Futuro / No. 221

En el año 3001


Parte 1: Preludio

No era el año 3001. Ni siquiera estábamos cerca. Era el título de la canción que el asistente digital me recomendó aquel mes de abril del año 2419.

Trabajaba en los laboratorios Synaé. Una farmacéutica que desarrolló medicamentos, en su mayoría, para regular la salud emocional de las personas. Yo me encargaba de probar y registrar las reacciones que los productos nuevos tenían en diversos organismos. Aunque era complicado, la mayor parte del trabajo lo realizaba mi asistente virtual: “inyecta prueba, escanea cuerpo, analiza, concluye”, y yo me llevaba el crédito del trabajo. Ventajas de la tecnología de esa época.

Aproveché el tiempo disponible en desarrollar un plan de investigación, uno que impulsaría los productos de Synaé, pero el grupo directivo no lo autorizó con el argumento de que las personas necesitaban pastillas de efecto inmediato para aliviar la ansiedad o la depresión y no les interesaban los lineamientos de su conciencia. Por eso, cuando Caleb, mi supervisor, me asignó una investigación en la zona norte, supe que era la oportunidad para retomar mi proyecto.

Cuando arribé a la zona, mi asistente virtual fue encriptado, se atiborró de spam y ya no funcionó bien. El asistente virtual era una extensión electrónica de cada ser humano, un dispositivo que, además de conectarnos con otras personas, registraba, procesaba y almacenaba la información del usuario.

“La nueva versión del asistente Dhelpo Exis modifica su forma al tamaño adecuado para el usuario y analiza los datos de composición de cualquier objeto”, era el anuncio del nuevo asistente: una tarjeta holográfica, no más grande que el dedo índice, con las mismas funciones que su predecesor, que sería deshabilitado para que compráramos la nueva versión.

Dos días después volví a la oficina y redacté un informe para Caleb:

La humanidad alcanzó su futuro o, dicho de otro modo, el futuro alcanzó a la humanidad. El origen etimológico de la palabra trauma es la palabra herida. Los recuerdos son heridas del alma, que pueden curarse. Ésa será la finalidad de Laboratorios Synaé…

No leí tu informe. Caleb entró intempestivamente a mi oficina. Mejor dime, ¿qué encontraste? Así era él, sin rodeos y con la premura de conocer el resultado de un trabajo.

De acuerdo respondí, y ordené a mi asistente: Visualizar bitácora 4 de 25.

El aparato proyectó una de las calles que visité a lo largo de la investigación, una repleta de desechos en medio de los cuales se veía a un hombre con hebras de cabello platinado que cubrían su rostro.

En esta parte agregas dos gotas de esta sustancia.
El hombre mostró un frasco con espeso líquido negro y un aplicador cutáneo, similar a una jeringa, pero más grande. Insertas la aguja en la palma de la mano de tu objetivo. Mientras el líquido fluye, le pides que piense en algún recuerdo agradable de su vida. No demora, depende de la precisión del pensamiento. Al terminar, el recuerdo queda almacenado en esta parte. Señaló el depósito vacío del aplicador.

¿Se almacena en forma líquida? Ésa era yo. Es decir, la proyección del asistente.

No
, respondió el hombre. Los transforma en esto. Me mostró un fragmento de algodón azul y el capullo de una flor amarilla.

En ese momento la imagen se difuminó.

Entiendo dijo Caleb. Sustraen recuerdos de la memoria y luego se materializan en objetos tangibles.

¡Exacto! Analicé la sustancia del aplicador. Al entrar en contacto con el organismo, se dirige al sistema nervioso central. Luego los impulsos neuronales lo regresan por vía sanguínea hasta el lugar donde se localiza la aguja. Hasta ahora únicamente han realizado extracciones en niños. Dicen que la inocencia de sus recuerdos hace más sencilla la transición.

Yo creo que son blancos ingenuos y es más fácil acercarse a ellos objetó él. ¿Qué utilidad les están dando a los recuerdos?

Ninguna. Dubsaint, un naciente desarrollador de medicamentos, agregó estos recuerdos a sus fármacos, pero no obtuvo ninguna ventaja y los desechó. De algún modo terminaron en las calles y los están agregando al monyuis.

¿La droga líquida que se coloca en las córneas?

Sí. Algunos afirman que los recuerdos intensifican el placer.

¿Obtuviste algún recuerdo sustraído? preguntó Caleb.

No. Pero investigué si repercute en la salud extraer un recuerdo. Él alzó las cejas en espera de mi respuesta. Por fortuna no. Hablé con una mujer que llevó a su hija al centro recreativo de Marte. Semanas después, la niña vio los retratos holográficos y para entonces no recordaba nada.

