Editorial / No. 230




Cerramos este año con festejos: Punto de partida cumple 55 años llevando a cabo la encomienda que Margo Glantz y Gastón García Cantú le dieron a este proyecto en 1966. Durante más de cinco décadas, esta revista ha honrado su nombre y se ha mantenido como un semillero para personas talentosas en la escritura y las artes gráficas. Para quienes tenemos la oportunidad de trabajar en su hechura es un honor formar parte de un espacio que ha visto los primeros pasos de quienes protagonizan la historia literaria y artística de nuestro país.

Con esta edición, dedicada las periferias, terminamos un ciclo que tuvo como guía algunas manifestaciones de la alteridad. Pensar lo periférico como algo otro tiene la intención de visibilizar a los centros como lugares naturalizados de enunciación y creación y, por ende, pone en primer plano otros lugares desde los que también surgen experiencias y discursos. A la par, muchas personas que se identifican como habitantes de una periferia, o cuya identidad consideran en sí misma periférica —por ser otra—, han resignificado este adjetivo como forma de vida enfatizando las resistencias que implica. Así, recordamos que parte del problema es otorgar a lo céntrico el carácter de lo estándar e, incluso, del deber ser. Por ello el punto de partida de este número fue preguntar: ¿desde qué posición un espacio, una identidad o un lenguaje son caracterizados como periféricos y por qué?

De entre todas las respuestas que recibimos predominó un hecho: la vivencia de la periferia está atravesada por la violencia. Esto fue la pauta para el dossier, que en su primera parte alberga textos que tienen en común protagonistas cuyas identidades han sido marginadas, ya sea por su género, como en “Silvana, hija de Norma”, un poema de Giovanni Rodríguez Cuevas sobre el feminicidio; por sus relaciones sexo-afectivas, como en el ensayo “Naipes de Lilith”, escrito por Leticia Gámez, el poema “Confines”, de José Rafael Llanos Melo; o bien el cuento “Escena en avenida Paseo de la Reforma”, en el que Diego Olivas Guerrero hace un retrato de la segregación de las personas en situación de calle.

El punto de encuentro entre esta primera parte y la siguiente, la bisagra, por llamarle así, es el poema “Autorretrato con cemento”, de Ariatna Gámez Soto, quien construye una imagen de sí a partir del espacio vivido. La siguiente sección se enfoca en lugares, en el entendido de que las personas somos con relación a los sitios que habitamos; por ejemplo, Yatzhiri Sánchez Cruz escribe sobre la formación de vínculos entre comerciantes ambulantes. El desplazamiento de comunidades enteras hacia los márgenes de las ciudades debido a la gentrificación y otros fenómenos urbanos, así como la necesidad de trasladarse grandes distancias son temas que Kanek Rodrigo Quintanar Tapia refleja en su poema “Traslado”; o la obra de teatro “Las voces de los pueblos de Xochimilco” de José Humberto Trejo Calzada. En el mismo sentido, Miguel A. Flores Lara cuenta en “La colina” cómo su familia fue testigo de la transformación urbana de la Ciudad de México. Finalmente, los personajes de los cuentos “La redada”, de Sandra Dolores Gómez Amador, y “Romero” de Frida Sánchez, son habitantes de poblaciones que padecen la violencia del crimen organizado.

En Cuentagotas Tonas Lima trata en los versos de “Iztapalapa” la amistad en situaciones de violencia cotidiana. Heredades tiene un ensayo sobre el fotógrafo y artista Marco Antonio Cruz, escrito con notable cariño por Alejandro Saldívar y acompañado por imágenes cortesía de Ángeles Torrejón y una serie de contactos de Javier Hinojosa. Le sigue, en Entre Voces, una entrevista de Perla Mónica Castro Cruz, miembro de Corriente alterna, a integrantes de la revista Mi Valedor, una iniciativa social que trabaja con personas en situación de calle para amplificar su voz y ofrecerles vías para la reinserción laboral. En Bajo Cubierta tenemos una reseña sobre El palacio de Mario Bellatín escrita por Ofelia Ladrón de Guevara y otra sobre Se fueron a la izquierda, novela de Mónica Hesse por Gabriela Muñoz. Tinta Suelta cuenta con la colaboración de Niña Diablo, cuya obra, “Deriva”, fue acreedora de mención en Narrativa Gráfica del Concurso 52 de Punto de Partida.

En este número también contamos con los cuatro trabajos de quienes ganaron el 11º Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo”: Camila González López, Iberia Muñoz, Matilda Grace Hague y Gilberto Cornejo Álvarez. En nuestra querida postal leerán un poemínimo de Manlio D.M.A acompañado por una fotografía de Claudia Sánchez Huergo, y en la parte gráfica encontrarán trabajos de Amaral Pedraza, Roberto García Ortega, Jessica Villena, Jysus Ramírez, Abril Espinosa y Brian Martínez, a quienes agradecemos compartir sus interpretaciones de este tema.

Larga vida a Punto de partida. Feliz 55 aniversario.

Aranzazú Blázquez Menes