Concurso 52 | Temor / No. 229

Campanas mudas sobre tierra roja
Minificción: Primer premio






Para la mujer que vive en mí como yo no vivo


Éste es un cuento muy triste. Este cuento se miró al espejo esta mañana y se vio tremendamente triste. Y chiquito. Ayer en la noche se fue el último personaje que le quedaba. Dejó una nota sobre el escritorio: “Estoy rendida”. Se fue sin besarlo. Seguramente se fue olvidando el único diálogo que aún recordaba (“la estrella del poniente se nos apagó el día de San Patricio”). Y ahora este cuento ya no tiene nada, ya no cuenta nada más que una profunda tristeza y desolación de cuento abandonado. También los cuentos envejecen y van perdiendo la memoria: sus palabras se desgastan, se le van durmiendo una a una, hasta no ver más que un campo de párrafos vacíos, una cortina de blanco sobre la página cansada, los personajes mudándose a otros cuentos, en donde ganan una nueva vida para amarse, hablarse, perseguirse, imponerse, perderse y morirse, pero leídos, todavía leídos. A este cuento se le va cayendo todo, como un árbol a la entrada del otoño. Pinta sobre la puerta de su casa un nuevo título: “Campanas mudas sobre tierra roja”. Esta tarde enterrará a la dedicatoria y despedirá a su narrador con un largo apretón de manos, como de dos viejos compañeros de batalla, deseándole la mejor suerte del mundo.