Carrusel / Entre voces / No. 227

Maelen: vejez activa



Karina Feliciano López





De acuerdo con el INEGI, la población de 60 años y más pasó de 9.1 % en 2010 a 12.0 % en 2020. En México hay aproximadamente 15 millones de adultos mayores.
Maelen es un proyecto social que promueve la vejez activa y ayuda a este sector a generar ingresos extra mediante talleres interactivos vía Zoom. Está coordinado y sustentado económicamente por Melissa Ortega, creadora del proyecto, María José Álvarez e Iván Hernández, y cuenta, en promedio, con 20 profesores. Las aportaciones y donaciones recibidas por parte de los alumnos son íntegras para estos últimos. Actualmente hay cuatro clases semanales fijas: dos de canto a cargo del profesor Misael, una de danza folclórica liderada por la profesora Lulú, y una de corte y confección a cargo de la profesora Elsa. Algunas semanas hay clases de profesores recurrentes como Rosi y Carlos, que enseñan panadería, o de la profesora Ale, quien da clases de cocina.

Cuéntenme de ustedes, ¿cómo nació el proyecto?

María José Álvarez (MJA): Yo vivo en Monterrey, me enteré del proyecto a través de una publicación de Melissa en un grupo de Facebook. Me inscribí a una clase, y aparte le envié un mensaje a ella para decirle que me gustaba y me interesaba mucho el proyecto y que, si necesitaba a alguien en Monterrey para que creciera, yo estaba dispuesta a unirme. Y dio la casualidad de que acá había personas buscándola para que sus familiares adultos mayores dieran clases. Todo encajó muy bien.

Melissa Ortega (MO): Maelen nace de la pandemia, de un sueño y de un homenaje. Tuvo que ver que me gradué en junio del 2020, justo en la pandemia, y me di cuenta de que conseguir trabajo era difícil. El sueño fue que personas transmitieran sus conocimientos. Esto va de la mano con el hecho de que mi abuelita ya no se encuentra físicamente con nosotros desde hace tres años, y el proyecto se llama como ella: María Elena es Maelen; siempre fue una persona que quería enseñar y aprender. Yo empecé juntando a cuatro adultos, y pregunté a personas conocidas si estarían interesadas en estas actividades, me dijeron que sí, y fue así como se inició Maelen.

Al inicio sólo era yo, después se incorporaron Marijó e Iván. Me gusta recalcar que el proyecto no es mío, es de las personas que creen en él, que se inscriben a las clases. Las primeras veces eran complicadas porque yo no sabía cómo iban a depositar ni cómo iba a ser la logística en Zoom. Tenemos profesores que ya han sido vacunados, por suerte. Actualmente el proyecto se encuentra en el Estado de México, en la CDMX y en Monterrey. Nos preguntan mucho cómo seleccionamos a los adultos; no los seleccionamos, al adulto que quiere ser profesor le damos carta abierta, le preguntamos qué le gustaría enseñar, empezamos con la dinámica y hacemos una lista de materiales para hacerles llegar a todos los alumnos.

Se dice mucho que las y los adultos mayores tienen menos familiaridad con la tecnología. ¿Cómo ha sido su experiencia?

MJA: Nos ha tocado de todo, desde adultos mayores que nos contactan por su cuenta a través de sus redes sociales, porque nos encuentran y les interesa, hasta hijos, sobrinos o nietos que nos mandan el mensaje. Al inicio de la pandemia nosotras íbamos a sus casas, llevábamos los materiales, y con nuestra computadora o celular grabábamos las clases; pero a partir de diciembre, que fue la segunda curva de la pandemia y que la situación estuvo crítica tanto en el Estado de México como en Monterrey, empezamos a dar la opción de que un familiar grabara las clases.

¿Qué ha sido
Maelen para las y los profesores?

