Periferias / No. 230

Las voces de los pueblos de Xochimilco




PERSONAJES:

Espíritu del Pueblo de Santa Cecilia (EPSC): una mujer que suspira y llora cantadora, generalmente al ritmo del “Cielito Lindo”

Espíritu del Pueblo de San Lucas (EPSL): un joven con ánimos de vivir, siempre guiando a quien sufre y peregrina

Madre Xochimilco (MX): abuela sabia



ACTO I. Santa Cecilia Tepetlapa

En la cima del cerro una terrible tormenta empapa todo el lugar, nubarrones en el cielo se ven por todos lados. Se escuchan truenos y lamentos llevados por el viento. El ambiente es gris. En escena se ve al Espíritu del Pueblo de Santa Cecilia, con su colorido traje típico y jarana, lamentándose al ritmo del Cielito lindo

EPSC: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Pobre de mí…

Mientras el espíritu se lamenta afinando su jarana, sentado en el piso, bajo la fuerte lluvia, aparece el segundo espíritu, con un traje más moderno.

EPSL: ¿Pero qué veo? Patrona de la música, Santa Cecilia, a tu auxilio vengo.

EPSC: (Sorprendida) ¿Qué hace por aquí, don San Lucas, patrón del médico, sus curas y locuras? ¿Acaso hasta allá abajo se ha escuchado mi llanto? (Santa Cecilia señala hacia abajo del cerro).

EPSL: Hasta abajo y hasta arriba, y por todos lados tu llanto brilla.

EPSC: (Apenada) Pero mis vecinos no han hecho jiribilla.

EPSL: Verás, San Mateo anda de jaripeo; San Lorenzo, en el rodeo y San Andrés… pues ya ves que él viene cada mes.

EPSC: (Se pone de pie, tratando de disimular) Lamento preocuparte, pero mi pena me rebasa, por eso esta mujer llora y canta.

EPSL: ¿Pues qué te pasa?

EPSC
: Acércate y escucha… (Susurra) Lo que me pasa también es cosa tuya.

EPSL: (Aparte) ¡Ave María!

EPSC: La razón es muy sencilla: desde hace mucho nadie me visita. El ritmo en estas tierras se apaga poco a poquito y, sin siembra en estos lares, se seca todo todito.

EPSL: (Aparte) Yo siento igualito.

EPSC: Antes venía a mí, de vez en cuando, un grupo de viajeros, visitantes o aventureros, que pasaban conmigo un tiempo placentero, conociendo mis iglesias y parques. Y, aparte, todos los que aquí nacen tarde o temprano parten.

EPSL: ¡Un alma aislada que respira desamparada! (Se dice entre un suspiro del alma).

EPSC: (Al público) Mis hijos salen desde la madrugada y regresan hasta el alba. Desde que amanece hasta que anochece vacías mis calles permanecen (San Lucas hace mueca, él sufre de lo mismo). Una que otra madre o abuela en el hogar, y algunos niños para cuidar (San Lucas hace un gesto de comprensión). Pero el resto sale y no ha de regresar, más que para venirse a arropar (San Lucas intenta hablar). Antes, por lo menos aguardaba yo, dichosa, el fin de semana, en el cual las personas de otros pueblos subían para probar, deleitosas, mis manjares y bebidas. Pero ahora, ya ni con ese gustito he de contar… ¡No hay ni música para tocar!

EPSL: Querida Santa, eso que dices para mí es un misterio, pues con tanta riqueza que ofrecer, me sorprende que parezcas cementerio (Santa Cecilia se lamenta), como las tumbas en tu panteón que se ordenan de mayor a menor. ¿Por qué será que tan solita te habrás de quedar? (San Lucas se rasca el coco).

EPSC: ¡Oh, San Lucas! ¡En la llaga me has pegado! Mucho tengo para dar, pero pocos son a quienes yo he de interesar. Mira por ejemplo a la Coyoacana. Espléndida ella, concentra mucha vida, museos, iglesias, ¡vaya iglesias! Plazas y parques sin igual. Y no te vayas más lejos, mira también, por poner de ejemplo, a don Tlalpan y su bello centro, y ni qué decir de la tal Condesa de Roma, de la ciudad ella es el cetro.

EPSL: Y más pa’ arriba la gran Catedral, el Palacio Nacional y el Eje Central, ¡simplemente espectacular!

EPSC: (Afirmando sollozante) Lugares esos que atraen y divierten a la gente. En cambio yo, lejos, desde arriba, contemplo toda esa vida con cierta melancolía.

Comienza a desvanecerse, poco a poco y contundente, el diálogo en ritmajos. Y algo ha de cambiar, repentino y contundente, en el semblante de Santa Cecilia por escuchar lo siguiente.