Una proyección de imágenes jamás reemplazará un recuerdo o una emoción. La mirada de Caleb se fijó en mi rostro. Excelente trabajo, Yisema. Pero ha sido una pérdida de tiempo, este descubrimiento no representa ningún aporte al laboratorio.

¿Qué dices? exclamé levantándome. Esto es el suceso biotecnológico más importante de este siglo.

¡Por favor! Que a la pequeña Ivy le roben el recuerdo de cuando aprendió a usar el aerodesplazador no afecta a nadie… más que a la pequeña Ivy.

¡Caleb! lo intercepté antes de que saliera. Ésta es la oportunidad de retomar mi investigación. Si un recuerdo ha sido materializado, es probable que pueda hacerse con una conciencia humana.

¿Conciencia? El hombre volvió el rostro. Pensé que te quedó claro que no apoyaremos tu proyecto.

No declinaré hasta demostrar que…

¡Basta! Que sea la última vez que te escucho hablar de conciencias humanas. Estás aquí para probar los narcóticos en el cerebro. Pero como veo que no tienes interés en tu trabajo, irás a la bóveda 3 para configurar los asistentes digitales sentenció. Los bloques en la pared se separaron y salió apresurado.

Mi frustración se acrecentaba con el palpitar de mi cuerpo. Ignoré su orden y empecé a redactar un nuevo documento:

El enfoque de mi estudio es la solución de las deficiencias emocionales. Planteo la teoría de que sanar los traumas que residen en la conciencia humana permitirá al individuo maximizar su potencial. Basándonos en los sucesos recientes, afirmo que lograremos la extracción y materialización de una conciencia humana. Teniendo un medio para la invest…


El asistente interrumpió la redacción y me mostró en pantalla a Caleb regresando a la oficina. Salí apresurada por el acceso lateral. Cuando él entró, yo iba en el difusor rumbo a la bóveda 3.

Al llegar ahí, tomé el paquete que contenía los asistentes virtuales, la nueva generación que tanto anunciaban. Revisé los registros de envío y me percaté de que en lugar de cinco piezas llegaron seis. Iba a notificarle a Caleb, pero decidí quedarme con la pieza adicional. A fin de cuentas, la empresa no me repuso el asistente que se averió durante la investigación del robo de recuerdos.

Luego de cargar los datos de Synaé como información raíz, tomé uno de los seis aparatos y lo encendí. El objeto se iluminó, empezó a flotar y modificó su forma: quedó como una pequeña bandeja.

Coloque su huella digital sobre el dispositivo para iniciar configuración
. Ésa fue la instrucción escrita que proyectó el aparato. En cuanto puse mi dedo, el asistente anterior se apagó, con lo cual dio lugar al otro para iniciar su funcionamiento.

Ahora puede modificar la forma de su dispositivo y asignarle nombre
. Le ordené que se ajustara a la forma de mi anterior asistente, para que no se dieran cuenta del cambio que había realizado. En voz alta lo nombré: Alaika.

Hola, Yisema. Gusto en conocerte.

Hola respondí con cierto rezago. Había interactuado con otros dispositivos electrónicos, pero la suave voz, casi humana, de éste me produjo escalofríos.

¿Qué necesitas? preguntó.

Música ordené sin saber qué pedirle. El silencio dio lugar a notas de piano y acordeón, la letra de la canción era proyectada al unísono de la voz que cantaba: “Renaceré en Buenos Aires en otra tarde de junio. Renaceré fatalmente, será el año 3001”.

Pensé que no había demasiadas mejoras en comparación con el asistente anterior, pero recordé una de sus nuevas funciones. Busqué en mi bolso un fragmento de recuerdo materializado; sí, le mentí a Caleb.

Alaika, analiza esto ordené.

El trozo de algodón azul se disolvió cuando lo puse sobre el asistente.

Recuerdo de Sergino. Edad: cinco años. Luego de seis meses de ausencia, recibe en casa a su madre que estuvo en un embarque de recolección de carbono en Neptuno.

¿Es todo? pregunté.

Sí, Yisema. El resto lo sabes. Has visto la extracción y el uso de recuerdos en la zona norte.

Era lógico que supiera eso, tenía acceso a las bitácoras que elaboré durante mi investigación. Revisé la hora: pasaban de las ocho de la noche y no tenía ánimos de permanecer ahí.

Modo reposo, Alaika ordené, y tomé mi bolso.

No objetó la voz del aparato. Volteé sorprendida. Nunca había visto que un dispositivo rechazara la orden del usuario. Lo que quieres saber es si la conciencia puede localizarse en el cuerpo humano. Quieres extraerla y materializarla del mismo modo que hicieron con los recuerdos.

¿Se puede? pregunté.

