No. 167/PRESENTACIÓN

 

Las astillas del cristal



Alejandro Albarrán Polanco

 



¿Y el loro?
Se fugó ayer Bienvenido a este inhóspito caserón
¿Caserón? ¿No será más bien una selección de poesía?
¿Eres tonto o eres sordo?
¿Se puede elegir?
Y qué tal ahora Ya no

 
 

Esta selección, en su conjunto, es arbitraria, pero es verde y amarilla y es de cristal cortado. Cuidado: las aristas tienden a hundirse en los dedos por su disparidad. Suelen cortar. La incisión es su intención. Esta muestra es un dedo perdido en el campo que busca su mano. No es la mano, es la parte anular que la completa.

Esta muestra intenta trazar algunas líneas que esbocen un rostro curtido por el sur, por su imposibilidad de sur.

Es necesario ver el desarrollo de la poesía en los distintos estados de México, ponerle atención, descentralizar la mirada que observa obsesiva, neciamente a un punto (léase el DF) en donde no se encuentran todas las voces del país, pero que es una graciosa mentira con la que algunos caminamos o jugamos grácilmente con nuestro Playdoh.

Esta mirada hacia los estados no sólo sirve para encontrar voces ricas, nuevas, ganosas de salir a la “luz” (por ambiguo que este término resulte), sino también para ver sus carencias y los prejuicios que ha fundado una tradición (prejuicio avalado por el plan de estudios de algunas universidades) que cada vez nos hace el trote más caldo.

En esta selección encontramos poemas con una propuesta formal avezada, es decir: la secuela de una conciencia formal del lenguaje; y otros en los que subyace el prestigio de “lo poético”, en donde la tradición ha hecho mella y está presente: los poemas no corren ningún riesgo formal, sino que se acuestan cómodamente en la Queen Size (en otro tiempo laureles) del Poema Mexicano Promedio.1

No se consideró arbitrario, pues, confrontar las distintas formas escriturales de los poetas; al contrario, es un ejercicio didáctico que enmarca la creación de la poesía sureña. Es, también, un ping pong de dos sin reta, un diálogo dinámico entre distintas elecciones formales.

Tampoco es arbitrario hablar del prestigio inmerecido que se le da al “poeta” (ente onanista y bullanguero). La poesía mexicana camina por el mundo con un prestigio inmerecido. Inmerecido por manido, por maleado. Porque sucede que el valor no se le otorga al resultado (el poema), se le otorga al individuo (el poeta). Esta extraña polarización se debe, en gran medida, a las becas y premios que marcan la “tendencia” de la escritura actual. Esto es: si los libros temáticos ganan premios, pues hagamos libros temáticos; si hoy ganan premios los poemas sobre el “cosmos”, hagamos poemas sobre el cosmos. Todos somos propensos a caer en ese juego ridículo de prestigio, y de algún modo todos lo hacemos un poco. Y no necesariamente es culpa de las becas o los premios que esto suceda, sino de la lectura que le damos a nuestro tiempo. Tener una beca o un premio da “prestigio”, tener “prestigio” nos vuelve “poetas”, ser “poeta”, por tanto, es bueno. ¿Es bueno? ¿Qué tanto? ¿No es igual de valioso ser carpintero? Al parecer no.

Óscar de Pablo habla sobre el valor de culto y el valor de exhibición2 en la poesía. De Pablo parte de las bases benjamineanas de estos valores y las aplica a una crítica minuciosa sobre el comportamiento actual de la poesía mexicana que se debate entre dos polos: los que usan el valor de culto y los que usan el valor de exhibición. En los primeros, “la pieza vale por ser vestigio físico de un momento espiritualmente excepcional, irrepetible y, por lo mismo, irremediablemente distante: el momento único en que un artista determinado fue tocado por Dios”; en los segundos, no importan las condiciones en las que la obra fue creada sino el resultado: la obra en sí. El valor del poeta no importa en lo más mínimo. ¿En realidad importaría si Homero escribió la Ilíada o no? ¿O el resultado final es el que cuenta? Las obras valiosas, las contundentes, insertas en una tradición o en la ruptura, salen a flote por sí solas, no dependen del prestigio del autor, sino de la capacidad estética de la obra, de sus ideas. Esas obras son las que, parafraseando un poema de Milán, hacen un daño mínimo en el centro de la civilización. Hay algo que no alcanzamos a comprender, algo que se nos escapa.