MJA: Hay varios que profesionalmente se dedicaban a alguna otra cosa, y ahora que tienen esta oportunidad de recibir dinero de una manera distinta y retomar algo que les apasionaba desde hace 5, 10 o 18 años se dan cuenta de que nunca habían pensado que podían enseñar, o de que eso que aprendieron cuando eran un poco más jóvenes sigue presente, lo pueden compartir y puede ser redituable.

Por ejemplo, la profesora Lulú trabajaba en el sector de turismo, y a partir de la pandemia su trabajo se vio afectado porque la gente ya no viajaba, y tampoco podía acudir al centro turístico en el que tenía grupos. Ella dice que a partir de dar clases, de convivir con gente más joven y nueva siente la emoción, las ganas de vivir y de retomar algo que le apasiona; es un nuevo motor, algo que hace que quiera seguir haciendo cosas. Muchos profesores nos comentan que no sólo es la situación económica, sino que también el hecho de estar conviviendo, platicando y conociendo gente nueva es un gran apoyo para ellos. Sobre todo en pandemia, cuando han sido uno de los grupos más vulnerables y afectados.

¿Hay alguna experiencia que haya sido representativa para ustedes?

MO: Todas las sesiones fluyen, en todas se echa el chisme. Para mí la más representativa fue la primera clase, sobre cómo preparar arrocito y pollo. Yo no sé cocinar, entonces era una alumna indirecta porque estaba viendo a la profesora y me sorprendía cómo le hacía para no quemarse. Igual con Lulú: estábamos en su casa y se le acabó el gas, entonces en ese momento prendió un anafre y leña. Otra cosa que me marcó fue grabar en un lugar abierto, sin techo, a la luz de un foquito en la falda del cerro. Y manejar un poco lejos con tal de que la gente tuviera su clase. También el acercamiento de medios fue impresionante; algo estamos haciendo bien que nos están volteando a ver. Por último, me emociona tener alumnos no sólo de México, sino mexicanos que no radican aquí. La tecnología hace que, aunque estemos lejos físicamente, estemos cerca virtualmente. Hay profesores que han tenido alumnos en República Dominicana, París, Noruega y Estados Unidos. Es increíble porque cuando le dices al profesor que lo están viendo de tal lado se sorprende, es un logro para ellos y para nosotros porque estamos llegando más allá.

MJA: En mi caso la primera clase que me tocó grabar en Monterrey fue con la señora Ale, para aprender a hacer lasaña. Durante toda mi infancia mis abuelos maternos me recogían del kínder o la primaria los viernes, y yo me quedaba en su casa hasta los domingos en la tarde porque amaba convivir y vivir con ellos. Entonces volver a tener esa experiencia de ir a casa de una señora que era abuelita, verla cocinando, que me diera de comer, platicar y que me preguntara de mi vida, fue muy bonito. Siento que muchos profesores tienen este amor por la vida, esta empatía y sensibilidad que transmiten en todo lo que hacen, en todas sus palabras, aunque seas un completo desconocido te tratan con amor. Recuerdo que salí súper feliz, sintiéndome parte de la familia de la señora Ale.

¿Cómo ha sido el recibimiento del proyecto? ¿Cuáles han sido las clases más exitosas?

MO: Creo que ha sido positivo. Las clases que más llaman la atención son las de panadería. Los comentarios en las encuestas son "me sentí como si estuviera hablando con mi abuelita" o "sentí como si estuviera ahí echando el chisme". Está increíble porque se convierten en alumnos recurrentes que dicen a lo mejor no me gusta el canto, pero le voy a dar una oportunidad. Lo más padre es que lo recomiendan. Ése ha sido uno de los factores que nos ha ayudado, porque no hacemos publicidad pagada, nuestros seguidores y publicaciones son orgánicos. Yo creo que ahí se está viendo el crecimiento. Hubo un pequeño boom en Twitter, de repente empezaron a subir seguidores y no nos dábamos abasto para contestar mensajes.

¿Cuáles son los retos que
Maelen ha enfrentado?

