No 156/POESÍA 


 

Penélope en segundas nupcias




Rubén Chávez Ruiz Esparza

INSTITUTO TECNOLÓGICO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE MONTERREY CAMPUS AGUASCALIENTES



 

[Discípulo de barrotes cada asiento]
La hija ausente bajo la hora. Nos apura. Insiste. Por qué flaquear si están a bordo. Las notas los pañuelos los adioses diezmados. El primer acorde llega sin aliento. Suena a. Una antorcha en la tiniebla repentina. Un ala disparada en la tormenta. En la proa ruina nos desprendemos ya de la última condena. Y el sofoco. Reverso del mensaje. Dice. Que se ilusionen ya cenizas las mujeres del silencio. Que retrasen el eco y el festín su mala fortuna. Yo avanzo con una pierna librado. A encogerme de hombros. A favor de ustedes Centinelas. En Ustedes. Que no contienen enseñanzas.



[Empapas tu índice en la lluvia]
Donde has puesto tus oraciones. Y no sueñas. Duermes. No tardarás en dar conmigo. Ampararme como la hija mayor adopta al padre. Con lujo de fuerza. Arrebato. Capítulo oficioso y dominio. Llueve a cántaros. Carne en la carne. Hielo en el hielo. Así brotado de la ceguera tiene algo de palomar de nido de inicial este aguacero. De amor ahogado. Donde empezábamos a morir y nos interrumpía el hambre. El otoño hacedor. La corriente estacionaria. Y así quedarse sin dios y sin amigos. Antes unánime del llanto. No tanto fuera mirarla pero sí hospedarla dentro de los ojos. Y es que hubo de confesarme una noche de ahorcados. Que nos faltaría siempre algo. Una esquina grave. Gravísima.



[Mi sirena roja]
Mi pésame de abismo. Cuánta prisión encinta sepultura. Si umbrales de fiesta. Si el papel de china. Los visitantes nocturnos sin aviso. Entigrecidos de partituras. Para el hábito de malgastar los pasos en buscarte. El fuego es la sentencia. Es el imán de la habitación contigua. Muslos y contorno. Serpientes y escaleras.



[En compañía nuestra]
Los dedos sobre un instrumento aún más extraño. Van ligeramente vestidos con el pequeño amor tan nuestro. Vientos de junio. Vientos de mayo. Y dile adiós a tus días. Pies de lágrimas. A tu buena cortesía. Y ven pronto. Secretamente. A engañar a los amigos. No te aflijas. El corazón está puesto sobre un yunque aún más frágil. Menos tuyo luna. Aunque haya agitado la clemencia su incensario. Nos veremos en público. Tributo de mano y guante. A resistirnos del mal. A no caer en tentación.



[Hace ya una estación con aspiraciones]
La colorada. Me mira con rabia y repulsa. Continua en frases con dificultad. De cuarta noche. Si desfilaron ante él el miedo la borrasca. Si no voy ella se va. Con sus Majestades ceñidas a su cintura. Y contener el impulso de caer a sus pies. En luna nueva de nuevo. Ya bastante aviso esa madrugada. Queman los brazos. Queman los jardines. Rodillas contra rodillas. El corazón de la naranja. Puesto a refrescar. Piezas de artillería. Unas pocas páginas llenan la puerta. Conversación en el jardín. Puede ser éste el árbol que buscabas. Capitán. Llegan las naves medio encendidas. Sus cabellos castaños. Sus cabellos rubios. Luego volvió a callarse. Vendrá luego también el segundo anillo. Como se ofrece una rosa.

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[Se lo llevaron esposado de cuatro vientos]
En franca infantería. En espesura de botones y cintas de corpiño. Al desdichado. De noche permanecen en vela todos los sueños. Como besos que han perdido el broche. Muy pronto me habitué a que mantuviera viva. De edad en edad. Esa esperanza. Todo esto podría estarle ocurriendo a otro. Las tardes escolares. El vestíbulo baldío de un par de ojos. Quizá mordiera más de lo que podía. Un día de marzo. Como si hubiera rechazado la dedicatoria. Como un hombre culpable observando a su mujer que se desnuda. Obscurece el verano en mi habitación. Como unas manos que acarician y peinan el paisaje desolado.



[Nuestros bondadosos muertos]
Como cavernas talladas. Ya menos atlánticos quizás. Donde hay una cama tan festiva a las once treinta. Miran de soslayo. Anillos. Rosarios. La facultad del escudo de Aquiles. El axioma del cero. Con sus hundidas mejillas cruzan las brujas. Perros y gatos en un costal. Besándose aterrados. El sol y las lunas. Soñamos. Todo el mundo sueña. La asimetría. La rosa impresa. Dan las gracias y yacen en paz. Desde crudas provincias de maldad jurada. Todo nos lo permitimos. El gozo de vivir. Dos ejércitos no hacen la ira. Las banderas sobre un mapa. Los bastiones de las Cien Familias.



