Juego / No. 219

Callejero Fighter

                      
[…] y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente
con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
J. C.


1. Estoy seguro de que todo sucedió en 1998.

2. La única seguridad es la del narrador, por lo que te ordeno que vuelvas a 1998.

3. Estoy casi seguro de que todo sucedió en la tiendita de don Pepe, en la colonia Las Flores.

4. La tienda de don Pepe en realidad no era una tienda; era un negocio de maquinitas.

5. Los idiotas se preguntarán qué son las maquinitas. Si eres idiota, deja de leer este cuento ahora mismo.

6. Las maquinitas también se llaman arcadias. Los idiotas les decimos videojuegos; los más idiotas, tragaperras.

7. Era 1998 y la vio entrar al negocio de maquinitas de don Pepe. Peleaba contra Dhalsim. El olor a chicle lo hizo voltear; era una niña, tenía su edad.

8. La moneda entra y un sonido te dice que has comenzado.

9. El juego se llama Peleador Callejero, su versión en inglés: Street Fighter.

10. Si a finales del siglo XX no jugaste videojuegos, eres un idiota o estás muerto.

11. Todos sabían que de cuatro a cinco de la tarde la máquina era suya. Cuando digo todos, me refiero a la gente, a la masa viscosa de ojos y juicios que le importaban y lo reconocían como El Vago.

12. A finales del siglo XX, se le llamaba vago a aquel adolescente docto en las maquinitas. Para ser un vago, la prueba de fuego era convertirse en Callejero Fighter con una sola moneda.

13. Una moneda de un peso de 1998 equivale a un lingote de oro. Quien lo vivió lo sabe.

14. La vio entrar; eran las 16:17. Metió la moneda y lo retó. La preocupación era menor que la sorpresa. Una mujer retándolo, una mujer de su edad.

15. Escogió a Ryu, pero vestido de color oscuro. Él era Ken Masters. En la pantalla, los dos jugadores esgrimen una batalla universal: Héctor y Aquiles.

16. Golpe fuerte, patada débil, giro en el aire, agarre y hadouken. Un combo tras otro, como caer de la cama y despertar con el susto.

17. Un combo, para los idiotas, es un movimiento concatenado de golpes. Así se hablaba en los noventa. Quien no lo sabe está muerto.

18. La cuenta regresiva en inglés lo sacudió. Frente a él, la imagen de su personaje ensangrentado; sobre esa misma imagen, el reflejo de la sonrisa de su contrincante. Lo habían vencido; el rey de las cuatro de la tarde había caído.

19. No existe una cartografía del deseo. Nadie elige el momento en que el deseo de un beso emerge. No existe una guía definitiva de cuándo sí y cuándo no. El beso es un tigre, un tigre hambriento.

20. Moneda tras moneda, el resultado siempre fue el mismo: aquella chica controlaba a Ryu como nadie.

21. Besar a tu enemigo. Todo se reducía a ese hecho para el rey de las cuatro de la tarde. Besar a tu enemigo, admitir que te gusta.

22. Sucedió aquella tarde de cambio de horario, los dos sentados en la entrada de las maquinitas de don Pepe, intentando explicarse la sencillez de cambiar las horas, de adelantar el tiempo, como en las maquinitas.

23. "¡Órale, pinches chamacos, si no están jugando no se pueden sentar a platicar!", les decía don Pepe.

24. ¿Será que pueda besarlo? ¿Será que pueda besarla? La pregunta de ambos, la pregunta que no se expresaba con la boca, la pregunta que no podía venir de los labios, como si éstos pudieran traicionar a su interlocutor y lanzarse, aunque todos en las maquinitas les hicieran burla.

25. Había visto muchas niñas de su edad y más grandes, pero ninguna le pareció besable. Nunca pensó siquiera en tocar la boca de una niña, pero ella, con esa boca, lo hacía dejar de pensar en Peleador Callejero.

26. Ella pensaba que si él la besaba entonces podría molestarse con él. Pero eso no sucedía. ¿Acaso no le parecía atractiva? ¿Debía dejarse ganar en el Street Fighter?

27. Dos niños de 12 años mirándose, sentados en la entrada de las maquinitas de don Pepe.

28. En 1998, los niños de doce años no tenían justificaciones para iniciar su sexualidad en un negocio de maquinitas.

29. ——¿Crees que exista vida después de la muerte? ——inicia ella.

30. ——Hay otra vida, como en el Street Fighter, pero necesitas otra moneda para continuar.

31. El campeón de las cuatro de la tarde pensó que tal vez debía responder otra cosa. Quizá la pregunta era la clave para el beso, así que intentó componer la respuesta.

32. ——Sí, muchas veces pienso que no se acaba todo al morir.

33. La respuesta le gustó; incluso hizo que le prestara más atención. Se dio cuenta de que no le gustaba su nariz. Era un jovencito sin gracia, pero no podía descubrir por qué le gustaba. ¿Era su pelo, era que lo había vencido? No podía llegar con sus amigas y decirles eso; le dirían idiota. No podía decirle a su madre: “Me gusta porque juega Street Fighter”.

34. Su respuesta le dio valor. Únicamente tenía que besarla, aunque luego saliera corriendo y don Pepe les echara agua y los correteara un rato. Sólo quedaba besarla, pero moría de miedo. Recordó la primera vez que logró terminarse Peleador Callejero y sintió más nervios; ¿entonces cómo se hace esto?, se preguntó. El vacío de la respuesta se lo recordó: nunca había besado a nadie y menos en las maquinitas. ¿Qué sucedería si pasa su mamá, o sus primos? ¿Qué tal si a la niña la veían desde la puerta de su casa?

35. El silencio y las miradas cruzadas no daban pistas entre los dos.

36. ¿Y si lo golpeo en cuanto me bese?, se preguntó la niña mientras pasaba una moneda entre sus dedos. Pero, ¿por qué no me besa? ¿En verdad estoy tan fea? ¿Tan detestable soy por haberle ganado en Street Fighter?

37. La niña se levantó y fue a donde las tragaperras. Dos tipos mayores luchaban e intercambiaban insultos uno tras otro. En el reflejo de las maquinitas la niña vio su rostro, sus pequeños senos en desarrollo. La fragilidad de su imagen la sorprendió con una idea: ¿qué sentiré cuando me bese?

38. En realidad, había sido besada una vez. Había sido uno de sus primos mayores, en la fiesta de graduación de sus hermanos. Pero había sido horrible: su primo apestaba a cerveza y cigarros. Entre el espanto y el coraje, guardó el secreto. Cuando le reclamó a su primo, le respondió que la había confundido. Entonces sintió que lo odiaba. El rey de las cuatro de la tarde se paró y se colocó a su lado. Lentamente, pasó su brazo sobre los hombros de quien recién lo había vencido.

39. Lo que hizo él no lo había previsto. Ella creía que se quedarían sentados, que él la besaría y entonces podría darle de bofetadas, enojarse y salir huyendo como princesa. Pero eso no había pasado: estaban parados y el reflejo de los combates de Street Fighter podía verse en sus ojos. No sabía qué hacer. Quería salir corriendo, enojarse, pero también quería besarlo, sentirse besada, así que se quedó quieta, como una estatua de marfil.

40. Entonces los dos se besaron. Fue un beso torpe, como una pelea callejera.