Corporalidades / No. 215

Búnker


El cuerpo es un lugar.
El amor

es una postura que adoptamos
en ese lugar. Una arquitectura.
Mario Montalbetti


3


Para sobrevivir hicimos un refugio.
Lo llamamos hogar o búnker
o cama compartida.
Pensamos que una guerra devastaría el cuartel
que hacíamos con las manos pero pronto
nuestro hormigón se levantaba seguro con el hierro.
Para sobrevivir acumulamos agua,
comida y el cuerpo vulnerable.
Hicimos la despensa a largo plazo, previmos
caducidad y balance energético
en todas las raciones.
La oferta alimenticia no iba a ser un problema.
Teníamos protocolos de emergencia.
La casa era segura.
Un búnker nunca falla.
Parecía que había paz
aunque el mundo ya ardía para nosotros.

2


Tu cuerpo iba conmigo a todas partes
aunque el mundo cayera
a unos metros cuadrados del encierro.
Memorizamos cada espacio del búnker,
mapas de construcción donde la carne
era un oficio para evitar el miedo.
El caso es que a los hombres que construyen
se les puede olvidar algo imprescindible.
Olvidamos abrir una ventana.
No intuimos siquiera
lo oportuno de un respiradero.
Con el tiempo sucedió la fractura
del concreto, levísimos rasguños
por donde entró la luz, muy poca
y el aire renovado
no alcanzó para todos.

Fuimos saliendo al paso de otras sombras
que ya no nos recuerdan, nos fuimos
dibujando en la mirada de otros
perdimos lo que importa:
            los espejos
voltearon su universo
y engulleron
imágenes que guardamos por años.

Nosotros no nos fuimos.
Colocamos palabras
cada vez más grandes
hasta alzarnos paredes
por donde no volvió
a pasar el tacto o la ternura.

Nos dejamos
perder en esa ciudad interna y derruida;
era un asentamiento clandestino
con su demografía fantasma,
la habitaban rencores de otra genealogía,
la memoria reproduciendo el miedo.

La oferta alimenticia al final fue un problema
porque el hambre nunca será lo mismo que un antojo.
Eso nos fue minando.

El concreto es inútil para un búnker que sería atacado desde adentro.

La lluvia es necesaria.

El cuerpo es necesario.

Un refugio puede ser una tumba para dos hombres que ya no se necesitan.

1


Lo mínimo no es
lo que nos falta.
El aire sigue ahí
pero su inexistencia es otra.
Nos falta cuando sobra
porque no existe un vaso necesario
para servirse un trago. Los espejos
vaciaron sus recuerdos y nosotros caímos
hacia esa marejada de basura.
Mudamos poco a poco
lo que hubo de entrañable.
Sabía que las hormigas no podían
estar equivocadas, copiamos su estrategia
porque algunos exilios
nacen de palabras
donde ya no podemos encontrarnos:
             de la palabra amor estuvimos ausentes,
nos mudamos al miedo.
Nos perdimos en casa, nos fuimos
olvidando del nosotros,
ese vocablo que guarda dos mitades.

Volver hacia lo mínimo.

Inverso.

Regresivo.

Dinamitar.

La intemperie también es necesaria,

la lluvia es necesaria,

el cuerpo es necesario,

las grietas

             necesarias.

Las miradas

             el tacto

                          la carne es

                                       el aire

                                       necesario:

             olvidamos hacer una ventana
                        para sacar el miedo

                                                qué pendejos.

0


Un búnker sólo puede ser destruido desde dentro.
Llamamos intestinas a las guerras civiles
por la lucha entre dos que habitan una casa.
Al mundo no le importa que dos hombres compartan un refugio.
Pensar que no hacía falta
             abrir
                          una ventana
             airear   la relación.
Supimos de un botón para autodestruirnos.
En caso de derrota inminente
                                               oprima aquí.
La cuenta regresiva cuando ya no es posible
confiar en la renovación orgánica del aire.
Construir un refugio sin ventanas,
construir una tumba,
omitir que este búnker tiene su propia guerra,
que si el aire se rompe
las astillas caerían sobre nosotros,
que en el sentido estricto de la guerra
los combates entre gente cercana son más crueles.