Carrusel / Entre Voces / No. 223

Entre hifas: cobijar a las más pequeñas



Sin que nos demos cuenta, desde niñas tenemos intuiciones que nos hacen seguir pasos del método científico: primero observamos, analizamos y preguntamos, por mera curiosidad: ¿qué sucede si hacemos esto? Y entonces formulamos una hipótesis. Podemos probar, tocar, experimentar y obtenemos un resultado. Entonces volvemos a preguntar: ¿cómo se siente?, ¿qué nos produjo?, ¿por qué es así? Ésta es la base de la ciencia, que nos acompaña día a día, en las cosas más sencillas.

Conforme se aleja la curiosidad infantil, surgen ideas erróneas sobre el quehacer de la ciencia: que es muy difícil y aburrida, o estereotipos sobre quiénes sí pueden seguir este camino y quiénes no. Esto genera una línea de desigualdad, sobre todo en cuanto a roles de género que se vuelven una barrera para las expectativas y desarrollo de muchas niñas en todo México.

El Programa de Vocaciones Científicas en Niñas de Yucatán surgió en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Mérida de la UNAM. Está coordinado por la doctora en Ciencias Ana Castillo y en él participa un equipo interdisciplinario de profesionales de la ciencia, la pedagogía, la interculturalidad y el diseño, así como estudiantes de estas áreas. El programa busca mostrarles a las niñas que, si desean ser científicas, pueden lograrlo.

Entrevistamos a varios de sus integrantes: Yohualli Lara y Frida Vilchis, quienes participan en la coordinación del programa y verifican que el contenido sea intercultural y con perspectiva de género; a la bióloga Yazmin Martínez, encargada de la difusión del programa y creadora del podcast Concienciamente; a Lissette Sánchez Arroyo, estudiante de Biología, quien apoya en el contenido temático y diseño de los talleres; y a Camila Loza y Braulio Vázquez, quienes son parte del área de comunicación y diseño gráfico del programa.

¿Qué inquietudes dieron lugar al Programa de Vocaciones Científicas en Niñas de Yucatán?

Yohualli Lara (YL): Hay antecedentes en los que se da voz a mujeres que han tenido un proceso muy complejo en lo académico por el simple hecho de ser mujeres. De ahí surge la idea de que existan mujeres docentes que apoyen a niñas, en este caso de Yucatán, para que se sientan cobijadas y consigan alcanzar sus objetivos; se trata de impulsarlas desde todas las perspectivas, incluyendo la interculturalidad, el género y múltiples disciplinas. El programa surge de la motivación de considerar que las mujeres podemos abarcar todas las áreas de lo académico, desde las ciencias humanas hasta las exactas.

Yazmin Martínez (YM): Buscamos generar habilidades científicas en niñas y niños de escuelas de zonas rurales, promover el pensamiento crítico y científico, y generar más conocimiento desde una edad temprana. Que duden y pregunten. No está dirigido a científicos ya formados, sino que busca encontrar en esas escuelas a niños con talentos.

Braulio Vázquez (BV): Nos interesa evitar que niñas y niños pierdan la creatividad y la curiosidad. Todos las tienen, pero en ciertas zonas marginales siempre llega un momento en que se frena este pensamiento.

Lissette Sánchez Arroyo (LSA): El nombre del proyecto se debe a que tanto en el país en general como en Yucatán, hay una segregación de los estudiantes al momento de elegir ciencias: los hombres que escogen carreras científicas son casi el doble en comparación con las mujeres. Esto se debe a que a las niñas se les dice desde pequeñas que carreras como Ingeniería o Matemáticas no son para ellas. Este proyecto busca que desde chicas entiendan que tienen la misma capacidad, que no hay carreras específicas para hombres o para mujeres. Por esto partimos de la perspectiva de género. Los talleres van dirigidos a niñas y niños, pero el acompañamiento y las mentorías son específicos para ellas, para que cuenten con un apoyo externo en caso de que no tengan apoyo familiar.

¿Quiénes integran el programa?

YM: Primero están las mentoras: las científicas que instruyen la investigación y promueven temas o campañas específicas. Después estamos los talleristas, que realizamos juegos, presentaciones y dinámicas para generar el conocimiento. Luego está el equipo de difusión, que crea material para las redes sociales: videos, podcasts, animaciones, imágenes.

¿Cómo son los talleres específicos para niñas? ¿Cuál es su particularidad?

LSA: En el caso de mi taller, que es un laboratorio virtual, procuro incluir a investigadoras al hablar sobre un tema; usualmente suele ser más famoso un científico hombre, entonces trato de buscar la figura de una mujer científica que también haya realizado un descubrimiento relevante, pero que no sea tan conocida. Para el taller “Ciencias sin fronteras”, dirigido a niñas y niños, hacemos una planeación previa con propósitos, división del tiempo y valores transversales como la equidad y la interculturalidad. En el caso de los talleres que son sólo para niñas —el de mentoras a distancia— buscamos mujeres investigadoras, de preferencia mexicanas, que estén trabajando en el extranjero, haciendo su maestría o doctorado. Buscamos alentar a las niñas, darles un ejemplo: “si ellas, las científicas, pudieron hacerlo, tú, niña, también puedes”. Por otra parte, en los talleres de niños y niñas fomentamos la solidaridad mutua para que entre ellos se sientan y reconozcan igual de capaces e inteligentes.

