Carrusel / Bajo Cubierta / No. 217

Los niños (aún) perdidos

Valeria Luiselli.
Los niños perdidos
(Un ensayo en cuarenta preguntas).

Sexto Piso.
México, 2016, 112 pp.



Todos los días enciendo la radio al despertar —algo raro entre las personas de mi edad—, casi como un acto reflejo y quizá una de las mayores herencias de mis padres. Política, internacionales, economía, estados y, justo después de los resultados deportivos, una extraña sección sin título en la que “caravanas”, “violencia”, “migrantes”, “deportaciones”, “detenciones” y “Trump” se intercalan día a día en una incesante repetición de la misma noticia con nombres y rostros perdidos, sólo mencionados y reducidos a: “inmigrantes (gentilicio de un país centroamericano) quieren llegar a Estados Unidos”.

Desde hace décadas, este tema se ha transformado y ha involucionado con tendencia a indefinirse, como una Hidra de Lerna que deviene en oleadas de personas en una desesperada búsqueda por dignidad, y que terminan por enfrentarse a la crudeza de dos países: uno mal llamado “hermano latinoamericano” y otro, la “tierra prometida”, cuyas políticas consideran a los migrantes un peligro para la seguridad nacional. “¿Por qué viniste a los Estados Unidos?”. Con esta simple pregunta —aparentemente mundana y hasta frívola en otro contexto—, Valeria Luiselli abre un turbio episodio de la historia continental cuyo quiebre dio origen al texto: la llegada de miles de niños migrantes no-acompañados ante la crisis migratoria de refugiados en Estados Unidos; una triste constante que se ha recrudecido en la actualidad con los Centros de Detención para Migrantes en diversas partes de la Unión Americana.

Los niños perdidos es un ensayo-testigo del transitar de Valeria Luiselli como traductora por los laberintos legales en los que se juegan futuro (y presente) de niños que habrán de vivir su infancia cercados por la burocracia cuasikafkiana de un país que no puede expatriarlos instantáneamente. Con las mismas preguntas del cuestionario de admisión para niños indocumentados, la autora da forma a una realidad poco alcanzable (y espectacular) para los medios, una a la que la literatura accede con la posibilidad de despojar los abismos de la crudeza humana camuflada en formas, interrogatorios, documentaciones y papeleos. Son preguntas que dan poca claridad a un requisito gubernamental para el que el silencio llega a ser respuesta, mismo sobre el que Luiselli desvela las sombrías historias de unas vidas que apenas inician, la ilusión de un falso arribo a tierra firme, el incesante seguimiento y la barrera del lenguaje que cerca a un niño de todo un país, momento a momento.

Detrás de cada “los niños” que escribe la autora, hay un cúmulo de experiencias que ellos, con su inocencia e ingenuidad, soportaron para cruzar el país, una travesía que generalmente tiene como fin entregarse a la Border Patrol y ser considerados parias ante los ojos burocráticos. A través de la autora, los entrevistados cuentan —con esfuerzo— un viaje sobre La Bestia envuelto en un gesto de orgullo y pavor, lo doloroso y común que es sufrir violaciones en el territorio mexicano, la casi imposible identificación de millares de cadáveres en territorio estadounidense y el incierto porvenir de los menores, que pueden reunirse con su familia o ser deportados. Cualquiera de estas resoluciones no depende únicamente de sus respuestas, sino de un sistema que difícilmente ve en ellos individuos.

Este fiel testimonio —que data de 2014 y cuya deplorable actualidad hace que nos cuestionemos si el paso del tiempo es en realidad sinónimo de mejoría— conmueve y estremece por la rudeza de los hechos detallados in extremi, pregunta a pregunta. Un texto que invita a reflexionar y a regresar a él más de una vez, una ineludible declaración de esta despiadada realidad que cruza fronteras sin considerar a las vidas, un ensayo que permite entender un rostro humano sintiente. Hasta la fecha, y sin aparente intención de frenar, este tema es cubierto día a día en una anónima sección del imparable hilo noticioso que vuelve a ser llamativo cuando la realidad es capaz de sobrepasarse a sí misma. Así lo fue (y sigue siendo) el enjaulamiento de niños migrantes en espera de sus procesos legales, apartados de sus padres de manera indefinida ante un plan de “cero tolerancia”.

La lectura de este ensayo siempre será pertinente, valiosa y necesaria. Más ahora, con el recrudecimiento de las políticas migratorias, la instauración de aranceles, las amenazas de deportaciones masivas y el despliegue de la Guardia Nacional (mexicana y estadounidense) en ambos lados de la frontera. Todos ellos actos que ignoran y desamparan a las generaciones de niños que habrán de crecer en un limbo fragmentado, donde su origen y carencia son —a ojos de los jueces migratorios— más importantes que su porvenir. No hay un fin claro, así como no hubo un pasado en el que pudiera verse lo que se aproximaba.