Concurso 50 / No. 216

Carta que se encontró a un ahogado
Cuento Breve: Segundo premio

 

Querido Narciso:

Espero que al recibir la presente el enojo no haya cegado tu corazón y que guardes mi recuerdo del mismo modo en que yo conservo el tuyo.

Te escribo estas líneas acosado por el insomnio que ha perturbado mis noches, cuando mis pensamientos se vuelven a ti, siempre a ti. Seguro estarás complacido, totalmente consciente de las sensaciones que me provocas. Sabes muy bien que las líneas que dibujan tu boca son una invitación al beso, que la concavidad de tu espalda es fuente de aritmética medular, sabes de sobra que mis manos temblorosas dibujarían con gusto constelaciones enteras con los poros de tu dermis, sabes, Narciso, que mi memoria olfativa me hace aspirarte, respirarte, sentir el olor de tu cuerpo descendiendo por mi diafragma y expandiéndose en mis pulmones, como el tabaco al ser fumado, Narciso, sabes que eres lo más fumable, lo más aspirable, lo más inspirable.

Y sonríes, Narciso, seguro sonríes con esa malicia un poco pueril que tenía tu lengua al posarse ligeramente en tu labio inferior, señal de que te regodeas, tan simple y llanamente como un niño al que han premiado por ser bueno. He pensado, Narciso, en las caminatas nocturnas en las que hablábamos largamente y jugábamos a perseguir nuestra sombra, a tatuarnos senderos en el pecho, a buscarnos en las estrellas, en las hojas de los árboles, en la obscuridad del río, y sin saber, Narciso, que el día en que llegamos a encontrarnos, nuestro amor dejaría de ser leve y fecundo, como los viñedos recién nacidos o el viento sobre el pasto verde.

Quiero pedirte perdón, Narciso, perdón por repetir tu nombre una y otra vez, tu nombre que es mi nombre, perdón por saborear sus grafías, por deletrearlo con este placer inagotable de quien ha encontrado la quintaesencia de tu ausencia, perdón, Narciso, por habernos encontrado, por haber saciado nuestro deseo en las aguas claras y tibias, perdón por haberte amado hasta donde me fue posible, perdón, amado mío, por no esperar la llegada de la noche para buscarme en ti, perdón porque la claridad diurna te reveló este amor que fue nuestra perdición pero que, estoy seguro, perdurará por la eternidad.
 
Siempre tuyo, tu reflejo.