¿Por qué se considera que es particularmente a partir de los seis años que las niñas dejan de creer en el poder de la mujer o en su capacidad para ser científicas?

YL: Es un tema muy complejo. En el taller de la doctora Ana Servera sobre perspectiva de género, se habló de que en nuestra lengua se hace referencia a lo masculino. Siempre el genérico es el masculino: se habla de doctores, ingenieros, etcétera, y esta carga hacia un solo género repercute en el lenguaje, en la imaginación y en las estructuras del pensamiento que los pequeños van replicando.

En las niñas y los niños pasa mucho: el primer grupo con el que conviven, de quienes absorben todo y de donde obtienen las primeras herramientas para comunicarse es la familia. Si crecen en un entorno, como todos nosotros, en el que la educación se inclina hacia la división, el menosprecio o la estigmatización del género, se revela que no es que las niñas por sí mismas crean que no pueden, sino que se les dice que el suyo es un espacio determinado, que tienen capacidades distintas y límites. Es una serie impresionante de prejuicios. Por eso, si los profesores y profesoras han tenido ese mismo desarrollo del pensamiento y del lenguaje, lo más probable es que no vayan a romper esa cadena.

Lo importante, de acuerdo con Ana Servera, es que al momento de elaborar los proyectos nos cuestionemos: en qué persona estamos pensando al hacer la planeación, hacia quién la queremos dirigir. Hay que verificar si consideramos a niños y niñas con dificultades del habla o de la escucha, a quienes tienen una familia sumamente machista o bien un matriarcado. ¿Tomamos en cuenta si hablan otra lengua? ¿Cómo es el espacio que habitan? ¿Cuáles son sus ingresos económicos? Entonces nos debemos preguntar si planeamos para nosotras mismas o para las niñas y los niños y la realidad con la que conviven. Ahí mismo podemos darnos cuenta de nuestro propio bagaje en cuanto al género, a la ideología, a lo vertical, y si no somos precavidas, provocamos que las niñas y los niños repliquen todo lo que ven y escuchan.



Una premisa del programa es la interculturalidad. ¿A qué se refiere?

YL: Es necesario ver el trasfondo: la sociedad mexicana es sumamente diversa, compleja e imbricada con muchas culturas; además vivimos un proceso colonial del que ahora somos conscientes. Entonces, poder enfrentar todo esto implica tener noción de que somos parte de una sociedad conflictiva que trae consigo restricciones, como lo ha sido para la mujer pertenecer a las áreas de la academia. En este caso somos muchas mujeres las que pertenecemos a este programa, y se trata de que todas contemos una misma historia con diferentes versiones: el esfuerzo por llegar hasta donde estamos.

Una vez que se logra percibir esta gama tan amplia, trabajar con ellas y ellos en realidad no es tan complejo. La diversidad está en el lenguaje, en el carácter, en nuestras expresiones, en lo que les decimos a las niñas, en cómo lo transmitimos como padres, profesores, hermanos, mentoras o talleristas. Una puede combinar la pedagogía con la perspectiva de género y decirles: tú, como niña, como niño, tienes voz, tienes imaginación, tienes capacidad. Se trata de deconstruir todo eso que nos han planteado desde hace mucho tiempo, ahí se encuentra la interculturalidad.

Y entonces, ¿cómo motivar a una niña o a un niño a quien le impacta utilizar términos tan rimbombantes como “metodología”, “herramientas” o “pensamiento científico”? Hay que explicarles con elementos que ya conocen de la tradición oral que replica el abuelo, la mamá o la nana que siempre están a su lado. Es en los elementos de lo cotidiano donde también se encuentra la interculturalidad. Si retomamos experiencias y escenarios de su vida como la playa, la cosecha, lo que consumen, es más sencillo acercarnos a otras facetas del conocimiento como el pensamiento crítico o científico. Se preguntan: “¿por qué es verde?, ¿por qué sabe así?, ¿por qué sólo en esta parte del año?”. Y entonces quitamos las cargas de los roles de género, la religión, los castigos. Se vuelve un proceso impulsado por la horizontalidad, el intercambio y la interculturalidad.

Frida Vilchis (FV): La interculturalidad es importante porque estamos hablando de niñas de Yucatán que ya tienen saberes previos, como la herbología o la cosecha, que no son tomados en cuenta como conocimiento. Lo que tratamos de hacer es complementar sus conocimientos con el “conocimiento occidental” y mostrar que no están peleados.

En este sentido, ¿cuáles son las particularidades de los talleres en zonas rurales? Por ejemplo, ¿hay talleres en lenguas originarias?

