EL RESEÑARIO / No. 193


 

Una obra tan pequeña como un hombre y tan inmensa como una ballena



Olivia Teroba

Reseña ganadora en el Noveno Concurso de Crítica Teatral Criticón/Teatro UNAM
 

Melville en Mazatlán
De Vicente Quirarte
Dirección: Eduardo Ruiz Saviñón
Foro Sor Juana Inés de la Cruz, Centro Cultural Universitario, del 20 de marzo al 7 de mayo de 2015

 

 

Del centro del íntimo escenario del foro Sor Juana comienza a surgir niebla artificial. Va inundándolo todo: cubre la banca de madera adornada con una sirena, el pie de la escalera colgante, incluso alcanza a los espectadores más cercanos. Es el aviso de que estamos entrando a un lugar que no está en el tiempo ni en el espacio cotidianos, es una pausa de todo lo que dejamos fuera. El sonido de las olas y el mar lo confirman: estamos sumergidos en un sueño.

Entran el joven y el viejo. Uno entusiasmado, el otro reticente. A los dos los une una palabra dicha hasta el cansancio, repetida hasta que pierde todo su significado y recupera su musicalidad, su esencia de canto primigenio. Ma-za-tlán. Los dos están en un parque de Nueva York. Lo único que hacen es conversar. La obra entera es una gran conversación.

Todo lo que ocurre pasa dentro de los personajes, que conforme avanza la obra vamos intuyendo que son uno solo. Un solo Melville entregado a la introspección, en un sueño, una fantasía, o simplemente un desliz de la realidad con tonos borgianos. En las palabras del viejo escritor podemos escuchar también a Vicente Quirarte, poeta, ensayista y narrador autor de esta obra. Lo que pone en los labios de Herman son consejos bien conocidos por los escritores, pero que el aprendiz siempre tiene que volver a escuchar. Vencer el miedo. Vencerse a uno mismo. De ahí surge la literatura.

Esta obra es al mismo tiempo un homenaje a Melville y una exploración al proceso creativo y al alma de cualquier autor. Pasar del entusiasmo a la duda, del deseo de plasmarlo todo a la ausencia de temas; lidiar con el vértigo de la literatura y con el tedio del trabajo para ganarse el pan. Sentirse diminuto ante la naturaleza, ante la perfección de cada criatura, y contemplar con una mezcla de fascinación y miedo las vejaciones que éstas sufren a manos del hombre.

Mazatlán es el pretexto, el motivo elegido por Quirarte a partir de una historia que se ostenta con orgullo en aquel puerto: Herman Melville alguna vez caminó por esas tierras. La descripción de este exuberante lugar une a los dos personajes, se convierte en la historia con la que seguimos fascinados, que vivimos a través de la palabra y de las apasionadas actuaciones de Arturo Ríos y Pedro de Tavira Egurrola.

Si bien a ratos el diálogo puede caer, sobre todo después del poderoso elogio a la ballena, lo que mantiene atento al espectador son las enérgicas actuaciones. Sus entonaciones y gestos, sus movimientos decididos sobre el escenario, nos involucran aún más en este espacio onírico, dirigido con cuidado por Eduardo Ruiz Saviñón. La escenografía a cargo de Martha Benítez es precisa. Consiste en la escalera y la banca ya mencionadas, además de un barandal que da la impresión de puerto ante la proyección que evoca al mar. El video, que al principio parece un tanto innecesario, demuestra porqué está ahí cuando aparece la ballena, y la vemos, efectivamente, perfecta, inmensa e inasible. El vestuario no deja lugar a dudas de que estamos en otra época.

En esta pieza teatral, parte del ciclo Narradores al teatro, Quirarte nos transmite su ferviente admiración hacia el autor de Moby Dick. Hay guiños en toda la obra, desde la obviedad del mar y la ballena, hasta el preferiría no hacerlo, de Bartleby. Para los que ya lo conocen, ocurre un reconocimiento de Melville como personaje, de Melville como su obra, del escritor como el amante más ferviente de la palabra precisa. Para los que no lo han leído, la invitación queda abierta. 



Olivia Teroba (Tlaxcala, 1988). Estudió Comunicación en la buap y Lengua y Literaturas Hispánicas en la unam. En Tlaxcala, fue becaria del pecda en su emisión 2013, y ganó el Concurso Estatal de Cuento Beatriz Espejo el mismo año. También en dicha entidad gestionó el Festival de Narrativa Los fabuladores en 2011 y 2013. A partir de esa experiencia creó Amable, editorial independiente y autogestiva que promueve el trabajo de artistas gráficos y escritores emergentes.