Editorial / No. 229





Durante más de cinco décadas, el concurso de Punto de Partida ha celebrado la vocación creativa de estudiantes en el ámbito literario o artístico, muchos de ellos han seguido cultivando esta vena. Además de las categorías tradicionales, en esta edición se sumó la narrativa gráfica, lo cual hace eco de un género cuya popularidad ha ido en aumento y que en esta revista ha tomado presencia a través de la sección Tinta suelta.

En este último par de años, ciertas emociones se han acentuado por una contingencia que, lejos de acabar, muta para seguir en el horizonte de nuestros días. El TEMOR es sólo uno de ellos, y se hizo presente como un tono compartido por la mayoría de las obras ganadoras que aquí presentamos. Sin embargo, los miedos no son nuevos, siempre ha estado aquí el temor a la soledad, a la violencia, al futuro, a nosotros mismos, a la muerte o al fracaso. Así lo muestran nuestros colaboradores:

Comenzamos con el poema “XVIII”, de Daniel Medina. Ganador del primer premio, destaca por tejer lazos intermediales entre los 18 Cantos de Barnett Newman —que marcan el ritmo de sus versos— y numerosas referencias culturales, expandiendo así el sentido de lo visual. El segundo fue para Manuel Parra Aguilar por “American Style”, una serie de nueve poemas que abordan la migración desde una perspectiva agridulce y poco común, menos marcada por la nostalgia que por el desencanto del sueño americano.

Luis Arístides Rodríguez Solís, ganador en Ensayo por “Ascensos”, medita sobre la jerarquía y el anhelo de superioridad que permean las relaciones humanas. Por su parte, Karla Fernanda Osorio Lucas, autora de “Conjuro al horror”, sitúa a la colección de estatuillas de Sigmund Freud como una fuente de inspiración y confrontación para el psicoanalista. Continúan los ganadores del primer y segundo lugar en Fotografía: Ángel Téllez comparte una mirada íntima a la angustia, la esperanza, los cuidados y el dolor a través de la crónica visual “Todo siempre acaba y se llora a retazos”; mientras que César Coyotla Sánchez hace un registro contemporáneo de jóvenes de las altas montañas de Huatusco que construyen su identidad en torno a la cultura chola, el rap y el hiphop.

Juan Fernando Mondragón obtuvo el primer premio en Minificción con “Campanas mudas sobre tierra roja”, que narra la melancolía de un cuento que se quedó vacío. El segundo fue para César Santos: “El vuelo” habla de la crudeza de saberse ausente y sentirse atrapado en una vida que parece haber perdido el sentido. En la categoría Cuento el ganador fue Jaime Jair Ortega de la Sancha, autor de “Minotauro”, una historia que tiene como trasfondo la soledad, y como protagonista a una niña que busca evadirla a través de la imaginación. En el otro extremo, “Una vida en retroceso”, de Julio C. Piña Valle, plantea al envejecimiento como un umbral de contrastes inesperados.

El primer lugar de Gráfica fue otorgado a Ivan Fernández, por “Misocosmia”, una serie monocromática y abstracta al estilo del tachismo. El segundo lo ganaron las ilustraciones de Jazmin Galván, “Caparazones. Mi cuerpo casa”, una exploración del hogar como algo simultáneamente móvil y hermético.

Violeta Alejandra Santiago Hernández obtuvo el primer premio por su crónica “Ya se veía venir”, un recuento doloroso de un asesinato en Agua Dulce, “ciudad convulsa, deformada” por la violencia, la corrupción y la indiferencia. El segundo fue otorgado a Xilonen Méndez Castellanos, quien narra las emociones y conflictos de una comunidad que se formó inesperadamente en una casa limeña a partir del confinamiento.

Cerramos con los ganadores de Narrativa gráfica: Víctor O. Martínez González es creador de “Algo dulce y una historia”, y Alberto Casas Monreal de “Me estaba quedando ciego”; ambos muestran estilos y argumentos originales, el primero en la línea de la ficción y el segundo en la del cuestionamiento existencial. Para acompañar los escritos de este número convocamos a mujeres artistas a que compartieran sus visiones sobre el temor, agradecemos la respuesta de Yoalli Lora, María Ochoa López, Camila Sánchez Mejorada Buen Abad, Paulina Leyva, Pliplila y Rosa Erendira Gallegos Meza.

Nunca dejará de impresionarme la sintonía que se logra, de manera casual, entre las propuestas gráficas y literarias que aquí convergen. Ojalá disfruten tanto esta edición, que el único temor sea llegar a la última página.

Aranzazú Blázquez Menes