Editorial / No. 217


Convocar la palabra a través de un tema es un ejercicio de escucha, parte de una expectativa que puede ser limitada pero que se intuye capaz de detonar perspectivas inesperadas. Ésta es la corazonada detrás de cada número, en especial del que tienen en sus manos, en el que las palabras e imágenes reflejan maneras diversas de entender el MOVIMIENTO. El movimiento fue una de la primeras incógnitas de la antigüedad: todos los grupos humanos, desde el temor y el asombro, se preguntaron por los cambios en el cielo y sus efectos en la Tierra. De ésta, que quizá sea la pregunta fundamental, han surgido un sinfín de mitos, teorías, versos y símbolos. Con todas las diferencias, lo común es que el movimiento es un principio de afirmación de la vida: está en el paso del tiempo, en la capacidad de adaptarse a situaciones adversas o en la fuerza para no ceder ante las injusticias, en el juego, en viajar bajo la guía de las estrellas. Desde la exactitud de los ciclos naturales hasta las imprecisiones del alma, el movimiento nos atraviesa ineludiblemente.

Inaugura el dossier “El taxista” de Yaroslabi Bañuelos, una voz en tercera persona que navega entre la nostalgia y el tedio de una ciudad violenta. Con el siguiente poema, “La casa de antes”, Orlando Mondragón recuerda el peso de irse: aceptar la propia ausencia y saberse ajeno. Continúa “La cancha de los tontos”, un cuento breve de Irasema Fernández en el que los adolescentes que lo protagonizan juegan a descubrirse al ritmo de las ruedas. Ricardo Plata recrea en su poema “A una pelea en Iztapalapa” una escena en la que se manifiesta la desesperanza que se vive en espacios marginados. A continuación, Luis Manuel Montes de Oca comparte “Micro”, ficción que se sirve de los arquetipos mexiquenses para construir una historia en la que un suceso inesperado desquicia a los personajes.

El movimiento no se puede entender sin los instantes que estampan postales en la memoria, de ello va el poema “improvisación 42 [Córdoba, España]” de Luis Arce. A éste le sigue una crónica de viaje —género asaz oportuno para este dossier— escrita por Violeta Orozco Barrera: en “Ciudades insomnes”, la autora explora la soledad que se camufla tras la algarabía de dos ciudades infinitas. Continúa una interpretación más íntima del movimiento, con “Magnolias de consunción” Daniel Wence da en el clavo de la vitalidad: la resiliencia es la capacidad de transformarse para sobrevivir. Cierra este dossier Ariatna Gámez Soto con “Páramo de leñas”, un poema sobre cómo la vida se juega entre la memoria y el olvido.

Como en el número previo, el entreacto está dedicado a los ganadores del Concurso 50 de Punto de Partida. En la categoría Gráfica, el primer premio fue otorgado a Estefanía Godínez Rivera, autora de las siligrafías “Memoria y microcosmos. El habitar de una ciudad”, y el segundo a Andrea Soto, por “Panoramas”, una serie en tinta sobre papel. Entre imágenes encontrarán “Truco”, serie de poemas escrita por Martín Cinzano, ganador del primer premio en esta categoría; del segundo lo fue Moriana Delgado, autora de “Flores bajo la cama”. En cuanto a la categoría Ensayo, los ganadores del primer y segundo premio fueron Alonso Marín Ramírez por “Los extremos desconcertantes. Raymond Carver” y Samuel López Díaz de León por “Diatriba epistolar contra la gravedad”, respectivamente. Nos congratulamos de contar entre nuestras páginas con estos talentosos autores.

La última parte, ocupada por Carrusel, trae consigo “Paradiso”, un poema breve de Patricia Arredondo. Después, Carlos A. Chávez nos lleva al sur con “Un viajero encallado en Argentina”, un ensayo alrededor del escritor polaco Witold Gombrowicz. Para la sección Entre Voces, Axel Alonso García habló con el gestor de Stultifera Navis Institutom; en “El regreso de la nave de los locos” nos platican sobre las expediciones de este singular proyecto. Cerramos con dos reseñas de libros que abordan temas actuales y polémicos: la primera, dedicada a Los niños perdidos (un ensayo en cuarenta preguntas) de Valeria Luiselli, fue escrita por Ángel Godínez Soto; la segunda, sobre el libro #madresarrepentidas de la israelita Orna Donath, es una colaboración de Andrea Tamayo. Agradecemos también las maravillosas aportaciones gráficas de los artistas que ilustraron este número, con técnicas tan diversas como los temas que representan. Cabe destacar el trabajo de Zurita Niki, autora de “Inercia”, pieza de narrativa gráfica que aborda el movimiento a través de la memoria colectiva.

Partir c’est mourir un peu, pero también, a veces, irse es la única manera de sobrevivir. Que la selección que ocupa estas páginas los transporte hacia nuevas experiencias y puntos de vista.




Aranzazú Blázquez Menes