No. 160/13 POETAS ECUATORIANOS


 

foto-penafiel.jpgFreddy Peñafiel Larrea
Quito, 1972

 

 



Poética

¿Cómo describir las formas en que uno se acerca a la poesía? Desde el silencio, desde las ganas de seguir respirando, desde las lecturas.

Todo empezó cuando llegó a mis manos de nueve años una serie de libros con historias de vaqueros, después fueron detectives y luego fines de semana dedicados a leer el diccionario enciclopédico que tenía mi papá en su biblioteca. Después la primera novela inconclusa, que contaba la historia de amor imposible con una compañerita de aula, y luego el cuento de bohemias y guitarras (sin saber qué era ser bohemio, pero con ganas de ser cualquier cosa que tuviera h intermedia). En la formación inicial calaron también, profundamente, las palabras de los profesores primeros.

Luego los desamores y la timidez, inevitables en la formación profesional de escritor. La segunda, sobre todo, me permitía decir mis amores secretos en público sin que las interesadas necesariamente se enteraran.

Luego la militancia política, las ganas de un mundo nuevo, de trabajar por el sueño colectivo. La búsqueda de la palabra sólo como búsqueda de lo que me permitía ser humano. Sin embargo, las opciones políticas se fueron decantando. El camino hacia la felicidad de los seres humanos como bandera trascendió al hecho poético. Los textos empezaron a inundarse de ternura, de caminos hacia la sensibilización, hacia la comunicación de los sueños, de los anhelos y de los secretos.


El poema se fue llenando de gatos, de arbolitos, de luces de ciudad y de semáforos. La ciudad como motivador permanente. Perderme por los sitios donde ya no llegan las líneas de bus y por entre los parques iluminados solo por la luna y las luces de neón.


El hecho poético sabe a ciudad, a ternura y a la búsqueda de las palabras precisas para poder decir lo que no se puede y se debe palabrear, lo sagrado.


El amor, el desamor, las lecturas, la vida vivida, el cine, la música, la magia, los abuelos, las mujeres, la vida, un café, dos, tres, un tabaco, los amigos… la poesía tejiéndose como colcha de pueblo, con retazos de colores, de todos los colores.




un poema agazapado

escondidos dentro de un libro
mis versos te esperan
se acomodan los bigotes
se regodean
mis versos de amor te esperan
saltan ante la mínima señal de movimiento
se acicalan
se visten de reyes de colores
se peinan las ralas barbas con brillantina
mis versos te esperan de amor
se saben solitarios
invencibles
no repetidos por voces ajenas a la música
y te esperan
mis versos son así
acostumbrados a esperar
entre las sombras
entre los silencios
dentro de tus ojos…
ellos te esperan…

                              inédito






la mujer que oigo

cuando ella llega
escucho el sonido del papel de regalo que se rompe
cuando yo tenía cinco años
y esperaba un regalo más grande que mis manos.

De Presagios, El Conejo, 2009






infierno ocho

una presentación de libro
una exposición de pintura
—cualquier hecho que reúna a más de una persona, me es insoportable—
las sillas lejanas están ocupadas
y las voces que preguntan
por uno
por una
por un dos
quisieran ser ahogadas en fuentes de agua mineral
empujadas de puentes de jardines japoneses
ahorcadas en bonsáis

no quiero un grupo
donde haya más de una persona
yo me basto para hacerme
insoportables compañías
y preguntas

busqué un bonsái la semana pasada
y al no encontrar a quien ahorcar
sólo lo aplasté con el pie
y, sonriendo tras mucho tiempo,
salí.

De Presagios






sol

“sous les pavés, la plage”, nanterre, mayo 1968


debajo de la arena de playa no están los adoquines de parís
los hemos buscado
cavado
barrido
soplado

y por más húmedo que esté el sol
bajo esa arena, no está parís

De Presagios

 

letras

escribir
borrar
ver la pantalla en blanco
y no poder dormir
buscar la palabra precisa
la exacta
la monosilábica
la bisílaba
asonante
rítmica
la que me falta para cerrar
el libro
la que necesito para sostener la puerta
y que no se salgan los buenos momentos
la palabra que no encuentro
la del insomnio
la única palabra que solo digo solo —con y sin tildes—
la que me callo
esa que deja la hoja en blanco más pálida
des-solada
           mierda

De Presagios

 
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Freddy Peñafiel Larrea (Quito, 1972). Es periodista, crítico y editorialista. Ha publicado Del amar, de la mar (1995), Del asombro de las sombras (1997), Anzuelos (2003) y Presagios (2009). Ha sido galardonado con el primer lugar en el concurso Escribir y Publicar (1997), segundo lugar en la bienal de poesía Jorge Carrera Andrade (1995) y mención especial en el concurso de poesía Hugo Mayo (1995). Consta en las antologías Escribir y publicar, Hojas de poesía grafías, Nuevas páginas, La Urpila y Pensamiento.