Carrusel / Entre voces / No. 234

La escena del ballroom: una declaración de existencia sobre la pasarela


Texto y fotografías de Cecilia Andrade

La diversidad sexual, de género y de razas es la premisa de la escena ballroom. Desde hace algunos años el voguing toma los centros nocturnos, las calles y plazas de México con mucho estilo, pose y pasarela.

Es a través del cuerpo que la comunidad LGBT+ se apropia de la lucha contra el sistema transfóbico en nuestro país que, en América Latina, ocupa el segundo lugar en transfeminicidios después de Brasil.

Al respecto, Vicky Letal Apocalipstick, Anarka y Lova, integrantes de la escena
ballroom de la Ciudad de México y zona metropolitana, nos comentaron, durante el Kiki Ball que tuvo lugar en la Feria del Libro y la Rosa de Tlatelolco este año, al gunas de sus percepciones respecto al voguing.


Su pelo corto y lacio, el vestido divertido y re bosante de flores al estilo sesentero junto a un par de zapatos altos de charol despedían un brillo rojo peculiar que exaltaba la piel morena de Vicky Letal Apocalipstick, jueza invitada al Kiki Ball. Con manos inquietas cuenta un poco sobre la historia del voguing en México y su vi sión sobre ella.

¿En qué momento decidiste formar partde la comunidad voguera?

Soy parte del grupo de cinco madres fundadoras de la escena ballroom mexicana. Mi hermana Franka Polari, que falleció el año pasado, tuvo la iniciativa de buscar gente en México a la que le interesara ser o que ya fuera parte de la comunidad ballroom o del estilo de baile del voguing. Fue así que nos enteramos de que hace nueve años nació la primera casa de ballroom en México: House of Machos; le siguió House of Shiva, y después mi hermana Franka y yo fundamos la casa House of Apocalipstick.

Dos de Apocalipstick y las tres de las otras casas somos el grupo de madres fundadoras de la escena ballroom mexicana.

¿Qué importancia social y política tiene bailar vogue, mover el cuerpo?

Tiene un valor y un peso muy especial para mí como persona de género fluido, como persona que está bajo el paraguas trans porque la cultura ballroom como la conocemos la creó una mujer trans afrolatina que se llamaba Crystal La Beija, ella es la mamá de todo el ballroom. El vogue es político porque nació de la protesta, nació de reivindicar nuestro talento, nuestra belleza. Crystal le dio origen a esto porque se cansó de la discriminación racial, de la discriminación étnica por ser afroamericana y latina. Siempre se negaba su talento, se le relegaba.

En el contexto de ser afrolatina en New York, cuando ella participaba en concursos de talento veía con frustración que por más que se esforzaba y por más que mejoraba siempre le daban el triunfo a una mujer rubia y blanca. No es que no pudiera participar, pero siempre había un gran favoritismo, entonces Crystal se reveló y les gritó: ¡ustedes no pueden decirme que yo no soy bonita porque yo sé que soy bonita! Así que tiene ese doble significado: reivindicar el talento, pero también reivindicar que las personas morenas, de piel oscura en general, podemos ser talentosas, somos bellas y nadie puede negárnoslo.

También, cuando estalló la crisis del VIH, la comunidad del ballroom fue de las primeras en abocarse a cuidar a la gente que se enfermaba, acompañar a las personas que desafortunadamente fallecieron en los primeros años de la epidemia y hacer labores de prevención. Eso es algo que yo le recuerdo a toda la gente que se acerca, que el ballroom es político.

Tiene esta parte que se puede malinterpretar y la gente dice: “ay, es que son banales, por las poses”, pero incluso eso es político en personas como nosotres porque si las personas LGBT+ mostramos nuestro talento se nos tacha de exhibicionistas, por eso tomamos espacios como éste de la UNAM o las plazas públicas, porque también son nuestros.
 

¿Qué te gustaría decirle a las personas que aún no se acercan a la escena del voguing y les gustaría hacerlo?

Que busquen ballroom mexicano, que busquen a las casas, no las puedo repetir todas porque ya perdí la cuenta, son más de 100 en todo el país. Ya hay una escena en varias ciudades, en Guadalajara, Monterrey, Mérida, Toluca, Puebla, esto está creciendo y pronto nos encontrarán.


Anarka lo mira todo a través de sus gafas rosas. Desde su asiento luce unos largos pantalones rectos azules que hacen juego con su playera translúcida salpicada de rosas. Su cabello castaño y abundante, ahora recogido por un chongo, le da claridad a su rostro apiñonado. Elle formó parte de la categoría Cartel, espacio desde el cual se pronunció en contra de la transfobia.

¿Cómo te sentiste sobre el escenario?

