8° Concurso de Crítica Cinematográfica Fósforo / No. 211

La compañía que guardas: memoria frente al mar


Categoría Exalumnos y Público en General


La compañía que guardas
Dirección: Diego Gutiérrez
México-Países Bajos, 2017


La ausencia es uno de los grandes temas de la vida
ARNOLDO KRAUS


Ante el fallecimiento de un familiar cercano, una nueva forma del paso del tiempo suele apropiarse de las casas. Se trata de una pausa que resignifica el pasado, reconstruye la memoria y demanda momentos para recordar y comprender la ausencia. Esta calma invadida de nostalgia es una constante en La compañía que guardas del director mexicano Diego Gutiérrez (1966). El documental de ochenta y seis minutos es un entrañable recorrido por el pasado y el presente del cineasta y cuatro amigos suyos luego de la muerte de su padre.

El motivo del viaje que registra la película es evidente desde un inicio: Gutiérrez desea rememorar lo que constituía un hogar en México, su país natal, y el vacío que la pérdida de su padre implica parece ser la motivación necesaria. Con esto en mente, decide vivir una semana en casa de sus amigos cercanos, quienes contribuyen con sus historias cotidianas para trazar un retrato completo de la vida tranquila y a ratos bohemia de este grupo.

La compañía que guardas no propone un mensaje explícito ni es impositiva en sus métodos para abordar los temas que la componen. Con una cámara en mano que transmite el movimiento natural del cuerpo del director, al estilo del cine directo, y con un trabajo sonoro que se compone de pocas canciones y recitales de los mismos protagonistas, la sensación de melancolía por el paso del tiempo y sus transiciones es un efecto natural de la serie de secuencias presentadas en el documental, y no una guía sensacionalista dictada por recursos formales —lo cual suele ocurrir en diversos filmes (algunas veces más comerciales), determinando las reacciones del público—. Comedores vacíos y con platos sucios, camas destendidas, ollas donde se preparan alimentos, besos de buenas noches y tazas de café de diversos colores y formas son algunos elementos que develan la calidez de un hogar habitado y en constante movimiento. Quizá se trata de un intento por retener la presencia que para el director se escapa: la del padre en casa. En su artículo "Las nubes", Azorín dice: "Sí; vivir es ver pasar; ver pasar allá en lo alto las nubes. Mejor diríamos: vivir es ver volver. Es ver volver todo un retorno, perdurable, retorno eterno, ver volver todo —angustias, alegrías, esperanzas—, como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables." En el interior de las casas que la película de Gutiérrez muestra, podemos ver pasar, es decir, volver a vivir. El resultado es una forma del recuerdo que se cuela discretamente en la mente; son los abuelos, los padres, las habitaciones, los manteles y las muestras de amor que cada espectador ha experimentado en su propio andar.

No es la primera vez que el hogar y la muerte sirven como ejes temáticos para una película del director. Ya en Partes de una familia (2012) y en Huellas (2014), la inquietud por explorar las relaciones personales y los ecos de la ausencia en una casa se manifestaban. En la primera, mediante el desgaste en la relación de sus padres, y en la segunda a través de la defunción de un desconocido cuya personalidad sólo se descubre en los curiosos objetos que conformaron su hogar. De nuevo, la persistencia del recuerdo parece implicar la continuidad de la vida.

La premisa tiene sentido incluso desde una perspectiva lingüística. Nombrar es hacer existir. Por eso, cuando Diego Gutiérrez le pide a uno de sus amigos que cuente cómo se conocieron, reivindica la importancia del diálogo como resistencia al olvido. Lo mismo ocurre cuando se reproducen los videos del padre leyendo su autobiografía. Narrar, repetir y profundizar en las historias del pasado disminuye las heridas, las reconstruye mediante el discurso y su potencial para perdurar. No obstante, aunque las conversaciones son vitales en La compañía que guardas, también lo son sus contrapartes: los instantes de tranquilidad y silencio que acompañan el diálogo, los cuales suelen centrarse en la mira da de los personajes que son filmados en primer plano, y que complementan la naturalidad con que el recuerdo re corre sus vías para convertirse en palabra.

La compañía que guardas es el retorno de Diego Gutiérrez a los espacios donde fue feliz, pero también es un recordatorio del anhelo que podemos sentir por recuperar a un ser querido mediante nuestros actos y pensamientos. Se trata de resignificar la muerte mediante nuevas palabras y silencios, mediante cosas, amores, recuerdos. Es una celebración de la amistad y la familia como expresiones de la memoria y la identidad, y es intercambiar los dolores y alegrías en común, quizá frente al mar o frente a un librero, de tal forma que, aunque el dolor no se cure, al menos se pueda compartir.



Magaly Olivera (Ciudad de México, 1991) es editora de Ambulante Gira de Documentales. Estudió la licenciatura en Letras Iberoamericanas en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha publicado en medios como Tierra Adentro, Código, Pijamasurf y Mula Blanca, y fue la editora de la sección Letras en la página web de La ciudad de Frente. Actualmente escribe una columna bimestral sobre cine en Mi Valedor.