LSA: Usamos sobre todo herramientas de su ambiente. Por ejemplo: las niñas de Chimay —un Centro Comunitario de Trabajo, Educación y Cultura Ambiental— son de Sisal, entonces tienen mucho contacto con el manglar; están acostumbradas a convivir con cocodrilos, peces y aves. Se trata de utilizar esto para que les cause más curiosidad y se pregunten cosas como: ¿cómo es el cocodrilo?, ¿cómo diferenciar a un macho de una hembra?

En cuanto a la difusión en lenguas maternas sí se ha pensado. Como el programa contempla muchas actividades —podcasts, videos, laboratorios virtuales, historias animadas—, primero queremos tener las bases del proyecto para después hacer una traducción al maya.

El programa se enfoca en escuelas de zonas rurales y urbanas marginadas de Yucatán; esto es muy importante para dejar de centralizar el conocimiento y su desarrollo. ¿Cómo se hizo la selección?, ¿cómo logran crear lazos entre estas comunidades y hacia afuera?

YL: Hay 17 escuelas seleccionadas a través de un convenio con la SEGEY —Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán— y la ENES. Estas escuelas tienen un índice de alumnas que se encuentran entre lo rural y lo urbano, y cumplen con características referentes a la zona.

Para llegar a más espacios estamos trabajando en podcasts y videos. Por ahora no habrá talleres en otros espacios o municipios porque se necesita un proceso previo de capacitaciones para las mentoras, las talleristas y los profesores que van a acompañar a las niñas. Pero se está elaborando un manual con infografías para que toda esta información y capacitación se pueda compartir digitalmente y, ojalá, también en fanzines o flyers. La idea es que después haya un resguardo digital para que cualquiera pueda acceder a este trabajo.

¿Cómo es la respuesta de las familias de las niñas que reciben acompañamiento?

YM: En una ocasión, una niña de Yucatán de aproximadamente ocho o nueve años iba a participar en un video sobre el acercamiento al programa, pero sucedió que unos días antes de la grabación, al reunirnos para ponernos de acuerdo, la doctora Castillo nos comentó que los padres de la niña no permitieron que participara porque consideraban que no era necesario que estuviera ahí o se convirtiera en científica. Le estaban negando la posibilidad de desarrollar otras capacidades, hechos como éste nos motivan para seguir educando y apoyando cualquier potencial que tengan las niñas: artístico, emocional o científico. Porque más allá de su contexto, es la persona quien tiene un carácter y una vocación para desarrollar. Aun así, en general hemos tenido más experiencias satisfactorias.

El sentido de la divulgación parte de que hay una gran diferencia entre el conocimiento científico en sí mismo y saber compartirlo. ¿Cómo interactúan la parte científica del proyecto y la parte de diseño y comunicación?

BV: En la edición de materiales a distancia por la pandemia; se les ha pedido tanto a las niñas científicas como a las mentoras que graben y envíen sus videos, y nosotros los editamos. Lo que hacemos es traducir la información a un mensaje accesible para los niños, pero también traducimos sus ideas de manera que puedan compartirlas con las personas mayores. Como muchos de estos videos se publican en redes sociales, no se trata de que sean sólo infantiles.

Sobre el proyecto en general, me ha sorprendido ver que los niños ya tienen el pensamiento científico, y que las niñas ya se dan cuenta de que es el machismo lo que no las deja avanzar en su formación. Ellas ya tienen estas respuestas, tienen noción de su entorno y el apoyo de las mentoras las motiva a no dejar este camino de la ciencia.

Camila Loza (CL): Yo me encargo de las redes sociales. En ellas, además de estos videos, utilizamos los dibujos realizados por las niñas y los niños en los talleres como ilustraciones; con eso complementamos el material de difusión. Ha sido bonito ver su trabajo, es sorprendente el gusto que tienen por aprender más.

El programa selecciona a niñas que han participado en sus talleres para darles seguimiento. ¿En qué consiste esta fase del proceso?

YL: Las mentoras participan por gusto, porque ellas eligieron estar ahí. Sus colaboraciones llegan a partir de una invitación; no es algo remunerado. La idea es que en algún momento ellas puedan ser las mentoras definitivas de las niñas, que generen un verdadero vínculo que les permita estar al pendiente de ellas y sentir el compromiso de compartir algo más que sólo un momento en el programa.

Originalmente nos planteamos trabajar con mentoras presenciales y a distancia, en el entendido de que con las segundas también se planteaba la posibilidad de reunirse más adelante. Con la pandemia hemos tenido que replantear el acompañamiento, digitalizar las actividades, buscar que pueda haber una verdadera transmisión y comprensión. El propósito original era que los talleres fueran primero para todos: niñas y niños. Luego se haría una selección de niñas con su respectiva mentora y, después, se impulsaría un proyecto individual, que sería la parte final del programa con un resultado material. Lo importante es que sigan con el vínculo y puedan dar un paso más después de los talleres. El seguimiento va a ser un proceso complejo cuando se ponga en marcha. Todavía tenemos un gran reto por delante.