia tus huesos y más y más adentro. Llega un momento en que ya no importa el corazón, el cerebro ni el estómago porque ya no revolotean ahí las mariposas. Ahora son tus huesos los que tiemblan y rechinan. Ese (pausa) catastrófico movimiento entre ñáñaras y vida (pausa) es lo que tú me haces sentir.

Poli sonríe, abraza a Santiago y le besa los ojos húmedos.



VII

Día 2: el secreto de las polillas

Una ventana abierta hacia la noche y una lámpara que cae del techo.
Martín habla por teléfono.

MARTÍN: ¡Nayeli! ¡Ay, gracias al cielo, por fin te encuentro! Es que… quería hablar contigo de una cosa. (Pausa) No, no, espérame… ya sé que no puedes decir mucho pero… (Pausa) Sí, ya sé que te contaron, yo se los pedí (pausa).

Una polilla esfinge calavera atraviesa la ventana, temblando. Martín la sigue con la mirada.

MARTÍN: Nayeli… es que no sé qué más hacer. No tengo idea de dónde buscar o por dónde empezar, si… (Pausa) De jotas, te lo pido… Nayeli, sólo dime una cosa, una señal o algo…

Otra polilla esfinge calavera atraviesa la ventana, temblando. Martín la sigue de nuevo con la mirada.

MARTÍN: (Pausa, ahora más interesada en la polilla que en la conversación) Sí, te entiendo, no te preocupes. Cuídate, Nayeli, y gracias.

Otra polilla esfinge calavera atraviesa la ventana, temblando.
Un universo entero de polillas del mismo tipo atraviesa la ventana, temblando.
Las polillas gritan un nombre y una señal.

Martín grita de terror.
La lámpara explota y las polillas se van.



VIII

Día 7: el día 7 se hizo la nada

MARTÍN: ¿Qué memoria pueden tener unas jodidas polillas si sólo viven unos cuantos días? Creo que me estoy volviendo loca.

El tiempo pasa intentando detenerse.
Suena un estruendo. ¡Crack! Las parades comienzan a desgajarse.



IX

Día 39: Polilla = Memoria = Muerte

La cámara está encendida;
las paredes desgajándose, como mordidas por las polillas.
La piel de Poli comienza a decolorarse, a camuflarse con el tiempo y el espacio.

POLI: Debe ser eso, sí. ¡Debe ser eso!

Algunas polillas no tienen boca. Otras la aprovechan para beber de los ojos de pájaros dormidos. Hay más de 160 000 especies. Las polillas imitan a otros objetos o seres vivos, dominan el arte del camuflaje para no morir. Sé que las polillas estuvieron ahí. Era de noche. Él dijo mi nombre. Lo atraparon, pero logró escapar días después. Escribió en las alas de una polilla atlas, la más grande del mundo. Más grande que un pájaro cantor. Aprendió su lenguaje para decirme que una polilla no es muerte, una polilla es memoria.

Poli mira hacia la luz, encandilada.

POLI: (Suspira y sonríe) Ya sé dónde estás.



X

Día 41: soy una polilla

La cámara no ha dejado de grabar.
Las paredes tienen agujeros que permiten ver más allá de ellas, hacia la vida.
Poli está casi transformada; tiene una voz distinta, un cuerpo distinto.
Ella camina lento, hacia la ventana. Está temblando.
Suspira.
Abre sus alas de polilla, de espaldas a quien la mira, y las pupilas inquietas de los ojos de
un búho se mueven, despiertas, sobre sus alas.
Y ella se echa a volar.



Epílogo


El video que Poli grabó como bitácora de su memoria se perdió en el tiempo. Tal vez las polillas lo escondieron por miedo. Sabían que los humanos no creerían que una travesti aprendió a volar.