Es preciso que los jóvenes que intentamos escribir desde el centro o desde la periferia nos planteemos estos cuestionamientos. Creo que es exactamente el momento para hacernos ciertas preguntas y fijar una postura contundente ante nuestro tiempo. La postura que tomemos, el lado que elijamos, ya es otra cosa, y no se pretende aquí encaminar hacia uno u otro.

Creo que esta muestra tiene la virtud de ser joven en el mejor sentido de la palabra. Es una muestra hecha por jóvenes y para jóvenes y su característica principal son sus aristas, su variedad.

En el Árbol Genealógico se encuentran, por un lado, Ramón Rodríguez, un poeta de 86 años, cuyos libros han visto la luz, sobre todo, gracias al empeño y la tenacidad de sus amigos editores, como Sergio Galindo, Ángel José Fernández, José Homero y Rafael Antúnez. La poesía de Rodríguez tiene la vitalidad de un adolescente y los juegos formales que a muchos de nosotros no sólo no espantan en su formulación hipotética, sino que ni siquiera los contemplamos. La desfachatez y la ironía de un adúltero, las referencias filosóficas y su dúctil manejo de la hipertextualidad, a la manera de un Deniz y con el humor de un Usigli. Por el otro lado, José Homero, una voz que juega con la intertextualidad y los referentes pop. Sin embargo, su tema pocas veces deja de ser el amor. Los versos blancos, la partición mallarmeana, los juegos con las letras de canciones rock o incluso con versos de poetas como el mismo Ramón Rodríguez, hacen de su poesía un abanico de posibilidades. Un rompecabezas de variada faz.

El orden es meramente alfabético. Sin embargo, creo que una lectura cronológica nos daría otra mirada. En ese proceso de lectura podemos encontrar no sólo referencias de las generaciones mayores en las menores, sino cambios estilísticos grandes e inquietudes que son lejanas de una década a otra. Una suerte de Tangram con el que podemos ir haciendo distintos tipos de lecturas y creando una genealogía diversa.

La selección abre con Miréia Anieva y cierra con Fernanda Toribio. Cronológicamente, abriría con Marisol Robles (1974) y cerraría con David Tapia (1991), tres generaciones recorren las páginas de Punto de partida. En los poemas podemos encontrar ecos de poetas que van desde el Neruda más amoroso hasta el Nicanor Parra más anticlimático. Encontramos constantes formales que comparten algunos de los seleccionados tales como el hermetismo (Ramsés Ramírez Azcoitia, Fernanda Toribio), la referencialidad (Marco Antúnez, Ramsés Ramírez Azcoitia), una suerte de mística o metafísica (Luis Miguel Cruz), lo vivencial (Luis Miguel Cruz, Marisol Robles), la sátira (Mayco Osiris, Marco Antúnez), el tono emocional (Luis Miguel Cruz, Diego Salas). La presencia lírica de poetas mexicanos como Octavio Paz, Elsa Cross, José Emilio Pacheco, José Carlos Becerra o Francisco Hernández (José Pulido, Marlén Gutiérrez, Reyes Rojas, Reyes Isven o Miréia Anieva), o la singularización cercana a poetas como Antonio Deltoro o Coral Bracho (Luz del Carmen Carrillo, Marisol Robles). Aventuras formales y tonos narrativos a la usanza de los poetas estadounidenses (Amado Peña, Camila Krauss, Ramsés Ramírez Azcoitia, David Tapia o incluso José Homero). En fin, el sur está curtido de lecturas variadas y distantes en forma y fondo que hacen de esta selección una rara avis. Sin duda, lo que se leerá en las páginas siguientes será una muestra de la riqueza formal y sensible de la creación actual en el estado de Veracruz.

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1
Véase el prólogo de Luis Felipe Fabre a Divino tesoro. Muestra de nueva poesía mexicana, en donde define el así llamado PMP.

2
Véase el ensayo “Valor de culto y valor de exhibición o cómo herir críticamente la poética nacional”, de Óscar de Pablo, en la antología de ensayos Escribir poesía en México, Editorial Bonobos.


Alejandro Albarrán Polanco (Ciudad de México, 1985). Estudió Creación Literaria y Música en la Universidad Veracruzana. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (Foeca) de Veracruz en 2006 y 2009, y de la Fundación para las Letras Mexicanas de 2007 a 2009. Actualmente se dedica a la edición de libros. Ha publicado en revistas como Tierra adentro y Este país. http://trastornodepersonalidadlimitrofe.blogspot.com/