Carrusel / Bajo cubierta / No. 233

Deja que Polifónica te llene de voces la cabeza
 

Polifónica. Reunión de cuentos
Andrea Ihalí, Ana Segovia Camelo, Ximena de Tavira y Abraham Téllez
Lunaria Ediciones
México, 2020, 72 pp.


Con la reunión de cuentos Polifónica, Lunaria Ediciones presenta una obra exquisita tanto en presentación como en contenido. Esta editorial pequeña e independiente encuaderna la colección con una sorpresa oculta en la solapa trasera, acompaña cada cuento con una ilustración hecha por meme y en la portada, obra de Sofía Mena Trujillo, nos presenta una imagen que deja entrever lo que advierte el título: un conjunto de voces diversas que cohabitan el libro luchando por su individualidad. Polifónica incluye cuatro cuentos. Cada uno es parte de la cotidianidad y se enfrenta a la lucha constante por hacer de la propia vida aquello que uno quiere que sea.

La reunión abre con “Siesta estival”, de Ana Segovia Camelo, que expone la dificultad de la maternidad frente a la adolescencia y las posibilidades de acompañamiento de esta maternidad en distintas etapas de la vida. Esto lo hace mediante el retrato de tres generaciones: una abuela que también es madre, una madre que también es hija, y una hija que también es nieta. Estas tres mujeres tienen, de una u otra manera, el mismo objetivo: el bienestar propio dentro de las distintas dinámicas familiares. Elena, la abuela, desea encontrar compañía en la familia de su hija Rosario, y que la dinámica de ésta sea lo más grata posible para su hija y todos sus integrantes: es un personaje que acompaña, que abraza y se deja abrazar, que ofrece calidez y buen consejo. Rosario, madre de Isabel e hija de Elena, está descifrando cómo combinar sus deseos personales con sus deseos de madre, sus responsabilidades de trabajo con el rol familiar que quisiera llevar a cabo, cómo tener una vida plena que no sea vivida para su familia, sino con ella. Por último, Isabel, de años, procura más la comodidad propia que la de aquellos que la rodean, pero sin ninguna intención de dañar a nadie.

“Marquito Kung Lee”, de Ximena de Tavira, construye el personaje de un hombre escritor: de esos que citan a Borges y usan palabrerías donde no son necesarias; de esos a los que les sucede más en la cabeza que en el exterior. Este personaje reconoce su intelectualidad continuamente opacada por la de su esposa, quien, a diferencia de él, no busca presumirla. El cuento narra la historia de su aparente intento de encontrar un amorío, la inspiración o poder escribir. No las consigue todas, pero de las tres alcanza su principal objetivo.

Mi favorito del libro es, sin duda, “Señorita Beatriz” de Abraham Téllez. Es una historia en tres partes: comienza, se desarrolla y ofrece un desenlace que consigue darse a desear a través de las dos primeras secciones. Beatriz y Daniela se conocen cuando son niñas, y se llaman la atención mutuamente de forma inmediata, de formas distintas, o quizá de la misma, pero lo expresan cada una como puede. Beatriz es timidísima. Daniela expresa sus sentires como hacen los niños cuando les gusta algo: molestando. Sin embargo, a pesar de estas imposibilidades para expresarse, el canto les enseña a trabajar como complemento de la otra, a acompañarse, a funcionar como equipo, a ser juntas lo mejor de sí. Estos encuentros marcan a Beatriz, en quien se focaliza la historia, y por ello le afectan tanto los distintos abandonos y rechazos de Daniela, pero al mismo tiempo es sólo a través del rechazo permanente que consigue ir tras aquello que en verdad desea: dedicarse a la música.

Por último, la colección cierra con una historia fantástica de Andrea Ihalí, “Dos partes de lo mismo”. En este cierre, el narrador, amante de la rutina, ve su vida catastróficamente importunada por el uso ajeno del que él considera su estacionamiento, ahora ocupado por un coche parecido al suyo, conducido por alguien que va siempre al mismo piso que él, pero que no responde a su llamado; alguien que usa su mismo maletín y su misma taza. Ese alguien no deja de rondar su cabeza mientras trata de vivir la vida que meticulosamente había construido y que se ha vuelto una pesadilla en la que, a pesar de despertar, día tras día, con esperanza de poder volver a su rutina, sigue atorado por culpa de ese coche gris rata que ocupa su estacionamiento.

Estas cuatro historias nos recuerdan que nosotros también cohabitamos un mundo desde experiencias muy distintas que se entrecruzan y nos afectan. Polifónica llegó a mis manos como una donación a Libros en el transporte1, y llegará, por lo tanto, a otras manos, y estas voces, que no me pertenecen pero con las que he conseguido encontrarme, llegarán a otras cabezas para cohabitar sus mentes con las otras que ahí habitan.




1 N. de la A.: Libros en el transporte es un proyecto que yo administro, sin fines de lucro, y que busca promover la lectura en la Ciudad de México liberando libros en el transporte público.