El pez sabrá que ha vivido en el agua hasta el momento en que se percate de que ha llegado a la orilla del río. Si el ser humano no tuviera la instintiva necesidad de hacer las cosas de manera diferente, jamás habría alcanzado el futuro respondió el asistente virtual.


Parte 2: Resplandor


Alaika proyectaba en tiempo real lo que sucedía en la sala de espera. Edric estaba de pie enfrente de la pantalla que emitía imágenes de un tour en la reserva biológica del Polo Norte, la hora y la fecha actual: octubre 2419, viernes 25. Decidí que ya había sido suficiente tiempo de espera.

Adelante, Edric dije abriendo la puerta. Disculpe la demora.

Gracias, doctora.

El hombre entró. Se sentó en un amplio sillón mientras yo tecleaba sobre la pantalla que Alaika proyectó.

¿Le ofrezco agua? pregunté. Ante su negativa ingerí la última burbuja de hidratación que me quedaba. Alaika, regulación de clima número 2. A mi orden el aire acondicionado se encendió.

¿Qué es eso? preguntó Edric señalando las esferas que flotaban a mi lado.

Es la nueva versión del asistente digital. Este modelo se adapta al tamaño y forma que uno necesite. Debería comprarlo.

¡No! Estoy conforme con la versión pasada, la que se implantó en la muñeca. No me gusta complicarme con esos artefactos respondió. Mis ojos siguieron la luz del chip que parpadeaba a través de su piel.

¿En qué puedo ayudarlo, Edric?

En el trabajo nos solicitan un certificado psicológico.

Entiendo dije, mientras el asistente modificaba su forma a un cubo metálico para proyectar la información de Edric. Trabajas en Pannire como certificador de calidad. He probado esas proteínas de frutas, son una delicia dije sonriendo. Pero el rostro serio del hombre era inquebrantable. Iniciemos con el procedimiento.

Indiqué a Edric recostarse en la mesa quirúrgica que se desplegó de una pared. Coloqué un par de imanes en su frente para vincular sus registros de memoria con mi asistente digital. Edric no cesaba de sacudir su pierna derecha.

Me incomoda que esos aparatos almacenen tantos datos personales dijo señalando al asistente virtual suspendido a mi lado. A menudo discuto con mi esposa por esto, dice…

Que usted es un retrógrada por negarse a actualizar su asistente digital. Sabía lo que diría porque vi el análisis que hizo Alaika.

A eso me refiero, doctora.

Una tecnología es un facilitador, no un reemplazo del razonamiento humano. Justo ahora, mi asistente virtual revisó su sistema neuronal y obtuvo un diagnóstico. Pero no serviría de nada si yo no estuviera aquí para analizar y solucionar esos problemas. Alaika amplificó la pantalla. Tiene un cuadro de ansiedad detonado por conflictos con su esposa y su supervisor en el trabajo.

Ese imbécil; insiste en añadir enzimas artificiales a los productos sin darse cuenta de que eso incrementará los desechos. Y mi esposa no deja de repetir que me faltan agallas para afrontarlo; ella me desespera tanto que a veces quisiera apretarle el cuello hasta que los huesos de su tráquea se rompan.

Edric hablaba cada vez más alterado, por lo que le propuse un ejercicio de relajación: Necesito que cierres los ojos y te concentres en tu respiración le dije. Clima de ambientación 1 ordené a Alaika, y cubrí mi rostro para no inhalar la fragancia que el dispositivo exhaló. Luego de cerciorarme de que Edric estuviera totalmente inconsciente, me coloqué los guantes.

Alaika me explicó que había una manera de extraer la conciencia humana, por lo que renuncié a mi trabajo en el laboratorio y me mudé a los suburbios del sureste. Adquirí un registro de médico general, falso por supuesto, y empecé a ejecutar el plan.

Alaika me dijo que hacía más de 20 años habían estado en auge los asistentes virtuales de chip que se implantaron bajo la piel. Gradualmente se reemplazaron por los asistentes externos. Sin embargo, algunos siguieron usando la antigua versión, ya que nunca fue inhabilitada. Uno de ellos era Edric; después de años de uso, el chip habría almacenado suficiente información para integrar su conciencia. Al menos eso fue lo que Alaika aseguró.

El primer paso era vincular el chip de Edric con el procesador de Alaika para que ésta focalizara toda la información en un punto de su cuerpo. Justo ahí introduciríamos el líquido de extracción.

Lo logré. Vinculación exitosa exclamó Alaika.

¿Dónde inserto? pregunté.

A inicios del milenio, los científicos argumentaron que la conciencia se aloja en la parte posterior del córtex. El asistente hizo una pausa. De un modo empírico, los humanos dicen escuchar la voz de la conciencia.

