Editorial / No. 219



De tin marín, de do pingüé. Cúcara mácara, títere fue. Yo no fui, fue Teté. ¡Pégale, pégale, que él merito fue! Jugar es tan inherente al humano que incluso para empezar usamos un alegre juego de palabras. Escribir también es jugar con el lenguaje, por eso comenzaremos este año con un dossier dedicado al juego.

Cuando somos pequeños fluyen en nuestra mente infinitas formas de recrear el mundo y de resignificar cualquier objeto. Si tuviéramos que aventurarnos a señalar una esencia del juego, sería, sin duda, la posibilidad: nos imaginamos como criaturas con poderes irreales, nos situamos en espacios y tiempos ficticios, y establecemos reglas que sólo funcionan en ese pequeño y pasajero universo. Hans-Georg Gadamer escribió alguna vez que “el que no se toma en serio el juego es un aguafiestas”, y es que ya sean juegos competitivos o cooperativos, el compromiso con ese momento es imprescindible: seguir una estrategia, personificar un rol, correr a toda velocidad, mantenerse congelado o bluffear; sin todo esto, el juego pierde sentido y, peor aún, la diversión se acaba.

Hoy, cuando la productividad parece determinar nuestro valor, el juego suele asociarse con una pérdida de tiempo, algo imperdonable para los “adultos responsables”, propio de los niños y los ociosos y una primera invitación al vicio. Desde otra perspectiva, jugar nos libera del devenir cotidiano, abre un espacio al placer per se y, ¿por qué no decirlo?, nos salva de la locura. Entonces, zapatito blanco, zapatito azul, ¿cuántos años tienes tú?

Inaugura este dossier Eduardo Ismael con “Callejero Fighter”, un cuento en el que el autor experimenta con la forma, y los personajes con su primer beso. Le sigue “Cálculos de un sábado” escrito por Gabriel Reyes, un poema en endecasílabos cuyo escenario es el azar. Continúa “Destreza” de Iveth Luna Flores, cuya prosa retrata la habilidad para sortear algunos obstáculos en la vida. “La fiesta de Gonzalo” de Aranzazú Hernández Gutiérrez es una minificción en la que un torbellino de imaginación sacude la mente de la pequeña protagonista. En “La banalidad de lo virtual”, Mateo Peraza Villamil reflexiona en torno a los videojuegos: el delicado límite entre la profesionalización y la adicción. Román Villalobos nos comparte el poema “Dos piezas sobre perder”: una sobre el I Ching y otra sobre la agilidad para ejecutar comandos. Continúa “Aprieta más los labios” de Sujaila Miranda, un cuento breve que refleja una realidad terrible: el secuestro y tráfico de miles de niños, una injusticia que no debemos olvidar. Le sigue un ensayo de Jimena Maralda: “El juego, qué cosa tan seria”, en el que nos comparte su experiencia del juego como un ensayo de lo que la vida depara. En “Game Over”, Diego Fernando Vázquez literalmente juega con las palabras a través de una sugerente recreación de Tetris. La penúltima colaboración es “Lo que una vida dura” de Maurio García Arango, un cuento que nos sumerge en una atmósfera decadente. Cerramos con “Noche de charadas” de Luis Mures, un breve monólogo de flujo de conciencia.

El Carrusel de esta edición comienza con “Tragamonedas” de Alicia Sandoval, escritora y artista visual que también colabora con una serie de collages. Alma Rosa Martínez González dedica Heredades al doctor Miguel León-Portilla, uno de los primeros estudiosos de la filosofía náhuatl. Para Entre Voces Axel Alonso García entrevistó a Roberto Shimizu Kinoshita, director creativo del Museo del Juguete Antiguo de México. En Bajo Cubierta Albert Weber descubre para nosotros la novela Mundo animal del puertorriqueño-costarricense Carlos Fonseca, mientras que Olmo Balam recomienda Gas lacrimógeno y otras cosas que no son poemas de Ángel Ortuño por la manera en que el autor desafía la sacralidad de la poesía. Termina este apartado con “¿Qué pasaría si Desdémona no fuera una mujer mexicana?”, reseña de Diana Karen Espinosa Flores, ganadora del XVI Concurso de Crítica Teatral Criticón de Teatro UNAM.

Cierra este número, en Tinta Suelta, “Ya no quiero jugar” de Andrea Serratos, un divertido cómic sobre una lotería muy millennial. En esta ocasión, el texto de A Contraluz fue escrito por Daniel Pérez Segura e ilustrado por Punking 724. Finalmente, agradecemos al resto de los artistas que nos compartieron su trabajo en este número: Jal Reed, José Ramón Santos, Escalera y Lolo Aburto.

Les recordamos que la convocatoria para participar en el Concurso 51 de Punto de Partida estará abierta hasta el 9 de marzo de este año. Queridos lectores, que este 2020 se permitan jugar con todas las posibilidades que la vida les presente. Que disfruten este número.


Aranzazú Blázquez Menes