Estar en el escenario siempre me pone de nervios, siento un poco de pánico escénico, pero al mismo tiempo es muy chido sentirte recibide por tu comunidad. Me parece interesante abrir este espacio dentro de la Universidad gracias a nuestro compañere Kintsugi —une de les organizadores del Kiki Ball en Tlatelolco—. Yo estoy muy agradecide con elle por estar ahí siempre en el transactivismo, siempre con una postura muy contundente respecto a la política de la identidad.

¿Qué piensas sobre el acompañamiento creativo y político de tu comunidad?

La cultura ballroom es una comunidad de mucha diferencia, definitivamente no hay una heterogeneidad de pensamiento y creo que eso es algo bueno. Hay mucha radicalidad que se expresa en lo creativo y eso también me parece maravilloso. Desde que conocí la escena me enamoré porque tiene una libertad y una creatividad política muy fuerte.


¿Qué le dirías a las personas que se interesan por el vogue y no saben cómo acercarse a la comunidad?

Yo lo que le diría a las personas que han sufrido discriminación, sobre todo por cuestiones de identidad de género o por su orientación sexual, es que el ballroom es una comunidad en la que se trata de construir un espacio seguro donde pueda existir esta expresión, y que no tengan miedo a acercarse a une de nosotres para que les orientemos sobre alguna casa, las prácticas públicas o los espacios donde generalmente nos reunimos.

También quisiera aprovechar este momento para denunciar las violencias institucionales que se siguen perpetuando dentro de la UNAM. Sentí un poco extraño que la institución nos invitara a este evento cuando al mismo tiempo hay otros espacios donde se está reproduciendo un discurso transodiante.

El Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, hace poco más de un mes, abrió un foro donde deshumanizaban y negaban la existencia de las personas transgénero. En el foro se dijo que el hecho de que hubiera personas que pudieran decidir y que tuvieran agencia sobre su identidad de género era una amenaza hacia a las mujeres y que eso las invisibilizaba, que la categoría jurídica de crimen de odio era contraproducente.

A mí me parece totalmente lamentable y es enfurecedor que la Universidad esté apoyando ese tipo de discursos. Por eso también tomamos este espacio como un espacio de manifestación. Nosotres no aceptamos que la Universidad quiera violentarnos por un lado y, por el otro, invitarnos a estos espacios para exotizarnos y presentarnos con la sociedad.

Nosotres no tenemos la intención de convertirnos en un movimiento de masas o en un movimiento mainstream, la idea con la que nació esta escena y esta sub-cultura era para hacer un espacio seguro para personas que cotidianamente son violentadas, marginadas y discriminadas. Quiero que quede claro que estamos este día aquí porque nosotres asumimos que la Universidad es del pueblo, es nuestra y que estos espacios también los podemos tomar, no tanto porque hayamos aceptado una invitación de la institución.


Las botas altas, las mangas bombachas y exageradas, así como todo su estilo, definen a Lova, participante en la categoría Cartel con la consigna “Me amo trans”. Estilizada y llena de rosas, comparte la importancia que tiene para ella la pasarela y enunciarse a través de ella.

¿Qué importancia tiene para ti estar en el escenario?

Estando en el escenario me siento una persona plena, me siento una persona poderosa, porque caminar es una declaración única de existencia ante el mundo, es un grito y una celebración de mi existencia, mi identidad y mi expresión… Y este escenario, esta pasarela, es un lugar de reconocimiento donde yo puedo construir, deconstruir, festejar mi corporalidad, mi vida y extenderla a la de todas mis hermanas, hermanes y hermanos.

Para ti, ¿qué es lo que caracteriza a la comunidad del vogue?

La comunidad voguera es una gran familia en la que nos abrazamos con mucha ternura, nos celebramos, nos echamos porras, nos apoyamos y sabemos que ahí hay lealtad, confianza, seguridad, y que podemos expresarnos, unirnos y conectarnos con el baile disidente, con estos movimientos que son un baile de protesta y al mismo tiempo un acto de feminidad, una forma de abrazar este mundo de vulnerabilidad, un acto de ternura que contrasta con el dominio y la destrucción.

¿Qué te inspiró a formar parte de la categoría Cartel dentro del Kiki Ball?

Pues me parece que éste es un espacio de protesta para denunciar aquello que no estamos dispuestes a aceptar y que es también un lugar de enunciamiento en el que nuestra voz puede ser escuchada y nuestra corporalidad puede ser visible. Existimos y resistimos, nos mostramos tal cual somos y como queremos ser, por eso éste es un gran espacio para hacerlo, y pues que nos acepten con toda nuestra radicalidad y si cuestionan nuestra existencia, que esperen resistencia.