MJA: Al principio la convivencia era un poco difícil porque, por ejemplo, en las clases de panadería se conectaban 40 personas y todas querían decirles al mismo tiempo a los profesores, la señora Rosi y el señor Carlos, "mi masa no se ve como la de usted" o "me quedé atrás". De repente se hacía un revoltijo enorme de voces, y el señor Carlos no se daba abasto porque intentaba avanzar, pero se tenía que detener a ver la masa de alguien, y hablaba otro al mismo tiempo, entonces ya no veía el vídeo de la persona que lo estaba mostrando. Poco a poco hemos aprendido y mejorado la manera en la que llevamos las clases. Ya tenemos una imagen que dice: "Favor de estar con el micrófono apagado. Si quieres hablar levanta la mano o escribe por el chat. Revisa que nadie esté hablando". En las últimas clases de cocina que tuvimos ya se puede preguntar y hablar de manera ordenada, así todo el mundo puede avanzar bien.

MO: También cambiamos la forma de nombrar a nuestros integrantes. Antes los presentábamos como "adultos mayores" y ahora como "profesores", porque están enseñando algo que es importante y en lo que tienen mucha experiencia. Seguimos aprendiendo y tomando en cuenta todos los consejos que nos han dado.

¿Cómo ha influido esta experiencia en su vida y en su proyecto profesional?

MO: Principalmente porque sé que no estoy cambiando la vida de los profesores, ni empoderándolos, les estoy dando una herramienta para que ellos muestren lo que saben. Nunca se me va a olvidar la vez que presenté el proyecto a Juanita, una de nuestras profesoras, y lloró. Me dijo: "gracias por acordarte de nosotros. Siempre nos tratan como basura, como lo último, para hacer montón". También al hacer consciente que ellos siguen siendo útiles, siguen teniendo la vida por delante, como dice nuestra profesora Lulú de danza: "no es que llegue a los 60 y ya no sirva". Me cambió la vida porque me hace ver las cosas de manera diferente, querer ser como ellos, envejecer activamente, seguir aprendiendo y conociéndome, como lo hacía mi abuelita, que iba a sus clases, salía de fiesta…

El proyecto por ahora está virtualmente, y es mi proyecto de vida. Sabemos que nos queda un gran camino, que vamos comenzando, pero tenemos en mente seguir adelante, hacerlo presencial, estar en escuelas, que los niños aprendan que no nada más es ir al asilo, visitar a los adultos mayores y dejarles cobijas, sino que nosotros podemos aprender todo tipo de cosas de ellos y reconocer lo que saben.

MJA: También me concientizó mucho y me hizo ver diferente a los adultos mayores. En las empresas en las que he trabajado, a personas muy jóvenes, que estaban en la cúspide de su carrera profesional, las obligaban a retirarse a los 53 o 55. A tus 55 o 70 años sigues siendo un ser 100 % funcional y útil. Todos nuestros profesores tienen las capacidades físicas e intelectuales para dar las clases, tienen muchísimas ganas de vivir. Realmente les hacen falta oportunidades, por eso es muy necesario incluirlos y asegurar que su calidad de vida sea excelente. Cuando yo sea adulta mayor quisiera conservar un empleo o seguir estando en sociedad, conviviendo.

Siempre había sentido la necesidad de que mi camino profesional dejara algo, aunque sea chiquito, y sentía que mis trabajos nunca llenaban esa parte. Por más que estuviera aprendiendo y trabajando en algo interesante, no me sentía totalmente conforme con mi vida hasta que empecé con Maelen. Creo que todavía es un proyecto chico, pero tal vez en dos o tres años podría ser mi trabajo de tiempo completo, esto puede crecer a un grado en el que sean muchísimas personas involucradas y beneficiadas. Los cambios no sólo los vemos en el profesor, muchas veces también en cómo los hijos y nietos se integran, vemos cómo las familias se van transformando: los nietos conviven y van a la casa del abuelito cuando da la clase, o los hijos, que son los que ayudan a grabar, están ahí presentes. Aunque sean cambios chiquitos, creo que están generando algo positivo en la vida de muchas personas.




Mancerina