[Mar de filos]
Mar lleno de anzuelos. Y nosotros. Mares enlazados. Es extraño que seas cada parte de tu cuerpo. Rincones de axilas. El caracol de la oreja. Exploración de aguas oscuras. Palpo de faros tus pechos. Nuestra respiración inventa un ruido de pisadas. Alguien baja las escaleras. Alguien ha dejado la puerta entrecerrada. Un rumor nos da vueltas. Pregunta y escucha y vuelve a preguntar siempre lo mismo. Suspendida. La oímos cantar en las almenas. Agradecida de las manos que conducen en altas olas nuestras caderas. Derramados frutos nos encontramos rostros. Arriba. Abajo. Ando el regusto de tu vientre en labios y en los labios fuegos descendentes. Y yo sin conocer el agua. Danzo ebrio remolino. No le bastamos a la noche. Urdimbre de aliento. Estallamos. En la eternidad hemos llegado semejantes. Grieta del azul. Agua y oriente. Amor. Una isla viene a hundirse con nosotros dentro.



[El péndulo se tiende más allá de su mecánica celeste]
Nos valga este soplo soterrado. Este país de pozos. Te dispones ante el espejo a fingirte. Es el ojo más profundo que la mirada. La vespertina blanca de palomas. No estuvimos nunca ni recuerdas distinguir el tallo de la rosa. Los nudillos de la sien. Se me ordenó beber este veneno. La boca pesa este susurro. La felicidad no fue dicha por palabras. No alzó el velo de lo que ahora somos. A la ciudad y al mundo levanta ciudad y levanta mundo. Y tú mi Pensativa. Asciendes. Te encontrará de pie este silencio.



[Con ávidas prisiones]
Noche de fuentes la que tú ardes. La de campanas que crees tú escuchar. Se alistan corazones como fieles soldados. La noche en llamas. Remamos sobre nosotros. Una barca el cuerpo. Y para ti sigo siendo el enemigo. Pesan más que yo tus esperanzas. Ahora lo sé. Como a un barco me despides. Como a un mástil me amarraron tus cabellos. Pero quién habrá de recibirme. Como un faro pasando el arrecife. La línea fina de tus labios.



[La voz reclama su desierto]
No ha de volverse felicidad la hermosa marca de tus mejillas. No ha de volver ileso el cántaro de la fuente. Seguirá aquella amada donde la amaste. Donde cayó de tus hombros la escalera. Y todos nosotros tú eres. Un toque de arco. Porque hube de querer que me besaras. El poniente me demora la partida. Donde el crepúsculo se marcha asciende otra vez tu cuerpo oscurecido.



[Dispuesta a separar el nombre de los ahogados]
Lo que haría replegarse al agua. A borrarse del gesto en los paseantes. Por qué andaríamos a errar si te vas de este Cielo. Palabras talladas en esta lluvia de súbito. Este impulso de partir de caer al precipicio. Del que ya no hablo. Apasionada de este furioso corazón. Cerradura luego puerta. Luego puerto. Luego cuerpo. Luego muerte. Dispuesta a separar a los ahogados de su nombre.



[Ahora pasarán los paraísos]
Y no podré volverme para verlos. Como nací se libera una afligida angélica. Amargosa. Un súbito empujón. Y morirás. Un martes te abrirá la boca. Te hará adivinar la verde transparencia. Los puntos cardinales. Y adiós y gracias golondrina. Que te aten manos a la espalda. Que se te echen encima. Ventanas temblorosas del nosotros. Verdor de abismo. Juramento a medias y llanto a medias. Y todo a la vez esos negros colores. Fresco aún de óleos.



[Así soltar el peso y soltarlo de golpe]
Fuera del rostro el segundo rostro y la primera máscara. Apunto los telegramas por enviar. Actos de tú y yo. La penosa alegría de tu frente. Antorcha dilapidada. Lo menos a decir. Lo menos dejando atrás sus conjeturas. Sustituye al disparo. Al propósito de no hurtar a los muertos sus pocas pertenencias. De no aceptar estas semillas con manos de molino. Es casi la verdad esta piedra. Y los grandes usureros. El gusto. El olfato. La vista. El tacto. El oído. El mundo tal vez resucitado. Aunque no pude vaciar tus astros. Apunto éstas nuestras marcas de viaje. Como todo fue cumplido. Como era tu modo de morir. Esta vez volvemos el rostro. La otra mejilla. No sin esfuerzo. Sin mueca de pasmo. Mi partidaria. La tarde se besa entre lluvia y fechas a olvidar.



[Está la prueba de ceniza]
Nunca esperamos este abril. Ya desde temprano habíamos pagado debidamente nuestras penas. Ejecutores de fatigada carne. Nada faltó a nuestros abandonos. Cada octubre fue el oriente de un sepulcro. No tenías aún esta esperanza. Esta tierra agrietada que se va volando con cualquier soplo. Como se van demorando las parejas. Cuanto más te adentras te abrazas más a esta estación de una jornada. Pronto caeré yo también. Y podrás refugiarte matriculada en tus afanes. Postergándolo todo. Se anuncia la fecha sobreviviente en la que monto guardia. No tiene ya valor numerar los adversarios. Me acompañarás aún amiga a este reposo.

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