Carrusel / Bajo Cubierta / No. 217

Existen, madres arrepentidas

Orna Donath
#madresarrepentidas
Reservoir Books
España, 2017, 269 pp.


Podría parecer que no hay palabras más dispares que madre y arrepentimiento. El discurso sobre las virtudes y la belleza de la maternidad prevalece en la mayoría de las sociedades; sin embargo, hay mujeres que se arrepienten de ser madres y que, si pudieran regresar el tiempo, no tendrían hijos. En la actualidad, y probablemente desde hace siglos, esas mujeres existen, pero pocas veces escuchamos sus voces. Es cierto que a través de la maternidad se preserva la raza humana, pero la idolatría de aquella también implica su simplificación y generalización. Hay decenas de normas sociales y culturales que moldean una forma de ejercer la maternidad: la buena madre debe ser de cierta forma, y las que se salgan de este molde no lo son. Un aspecto que claramente está fuera de esta maternidad ideal es el arrepentimiento.

El título #madresarrepentidas de la israelí Orna Donath, publicado en 2017 por el sello Reservoir Books, llama la atención porque pocas veces, o casi nunca, se escucha decir a una madre que se arrepiente de serlo; en cambio, es común que alguna termine el relato de su experiencia como madre afirmando que “todo ha valido la pena”. Donath, escritora y socióloga, buscó darle voz a un grupo de mujeres de su país que, por el contrario, creen que nada ha valido la pena. La investigación detrás de #madresarrepentidas está conformada por los testimonios de mujeres israelíes con dos características en común: son madres y están arrepentidas de serlo.

Algunas son jóvenes con uno o dos hijos; otras son mayores y tienen nietos; todas coinciden en que, si pudieran cambiar sus decisiones anteriores, ahora no tendrían hijos. Es importante mencionar que los hijos de todas estas mujeres fueron resultado de un embarazo deseado: ninguna tuvo a un bebé producto de una violación, falta de información sobre planeación familiar o alguna cuestión parecida. Por lo tanto, no es posible mencionar el tema del aborto en sus casos; ellas deseaban tener hijos, o al menos creían desearlo al momento de embarazarse. El arrepentimiento llegó después.

Los medios de comunicación, la presión social y familiar, así como el discurso médico que afirma que existe un “reloj biológico” que limita a las mujeres a tener hijos antes de cierta edad, pueden ser algunas de las razones por las cuales una mujer decide ser madre. La narrativa predominante hace creer a la mujer que sólo al ser madre estará completa, que sólo ha venido al mundo para procrear y que, si no lo hace, quedará sola y triste hasta su vejez. Ante este tipo de presiones externas, interiorizadas durante el crecimiento de cualquier ser humano, ciertas mujeres llegan a tomar una decisión de la que, en ocasiones, no están del todo seguras. En otros casos, los estigmas y expectativas hacia las mujeres y la maternidad hacen que algunas se sientan completamente seguras de tener hijos. En ambos casos, muchas de ellas se dieron cuenta de su arrepentimiento semanas, meses o años después de convertirse en madres.

En los testimonios recopilados por Donath, uno de los aspectos por los que más se arrepienten las madres es la pérdida de su identidad luego de convertirse en madres. La manera en que socialmente está establecido que debe ser la maternidad deja a un lado a la mujer como individuo, como persona capaz de tomar decisiones por y para ella misma, y le da mayor importancia a la madre que, según este mismo orden social, debe dar prioridad al bienestar de sus hijos y de la familia antes que al propio. Este cambio de identidad, la falta de libertad y la sensación de que siempre deberán cuidar de alguien provocan en estas mujeres un sentimiento de arrepentimiento: si hubieran sabido lo que saben ahora, jamás habrían tenido hijos. Se trata, entonces, de algo circular: como su conocimiento sobre la maternidad se desarrolló hasta que la ejercieron, si volvieran al pasado probablemente tendrían hijos de nuevo.

Para nadie es un secreto que la maternidad es agotadora. La doble jornada para las madres trabajadoras resulta extenuante. Las madres solteras realizan grandes esfuerzos para manejar y sostener una familia en la que ellas son las únicas proveedoras. Los altos costos de la vida actual y los salarios precarios hacen la decisión de ser madre muy difícil y poco alentadora. Sólo con estas razones la sociedad aceptará, o comprenderá, que una mujer se arrepienta de ser madre.

Las madres del estudio de Donath relatan en el libro las dificultades que han pasado durante la maternidad. Algunas de ellas tienen hijos con capacidades diferentes que vuelven su experiencia mucho más difícil que la del resto. Otras cuentan que, después de haberse separado de sus maridos, la crianza de sus hijos y la manutención de su familia se volvieron más complicadas. Todas, sin embargo, afirman que, aunque tuvieran más ayuda, menos problemas económicos y menos dificultades al ser madres, de todas formas se arrepentirían.

Ellas no se arrepienten de sus hijos (todas dicen amarlos y los describen como grandes seres humanos), sino de ser madres en sí. Y es que la sociedad ha construido y mantiene el papel de la madre como el de una mujer que debe velar por los intereses de sus hijos antes que por los suyos, que debe sacrificarse por los demás y que siempre será una cuidadora. En este sentido, también debe estar exenta de sentimientos considerados negativos, como el odio, la ira y —por supuesto— el arrepentimiento.

Cuando una madre acepta arrepentirse sin aludir a las circunstancias económicas, profesionales o familiares —es decir, cuando sus argumentos no son el cansancio de trabajar y criar al mismo tiempo, o la dificultad de ser una madre soltera—, generalmente se atribuye su arrepentimiento a una causa de orden psicológico. Es común que las madres recientes que tienen problemas de este tipo sean diagnosticadas con depresión postparto, en otros casos se cree que tienen algún trastorno mental. Por decirlo de otra manera, el arrepentimiento de una madre se justifica como si fuera un problema individual, y no como un problema sistemático del orden social predominante.

Aunque Israel es un país completamente distinto de México, el panorama de las expectativas y presiones sociales hacia las mujeres es similar en todo el mundo. Al terminar este libro comprendí por qué el Día de la Madre me incomoda tanto: veo cómo los mexicanos, y el mundo en general, celebran e idealizan a la madre como un ser dador de vida, pero nunca buscan escucharla ni pretenden comprender —sin prejuicios ni estigmas— cómo se siente o cómo ha experimentado la maternidad. Lamentablemente, las mujeres continúan compartiendo un contexto global en donde son relegadas y disminuidas en el ambiente social, político, laboral y, sobre todo, familiar. Pese a todos los esfuerzos realizados desde hace siglos, las mujeres siguen cumpliendo un papel social delimitado por los demás y no por ellas. La madre es uno de los roles más fuertes y difíciles de deconstruir.

Este libro brinda la oportunidad de reflexionar sobre dos palabras que podrían parecer contrarias: madre y arrepentimiento. La promesa de que una madre jamás mirará atrás es derrumbada con las voces de este grupo de mujeres que sí lo hacen. Historias como las suyas buscan sacar a las mujeres del discurso unilateral en el que la mujer sólo estará realizada si tiene un hijo. Las mujeres deben tener la libertad efectiva de decidir que quieren ser madres, y no creer que la tienen cuando en realidad están envueltas en una narrativa que prácticamente las obliga a serlo.