Carrusel / Cuentagotas / No. 214

Espejos



Se ha vuelto un ejercicio ensayado notar que persiguen mi mirada, como queriendo adivinar lo que ha atrapado mi atención, pero no lo encuentran, o no lo entienden, o descubren la jugada y sienten que los hice mirar. Engañado o soñando, atento al paso de la acera donde un niño y su madre creen con seguridad que soy un grotesco o un pedófilo. ¿Será que la mirada me delata? ¿Ves lo que yo veo? Cuando hay otro en la soledad, ¿sientes a ese que habla y al otro que contesta? ¿Soy el único que advierte la bestia que con gusto se postraría sobre sus hijos y que está escondida en sus dormitorios? ¿En qué momento dejó de estar solo…? ¿Cuándo entró a la habitación y se sentó a tus espaldas? ¿Cómo logra hablar así? Con este acento, con este ritmo, con estos recuerdos. Se apodera de uno y piensa lo inexistente, en la sala y el pasillo, en la puerta y el umbral donde todos descansan. Va a desollarlos una y otra y otra vez más hasta encontrar la luz que esconden para devorarla. ¡Mi mirada te ha traicionado! Nada había allí.