EPSL: Dices bien de Tlalpan y Coyoacán, ¡son bellezas sin igual que tiene nuestra ciudad! Pero haces mal al compararte, pues, según tú, sales perdiendo en la balanza sin bien mirarte (remata el canto con su alegría sin igual). ¡Gracia tienes singular, eres única y especial! Levanta tu bello rostro y seca las lágrimas que recorren tus valles y que ahogan a tus habitantes.

Pero regresa al llanto la sollozante cantante.

EPSC: ¿Qué dices? ¿Que me mire bella? Pero de qué dichas puedo gozar, si tan lejos estoy de todo lo demás. Vacía y sola me siento, pues yo sólo tengo rocas y pavimento.

EPSL: (Aparte) Más se ha de tirar, más alto la he de levantar (toma de la mano a Santa Cecilia). Acompáñame a este enorme manantial, donde reflejado tu hermoso rostro has de contemplar (San Lucas lleva a Santa Cecilia a un lago que está abajo del cerro; ella queda contemplando su reflejo en el agua). Mira y mira bien toda la virtud que tienes tú… (Se adentran al reflejo y ven una iglesia). Si llamas bella a la iglesia de Coyoacán, encontrarás aún más bellísima la tuya. Observa bien, linda doncella, pues aunque es pequeña, por dentro un caleidoscopio hallarás. Miles y miles de colores pintados cual acuarela, cual mosaico o cual vitral (Santa Cecilia, sin cuenta, comienza a reconocer su belleza y a soltar la gran tristeza). Y mira allá arriba. En esa majestuosa cúpula cientos de ángeles dormitan, más de 100 tallados a mano, cada uno con un rostro y expresión peculiar. A todos ha de sorprender encontrar tal magia en tal lugar. Y afuera, en este atrio, en las Navidades con muchas pastorelas te divertirás, las risas de tu pueblo son un regalo singular.

EPSC: Creo que tienes razón en cuanto a mi amado oratorio que es, por cierto, del siglo XVIII. Mas dime de otro lugar especial, de lo contrario creo que voy a volver a llorar.

EPSL: (Rapidito le contesta) Otra vez mírate bien. Saliendo de la iglesia una estrella hallarás, así le llaman los habitantes a este lugar.

Cambio de escenario, de la iglesia de Santa Cecilia nos vamos ahora a Los lavaderos.

EPSL: Las primeras tres llaves que llegaron al pueblo son ahora conocidas como “Los lavaderos”, es un sitio sin igual y a un lado un centro cultural encontrarás.

Cambio de escenografía: Casa de Cultura de Santa Cecilia Tepetlapa.

EPSC: ¡Claro! Entre tanto llanto había olvidado que el Arte, entre mis habitantes, tiene un lugar muy importante. ¡Oh, San Lucas, me has animado tanto! Honor le haces a tu causa, pues me has curado. ¿Sabías que soy patrona de los músicos con genial encanto? De hecho, entre mis queridos habitantes, músicos y danzantes nunca habrá que falten.

Suena música de banda, se escuchan cohetes a lo lejos, un festejo alegre. Santa Cecilia se pone a bailar con San Lucas un momento y, mientras tanto, ambos se disfrazan de chinelos.

EPSL: (Mientras sigue bailando) Tienes familias de músicos al por mayor, y si pregunto más, cantantes y maestros también habrá.

EPSC: (Mientras sigue bailando) ¡Qué alegre este momento tú has vuelto, de verdad! Pues no hay mayor dicha que recordar los momentos de felicidad.

Mientras se van cansando los dos terminan de bailar, se reconocen las miradas y se van quedando pasmados.

EPSC: ¡Ya me dio hambre! (Se miran). Se me antojaron unos deliciosos machicuiles.

EPSL: ¡Achis, achis! No me llevo así contigo, bonita.

EPSC: No seas mal pensado, los machicuiles son unos gusanos.

EPSL: Vaya tradiciones, no soy mal pensado, pero eso de comer gusanos no me va bien acomodado.

EPSC: (Le lanza una mirada inquisidora a San Lucas) No seas necio, los machicuiles son mi comida típica ancestral. Se trata de unos pequeños gusanos, como he dicho, que viven en los troncos de los árboles, pero no en todos, así que buscarlos tiene su arte, y se preparan en comal con chile y tomate (ambos saborean).

EPSL: ¡Viscosos pero sabrosos!… Por cierto, hablando de lugares maravillosos, ¿qué es ese espacio tan verde y frondoso de enfrente?

Cambio de escenografía. Vamos al Teoca.

EPSC: Un lugar especial que nos faltaba visitar. Se trata del Teoca, es de pura roca en medio de un paisaje verde…

EPSL: ¡Verde que te quiero verde!

