Editorial / No. 238
Cicatrizar es un punto medio, un proceso de tiempos indefinidos. Es contradictorio y dual: un asomo de la muerte y un paso que afirma la vida, el adentro y el afuera, un camino entre el espanto de la emergencia y la calma que le sucede, un recordatorio silencioso y persistente de lo que ocurrió. Un resquicio. En este número, dedicado a las CICATRICES, sus autores y autoras encuentran la manera de enunciar el dolor, el miedo y el hastío, logran identificar los lugares que han invadido —esa rara amalgama que hacemos del cuerpo, las emociones y los pensamientos— y los traducen para entenderlos y, quizá, dejarlos ir. En los textos de estas páginas lo indecible no siempre es tal, a veces sólo al principio, pero de una u otra forma la palabra encuentra su camino como catarsis sanadora.
Inauguramos el dossier con “Una grieta en la pared”, un poema de María José Bisogno Sauri, que sitúa la voz de sus versos en la permanencia, a veces imperceptible, de las huellas. De la página de este poema, como una suerte de presagio, se desprende “grietas, fisuras, caminos e imperfecciones”, un registro de la obra de Jeff Barbato, artista plástico originario de São Bernardo do Campo, Brasil, cuyo eje es “la simbología del cuerpo fisurado y el estigma de los cuerpos marcados por la discriminación y el prejuicio”. Le sigue el ensayo “Cicatriz/ar”, en el que Jonathan Pérez Juárez hace un recorrido por su infancia —herida por las fronteras, el silencio y las agresiones— que desemboca en la escritura como un ejercicio de sanación. Continúa el poema “Algía”, de Gabriela Ardila, que encarna el ritmo de la memoria de un cuerpo entumecido. Después, en su ensayo “Rutina matutina”, Diana Thalia Jiménez Martínez recuenta los gestos que la acompañan al inicio del día, aquellos con los que se reconoce y se reconcilia con un cuerpo vulnerable pero resistente.
Con un trasfondo que tiende más hacia las prácticas artísticas, César Santos nos comparte un cuento breve, “Tatuaje”, que aborda la cara placentera del dolor. Continúa Ángel Soto Saldívar, autor de “Ausencia”, un poema cuyos versos dan cuenta del desconcierto que deja tras de sí un súbito silencio. “No escribiría si no fuera porque bailo” es un ensayo en el que Coral Montejano Cantoral juega con el ejercicio de la escritura, la conciencia nítida de lo corporal y las huellas de las ideas, los accidentes y las lecturas que la atraviesan.
Estéfany Villegas es autora de “No me preguntes cómo me hice esta cicatriz”, un cuento breve sobre la experiencia límite de la autolesión como una abrumadora forma de extripar el dolor. En un tono que comparte la emergencia, Edwin Maldonado retrata la irrupción inesperada del consuelo tras la herida en su poema “apertura”.
Para cerrar, los siguientes dos textos contrastan desenlaces opuestos de las enfermedades. Por un lado, Ana Laura Bravo, en “Sanar”, ensaya la idea de las cicatrices como escritura y memoria del cuerpo, una elocuencia que desborda otros lenguajes. En el último texto, el cuento breve “Carta 303”, sucede todo lo contrario: en él Jocelín Juárez hace de una cicatriz la mensajera de un augurio, una preparación para la muerte.
Viene el Carrusel, que a partir de ahora iniciará con Heredades; en esta sección Diana Suazo nos comparte un texto biográfico sobre Mimi Parent, una artista québécois que muy temprano se unió al movimiento surrealista para hacer, desde el otro lado del Atlántico, una crítica a las sociedades conservadoras y católicas. Entre voces aloja una conversación entre Mariana del Vergel y David Anuar, quien le cuenta los procesos y las inquietudes que dieron lugar a Alguien hunde mi cabeza, su poemario más reciente. En Bajo cubierta publicamos dos reseñas. La primera es de Daniela Matsumoto Horiuchi, sobre Los eufemismos, primer libro de Ana Negri. La siguiente es de Roxana Cortés, quien reseña Palabras viejas para un poema nuevo que se muere en el cierzo, del poeta guerrerense Jesús Bartolo Bello. Cerramos con “Amnesia” una historia del ingenioso tintero de Darío Cortizo para nuestro apartado de narrativa gráfica Tinta suelta.
Dejo en sus manos este número, no sin antes agradecer a todos nuestros autores y autoras, así como a Elisa Negrete, Halina Gobernatore, Ricardo Briseño, Polo Bengoa e Ivonne Moreno Jiménez por elegir este espacio para su trabajo.
Aranzazú Blázquez Menes