Jóvenes escritores zacatecanos / No. 213
 
 
Tlaltenango, Zacatecas, 1991







Cantar a solas en el infierno


I

En mis sueños escribí una fábula amoral, donde los corderos bramaban como hombres y los hombres justos se complacían en romper lo que ya estaba roto; donde arrepentirse no era virtud sino conjetura de un mundo que surgió alterno, amontonado con el resto, en una suma de arrepentimientos, borradores y bosquejos, apilados en un purgatorio suplicante, en un osario de proyectos. La eterna medianía tuvo su realización en el silencio.

En ese mismo sueño vi una encrucijada donde se toparon un gato, una mujerzuela y el diablo.


II


Escribes una fábula amoral donde las sombras arrastran a los hombres, donde no hay piso tangible en un mundo, donde la materia es frágil y lo abstracto te desbarata con su peso.

El diablo, una meretriz y un gato se topan en una encrucijada:

—No soy bruja para poseerte —dice la mujer.

—Yo no regalo cariños ni arrumacos —es la respuesta del gato.

Y frente al desencuentro sólo maúlla el diablo.


III

Escribirán una fábula amoral donde los perros se comen al amo, donde el mayor bien será el agravio. La vocación del vulgo será el martirio y ser profetas su forma predilecta de onanismo.

En una encrucijada se toparán una meretriz, un gato y el diablo. La trinidad del credo negro, con el diablo negro, el corazón negro. La meretriz con su manto negro y su cabello negro perdido con el cielo negro y, en el suelo negro, el gato blanco.


IV

Pudiera escribirse una fábula amoral a manera de chiste, donde la enseñanza sería la risa y el absurdo; escribirse a manera de profecía, para ignorarla y aprender a fingir sorpresa; escribirse a manera de juego léxico. Cada palabra sería ella misma y otra más, para simular al antojo del lector, sometido a las reglas del entretenimiento, con tal de entender que en este juego nadie se divierte.

Las reglas son simples: uno es el diablo, otro la meretriz, uno más es el gato. Puestos en una encrucijada, los tres convergen en la disyuntiva de continuar su camino en compañía del menor de los males.

El gato no tiene dinero para pagar por caricias y es demasiado libre para ofrecerse a un señor que está acostumbrado a regir. Para el diablo, una vida de nueve le pone en desventaja a la hora de hacer tratos, y aunque está habituado a la lascivia, siempre es por compromiso. Para la mujer, el dilema es saber qué es menos carga: ¿una deuda vitalicia o un amor de nueve vidas?


V

Una fábula amoral escribe un sueño sobre nosotros. Ahí estás tú, estoy yo, y se nos une otro. En el ruido de la narración se me pierde el sentido y nos miro a través de sombras en un juego del escondite, donde dibujo contornos con el tacto para saber que nos circunda un fondo frío y no dar con el otro, ya que tampoco he dado contigo. El juego se ha prolongado demasiado y aunque ya no me escondo, no nos hemos revelado. En este lugar parecido a la nada aprendí cómo perder cuando gano.






Eduardo S. Rocha. Prosista y profesor de preparatoria. Licenciado en Letras y maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha sido becario del PECDAZ en dos ocasiones, estímulo con el que publicó el libro de cuentos Apocryphus (Policromía/Instituto Zacatecano de Cultura, 2018).