EPSC: ¡San Lucas, déjame hablar! Como decía (lista para contar una historia épica), este lugar conecta con el centro de la tierra; antes fue un volcán y hoy un lugar para celebrar. Los domingos el ritual del fútbol se lleva a cabo. Los guerreros valientes y con un balón armados se adentran al que una vez cráter fue para jugar hasta el anochecer y con muchos goles vencer. Antes, amenazante, ¡un volcán de fuego magmatizante! Hoy cancha de pies humeantes (regresa del viaje épico). ¿No es maravillosa la creatividad de los seres humanos? ¡El juego y el deporte son regalos de Dios dados!

EPSL: ¿Lo ves, hermosa santa? Añade a tus bellos lugares sus tradicionales bailes y procesiones, tus leyendas de bolas de fuego que danzan por las milpas en las noches, tus faldas moradas de jacarandas: un paraíso en la tierra tendrás; en otras palabras, el edén terrenal, jardín sin igual (Se aman con las miradas).

Se percibe un cambio de ambiente al sonar una canción.



ACTO II. San Lucas Xochimanca

EPSC: ¡Me has alegrado tanto; dichoso seas, San Lucas! Pero… ¿por qué esa cara larga? (San Lucas se entristece) ¿En qué pesar te hallas? (Confusa al mirarle así). Si algo puedo hacer por ti, como tú honrosamente hiciste por mí, dime para ayudarte en este instante.

EPSL: Como has dicho antes, Santa Cecilia, el mal que al principio te aquejaba no es sólo tuyo y de tus habitantes. Ahora que te he elogiado, se me ha olvidado qué de mí es digno de ser alabado. Pues, al igual que tú, a veces me siento un poco mucho muy olvidado.

EPSC: No llores, pequeño.

EPSL: Ahora que lo pienso, yo me siento rezagado y cada vez más maltratado. Aunque no estoy tan alejado como tú —sin ofender—, nadie viene a visitarme y muy pocos conocen mi arte. Con el paso del tiempo nosotros, los pequeños pueblos, nos hemos quedado atrapados entre coches y muros. Esos nuevos edificios, que por donde quiera se construyen, no tienen alma ni historia. Y así se derrumban templos antiguos a cambio de unas mugres obras (ya reteencanijado).

EPSC: Pequeño, todos los que vivimos en la sombra, de una manera u otra, sufrimos ese abandono y esa soledad y más, que se obtiene cuando las casas vacías están. Pero tú me has enseñado que, para vencer la oscuridad, la luz en nosotros mismos debemos encontrar. Ahora siéntate, que yo te llenaré de elogios sinceros que te harán recordar que tú eres realmente bello.

Santa Cecilia saca un hermoso espejo y se lo da a San Lucas. Mientras él observa su reflejo, ella lo arregla para que se vea más bello.

EPSC: Para empezar, recuerda que tú y yo tenemos una historia muy importante que contar. Sobre nuestra tierra, hace 100 años, los zapatistas sus huellas dejaron. Hermanados con las hermosas tierras de nuestro tío Morelos, unidos como un puente nuestros caminos estuvieron. La historia de la Revolución no se puede contar sin nuestros nombres mencionar, junto con los de muchos otros pueblos de Milpa Alta y Tlalpan.

EPSL: ¡Cuéntame! Eso que dices me suena a algo que vi en la escuela, pero por mi mala memoria no puedo recordar ni lo que significa “espuela”.

EPSC: ¿Por tu memoria no te acuerdas de lo que ves en la escuela? Más bien es por jugar en lugar de estudiar… (San Lucas le abre los ojos). Pero bueno, te decía que hoy (cuenta con épica manera) en una de tus calles ubicada al poniente, llamada Monte Morelos actualmente, fue descubierta, en tiempos de la Revolución, una valiente conspiración contra el cruel Victoriano Huerta, el dictador. Tus habitantes, San Lucas, desde siempre han sido bragados y fuertes, por aquel entonces soldados y estudiantes se unieron, como se une el puño y la mente, para construir un mundo mejor. Sin embargo, después de mucho defenderse, corrieron con mala suerte, pero eso no les quita el mérito ni lo valientes.

EPSL: Personajes fuertes, es importante conocerles. Sobre mi piel, dicen mis habitantes, que lucharon Zapata y sus comandantes.

EPSC: El general, querrás decir… pero me extraña que algo tan importante no lo recuerdes.

EPSL: Algunos caballos galopando sobre mí sentí, pero como has de imaginar soy dormilón y bueno para descansar.

EPSC: Pesado el sueño tendrás. Oye, ¿y algo recordarás de los antiguos pueblos que en ti un hogar encontraron? Aquéllos que hace más de 500 años templos, hoy ruinas, crearon.

