Bestias / No. 220

Noche común

                      

Olivia sale de trabajar. Son las 7:00 p. m. Ya está oscuro. ¿Por qué está así el cielo?, se pregunta. Hace un recuento de su día. Se quedó tiempo extra pero no es para tanto. No debería ser de noche. Sigue de pie sobre el primer escalón del edificio que la recibe todos los días a las 9:00 a. m. De repente lo recuerda: el maldito cambio de horario. Se alivia por encontrar una explicación lógica y a la vez se enfada por haber olvidado atrasar su reloj.

La calle está sola. Después de resolver su confusión, Olivia baja del peldaño y apoya sus botas sobre el frío concreto. Camina una cuadra. Camina dos cuadras. La iluminación se hace más tenue con cada paso que da. Escucha que alguien más camina varios metros detrás de ella. Son pisadas ligeras, apenas audibles. Le da igual. Seguro que también se dirige a la estación.

La silueta guarda su distancia con ella. Nada de qué preocuparse. El sonido se acerca un poco más. Olivia respira en búsqueda de calma. Probablemente tiene prisa, razona. Las pisadas se hacen más graves conforme avanzan, como si pesaran más y más. Olivia inhala y exhala de nuevo. Todo estará bien, se dice a sí misma. Los pasos se aceleran. Siente su corazón retumbar más rápido. Me están siguiendo. Dios mío, me están siguiendo.

El miedo se empieza a apoderar de ella. Imagina el aspecto de su depredador. Ojalá que sea una quimera, ruega. Aprisiona sus llaves entre sus dedos nerviosos. Ojalá que tenga alas de dragón en vez de dos brazos. El sudor empapa su helada nuca. Ojalá que tenga cuernos de cabra en vez de barba mal afeitada. Olivia acelera el paso. Ojalá que tenga colmillos de tiburón y no aliento de alcohol. Corre sin saber hacia dónde va. Ojalá que tenga cola de león en vez de una erección. Desconoce los edificios y las calles que la rodean pero no le importa. Se adentra en ese abismo a la velocidad que sus piernas le permiten.

Olivia tropieza con un adoquín. Cae sobre el concreto. El pánico le impide levantarse. Abraza sus rodillas y tiembla como una niña pequeña. Los pasos que la acechan se detienen por un momento. Vuelven a avanzar, pero recuperan su sonido ligero. Los acompaña una voz femenina: ¿Estás bien? Una chica de la edad de Olivia se inclina sobre ella. ¿Qué ha pasado? Olivia abraza a la desconocida y llora sobre sus espaldas. Mira alrededor. Sólo están las dos.