Jóvenes escritores zacatecanos / No. 213
 
 
Tula, Hidalgo, 1984






UN DÍA ME ENTUBARÁN la nariz
y dirán mis hijos
pobre de mi papá, no lo contamos,
no dura más que hoy

y luego dirán
qué hacemos con su voz en la pared
y el retrato de sombras en su cuarto
los libros del mar que nunca leyó
la dama blanca con máscara de oro
de pie junto al espejo del estudio

y el tanque de oxígeno
junto a los sillones:
—nada más triste que un tanque en la sala
con su triste color aguamarina
y el triste diablito que lo sostiene—

qué sentirá ahora
¿le duele la mordedura del cielo
la abominable negritud del cosmos?
¿pensará que sus manos se vacían
de la vida que amó con frenesí?

qué ve mi padre más allá del techo
tal vez aquellos ángeles de lino
los terribles ángeles
con máscara de doctor
y una enfermera quizá cambiará
el suero verduzco
de mis antebrazos
y yo soñaré
—muy parecido a un sueño latino—
con mi familia tendida en la playa
las cubetas los castillos de arena
y así desearé irme, con esa imagen
desde ahora fijada en las estrellas.




EL MUNDO HABLA en voz muy baja,
y si me acerco no entiendo qué dice,

sólo escucho algo a lo lejos
y busco emular su idioma
de agua clara,
copiar su canto de fuente
sin monedas,
imitar el discurso de sus ríos
extraviados

cuando la lluvia y las piedras
derrumban las paredes del reloj
murmullo un lenguaje de aves
acampadas en sus nidos,
quiero hablar
de algo tan impreciso como yo:
agua que viene de lejos,
pájaros en los minutos,
rocas sueltas en el aire,
temblores de espuma blanca,

torpemente balbuceo
secretos que no me pertenecen.




PORQUE NO NACÍ a buena hora ni
con magnífica suerte
—once de la mañana, hora
del almuerzo del seguro social—
nada pido

no rezongo
no cuestiono —y menos juzgo— a mi padre
no le saco la lengua a la abuelita
no corro, no grito, no
empujo en caso de sismo

mi espalda se endurece cada año
y gran parte de mi felicidad
consiste en lavar los trastes
oler libros
y hablar sobre el origen de los astros

nada pido, ni la muerte

vivo según el azar de los días
y la intensidad del sol.

Poemas de Bitácora de un desasosiego, Texere/
Instituto Zacatecano de Cultura, en prensa






David Castañeda Álvarez. Es licenciado en Letras, maestro en Investigaciones Humanísticas y Educativas con orientación en Literatura Hispanoamericana y doctorante en Estudios Novohispanos por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Fue becario del PECDAZ en 2013 y 2015. Es autor de los libros de poesía Y el verbo se hizo polvo (Policromía, 2016), Un hombre, una mujer y un mirlo (UAZ, 2016) y Bitácora de un desasosiego (Texere/Instituto Zacatecano de Cultura, en prensa). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” en 2015.