EPSL: ¿Te enojarías si te digo que seguro también dormía? Aunque a veces, a pesar de los muchos años que han pasado, con orgullo recuerdo a esos mexicanos que hoy, desafortunadamente, han sido silenciados. El Mirador, así llamada dicha arqueología, está cerca de mi iglesia, y se compone de los pocos restos que quedaron de un antiguo observatorio, prueba de la ciencia que ya tenían nuestros ancestros antes de ser conquistados y amaestrados.

EPSC: ¡Eres un pueblo lleno de historia! Y pensar que te pensabas insignificante. Eres todo un estuche de monerías, San Luquitas. Y para enaltecer aún más tu honra, debo confesar que lo que de ti más me enamora es aquel lugar mágico donde se concentra tu flora.

EPSL: ¿Hablas acaso de mi gran ojo de cristal? O como le dicen por aquí y por allá: mi presa de agua.

EPSC: Ese cuenco que capta toda la deliciosa agua que de mí hacia ti baja por el cerro de mi falda. Desde arriba se veía como una maceta que crecía cada día con ayuda mía. Esa presa nos ha unido desde hace muchos años.

¿Te das cuenta, San Lucas? Siempre has estado para contener mis lágrimas y llantos (llora de felicidad).

EPSL: Antes de que continúes quiero advertirte, santa, que ese espejo de agua, hogar de patos y garzas, manantial que un día fue para mis habitantes, hoy es sólo tierra y lodo que se desgasta.

EPSC: (Indignada) ¡Pero qué dices! Ese lago artificial símbolo era de nuestro cariño natural. A toda costa se debe rescatar. No seas sucio, San Lucas, y ponte a limpiar.

EPSL: Lo sé, lo sé (al público), por culpa de algunos presentes, yo he corrido con mala suerte.

EPSC: Y en cuanto a leyendas, tradiciones y artes, tú, San Lucas, y tus habitantes son tan dichosos como singulares, son todo un punto y aparte.

EPSL: Con lindas palabras me has reconfortado; ya no tiene caso seguir acongojado.

EPSC: San Lucas, toma mi mano y mírame bien, ¿qué ves?

EPSL: Otro yo veo. Los dos un fragmento de un maravilloso firmamento.



ACTO III. Xochimilco

Santa Cecilia y San Lucas a punto de darse un beso estaban cuando una voz maternal los llama.

MX: Queridos míos, aquí abajo.

Aparece Madre Xochimilco, quien se levanta del piso y los envuelve con un enorme manto. Santa Cecilia y San Lucas la observan sorprendidos.

MX: San Lucas Xochimanca, quien a conocidos y extraños flores les levanta. Y tú, Santa Cecilia, lugar del tepetate y la melodía. Los he estado escuchando todo este tiempo, con el corazón dolido, esperando a que ustedes, por sí mismos, aprendieran a valorarse, pues no hubiera tenido gran mérito que, hundidos en la tristeza, viniera a llenarlos de piropos y viveza, pues el amor más grande y merecido es el que por uno mismo es sentido. El amor propio, queridos míos, es uno de los más grandes regalos que pueden darse a sí mismos.

EPSL: Muy bien recibimos tus palabras, hermosa Madre Xochimilco, en cuyo manto albergas a nuestros pueblos hermanos.

EPSC: Junto con bellos paisajes y flores, chinampas y lagos, trajineras y ajolotes…

EPSL: Y almas maravillosas con grandes, qué digo grandes, enormes cantidades de historias.

MX: Recibo con agrado sus halagos, pero recuerden, mi mérito no es único, se conforma de un somos, o sea de todas y todos. La verdadera riqueza, como ustedes hoy lo descubrieron, está en nuestra historia, nuestros conocimientos y nuestras tradiciones; en los espacios que compartimos y habitamos, pues los mejores platillos son aquellos que toman los mejores ingredientes de otros y se combinan para deleitarnos. Nuestra fuerza sale de los cultivos de la tierra y de las mentes, y nuestra belleza, si sabemos reconocerla, será reconocida por todas las criaturas.

EPSC: Me entusiasma tanto escucharte, Madre, que creo que es momento de otro baile. ¡Que aparezcan esos mis hijos, los cantantes!

MX: (Al público) Sueño con un día donde las personas que en mí crecen y con sus méritos me enorgullecen puedan disfrutar de su hogar sin tener que migrar. Las gracias que otros pueblos vecinos les ofrecen y brindan, como trabajar o deleitarse, espero que un día todos aquí puedan gozarlas sin desplazarse. Que la felicidad es más plena y disfrutable si se encuentra en tu casa y no en otra parte.



Y con cantos y bailes cierra esta obra.


FIN