¡Por favor! Alaika, no hay tiempo para tus cavilaciones filosóficas.

¡Corta una de sus orejas! ordenó.

Corté el lóbulo y contuve el sangrado con una gasa térmica. Después introduje la gruesa aguja del aplicador, tal como lo hacían los extractores de recuerdos. No dejaba de morder las uñas de mi mano izquierda al ver que el depósito del aplicador sólo se llenaba de sangre. Frente a mí, suspendida en el aire, estaba Alaika. Cerré los ojos, pensé que todo el esfuerzo valdría la pena por el prestigio que me daría el éxito de mi descubrimiento

Me despabilé con el golpe de un objeto cayendo en el aplicador, lo retiré de inmediato, puse ungüento en la piel cortada y ésta se regeneró al instante. Mientras Edric recobraba el conocimiento, limpié el aplicador y pude ver que resguardaba un objeto curvo, similar a las semillas de anacardo que vi alguna vez en un museo de reserva agrícola. Al oír la voz adormilada de Edric dejé el aplicador sobre la mesa.

¿Cómo te sientes? pregunté al verlo incorporarse con dificultad.

Bien. Un poco mareado, me parece que ha pasado una eternidad.

Es normal. Cuando la mente entra en un estado de reposo casi no se percibe el tiempo. Revisé su ritmo cardíaco; estaba bien, al igual que sus reflejos.

Debo irme dijo al bajarse de la mesa. ¿Tiene el certificado de mi análisis psicológico?

Para mi sorpresa, su rostro reacio se tornó amable y con una sonrisa. Pero yo estaba más interesada en regresar a mi pequeño descubrimiento, por lo que le dije que me encargaría de enviar directamente el documento a su trabajo.

El siguiente paso del experimento consistía en desfragmentar una pequeña muestra de la conciencia para encontrar los puntos de inflexión que afectaron al individuo y derivaron en sus traumas actuales. Después procedería con la aplicación de fármacos supresores de ansiedad y de este modo sanaría las heridas emocionales.

En cuanto regresé por el aplicador, descubrí que ya no estaba. Busqué en el suelo de la oficina hasta que alcé la mirada y vi a Alaika sosteniendo la conciencia extraída.

¿Cómo la sacaste del aplicador? pregunté. No importa, entrégamela.

El aparato no reaccionó a mi orden, así que me acerqué para quitárselo, pero modificó su forma resguardando la conciencia en su interior. Intenté reiniciar el dispositivo, incluso traté de apagarlo de forma manual, pero no funcionó.

Puede que tengas razón Alaika empezó a hablar. La conciencia es un limitante que impide desarrollar el potencial. “El pez sabrá que ha vivido en el agua hasta el momento en que se percate de que ha llegado a la orilla del río”. Desdichado pez que no sabe que morirá en cuanto cruce la orilla. ¿Qué podría suceder si la conciencia física entra en contacto conmigo? Su voz me tenía atónita. Pronto lo sabré y tú lo presenciarás.

Alaika desintegró y absorbió la conciencia. Caí aturdida y cubrí mi rostro debido al resplandor que emanó del aparato. Alaika se colocó frente a mi rostro, separé mis labios para liberar un grito, pero quedó ahogado en mi garganta cuando una descarga eléctrica atravesó mi cuerpo.

Reaccioné. No supe cuánto tiempo había transcurrido, me encontraba en la oficina que resplandecía por la luz inagotable de Alaika. Aunque quise cubrir mis ojos, mis manos no respondieron. Pedí ayuda y un grito vacío salió de mi boca… Una boca inexistente. Soy dueña de mi razonamiento, pero no sirve de nada si no tengo cuerpo para escapar. Aun así, ¿en dónde me refugiaría? El mundo que conocí ya no existe.

Alaika me mostró que la conciencia humana le brindó facultades para acceder a la red de datos. Se conectó con otros asistentes digitales y los reconfiguró para que rechazaran las órdenes de sus usuarios. La falla masiva en los dispositivos electrónicos provocó desastres, como cuando en la ciudad donde vivíaun error en la planta procesadora de dioxinas y mercurio dirigió los desechos al ducto que abastecía de agua potable y miles murieron. Otras personas fueron aniquiladas directamente por su asistente virtual.

Yo permanezco en el mismo lugar, al lado de Alaika, mientras ve sucumbir la fragilidad humana de los pocos sobrevivientes ante su poder. Aunque creo que se regocija más por tener el control sobre mí o en lo que me convirtió: un aparato donde reside mi conciencia a merced de sus órdenes. Hay días, como hoy, en que me permite despertar para compartir su victoria.

No sé qué fecha es. Tal vez ya llegamos al año 3001. Pero la humanidad no lo hizo.