Fósforo / No. 230

Y en las lágrimas, Panquiaco



Camila González López
Categoría: Bachillerato




Panquiaco
Dirección: Ana Elena Tejera
Panamá, 2020


Cebaldo deambula en una monotonía que sólo le permite trasladarse del trabajo a su hogar. Las señales de vida están presentes en la gente que transita a su lado, en la luz que entra por las ventanas, en el sol que anuncia la llegada de un nuevo día, en los rayos que reflejan las olas del mar y sólo un poco en su rostro apesadumbrado por la ausencia. La muerte de su padre motivó un viaje introspectivo, pero también implicó un viaje terrestre encaminado a mostrar la historia panameña. Su identidad es el fruto de un espíritu dual en el que conviven la idea del animismo (específicamente del agua) y otras tradiciones de los pueblos originarios con el legado cultural que trajo consigo la conquista del español Vasco Núñez de Balboa a través del Mar del Sur.

El fallecimiento del padre de Cebaldo hizo que se acercara a sus raíces. Mientras el presente lo mantiene navegando con pescadores, su pasado en Guna Yala lo devuelve a aquella casa derruida entre los cantos y los senderos de la infancia. Él navega y sueña con nostalgia del tiempo remoto, siempre entre dos tierras. Fue así como, en una ocasión sin precedentes, un extraño se acercó a Cebaldo para contarle la historia de Panquiaco, un indígena que sufrió hondas penas desde que acompañó a Núñez de Balboa en un recorrido que facilitó su asentamiento en el territorio panameño. Panquiaco se arrepintió genuinamente de haberle mostrado al conquistador la riqueza natural de su tierra y temió que la destruyera por el valor espiritual que tenía para él. Años después, la ruta de Cebaldo lo vincula con el espíritu de Panquiaco, quien también vaga con tristeza entre las vastas lágrimas de los mares.

Panquiaco, protagonizada por Cebaldo de León Smith, nos muestra la vida de un indígena de Guna Yala, una comarca al norte de Panamá. Los rituales y otras costumbres que caracterizan a la comunidad aparecen intercalados con escenas del presente de este personaje, de manera que, aislados de los elementos ficcionales, esa documentación podría pertenecer a un registro etnográfico que muestre al mundo los colores, los cantos, el espíritu y las tradiciones de la comunidad. Es por eso que su directora, Ana Elena Tejera, concibe un filme híbrido estética y narrativamente. Panquiaco se posiciona como una producción de suma belleza y riqueza narrativa, oportuna en un contexto de sensibilización por el rescate y la conservación de la naturaleza.

En el agua encontramos el reflejo del alma. Como factor abiótico de los ecosistemas, el agua es indispensable para todos los modos de vida, pero en nuestro contexto de sobreexplotación de recursos, el alma del mundo natural no figura en la relación de la sociedad (con sus excepciones) con el agua, a diferencia de los sistemas de valores y creencias de los pueblos originarios. Aunque Cebaldo forma parte de este contexto, el agua permanece en su vida como un ser dotado de los atributos del animismo (alma, vida, conciencia, memoria). Así el baño con herbolaria que el protagonista recibe al final de la película restaura su alma mientras perpetúa el significado que tiene el agua en su vida como símbolo de un ciclo de renovación y fluidez.

El guión enriquece e impulsa el propósito poético de aquel espíritu que se dirige a la humanidad para expresar, por medio de breves intervenciones, los ecos de su decepción, pero también de su carácter noble: “El mar te espera, la montaña te recuerda, el mar siempre será tu casa”; en otro pasaje, durante el relato sobre Panquiaco y Núñez de Balboa: “Ese día el mar lloró y dijo: ‘Panquiaco, ¿qué me has hecho?’. Panquiaco, con tristeza, se dejó llevar por las lágrimas del mar y desapareció. Desde entonces su espíritu vaga entre los dos mares”. Me parece que Ana Elena Tejera atinó en la transcripción de la voz, repleta de sabiduría, que las comunidades indígenas confieren a la naturaleza y que hace tanta falta en nuestras conciencias.

El tratamiento de la identidad individual y colectiva se inicia desde las primeras escenas en que se muestran los usos y costumbres del pueblo de Guna Yala. Simultáneamente, la construcción del protagonista se hace a partir de los ángulos de determinadas tomas que revelan su distanciamiento respecto del círculo social al que pertenece. La expresividad del actor Cebaldo de León Smith juega un papel muy importante al mostrar la falta de pertenencia de su personaje en ambos escenarios: con los pescadores y con su comunidad. En el filme podemos ver que la ubicación de un alma pone a prueba su propio conocimiento de la realidad, la manera en que se relaciona con otras personas e incluso consigo mismo. En otras circunstancias, los migrantes del sur y de Centroamérica enfrentan esa misma extrañeza en las tierras lejanas, y los que al fin residen en Estados Unidos son especialmente cercanos a la experiencia de Cebaldo, separados de su país natal por el río Bravo y por México: ¿a dónde pertenecen luego de tantos años? ¿Quiénes serán al volver?

Esta película logra integrar distintos elementos de la identidad panameña al tiempo que narra el deambular espiritual y terrestre de Cebaldo por la muerte de su padre hasta que encuentra en el agua las respuestas para restaurar la paz en su alma. Durante toda la cinta, la directora evita completamente los lugares comunes al acercarse a cada uno de los temas y abordar su interrelación. Además, el protagonista cumple con la función de personificar la dicotomía de la cultura en América Latina: convive con las tradiciones de los pueblos originarios y con el legado de la Conquista española, un peso occidental que se contrapone a los valores de una etnia como la guna. En su propósito más hermoso, Panquiaco es la luz, los cantos, la memoria y las lágrimas de la naturaleza. Es un testimonio que se aleja de las protestas por el deterioro y la sobreexplotación ambiental, pero que nos deja ver lo ajenos que somos a la voz de esta fuerza.