No. 155/DIEZ POETAS DE TABASCO 

 

castillo.jpgErvey Castillo
Jalpa de Méndez, 1973

 


Poética

Grano de mostaza

Cada quien una hoja en blanco
para hacer que el vacío
vibre un instante fuera
de su adentro.


Al poeta, hombre común entre los hombres, se le ha confiado un oficio fuera de lo común: servir a una diosa a la que nadie parece necesitar. La poesía vive uno de sus peores momentos. Intenta, en vano, un puente con seres que han extraviado la huella del origen; seres para los que la fe y su tribu no son ni siquiera un recuerdo. De ahí que el poeta, en palabras de Heidegger, deba “prestar atención al rastro de los dioses huidos”, hacer uso de su don divino para devolver a la poesía su lugar privilegiado. No quiero ser un fatalista. Me gusta soñar con un mundo más justo y humano, donde las desigualdades y la usurpación de talentos no existan. Ojalá me tocara vivir ese regreso a las raíces y saber que el poeta, calificado por Sócrates como el “intérprete de los dioses”, ha dejado a un lado la adulación y servidumbre a los ídolos que hoy nos circundan. Que las ninfas se apiaden de nosotros o de plano terminen de olvidarnos.


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Pasado depresivo imperfecto

Yo amé.
Tú amaste.
Nosotros lloramos.




Bien lo sabes

No siembras una flor para que muera

pero sabes que sí

pero bien sabes

y al dormir por la noche

se te olvida.




castillo-2.jpg Ambos

el deseo de ti y de mí mismo
de ti y de mí el deseo mismo
el mismo deseo de ti y de mí
y de mí el mismo deseo de ti
de ti y de mí mismo el deseo
de el mismo deseo de ambos




*

Mi corazón
pudo haber sido
grande o pequeño,
pero le diste
el tamaño preciso
del dolor.

*

—Nos amaremos por siempre
—dijo la sombra al árbol
y el árbol
al caer
despedazó
su sombra

*

El agua inventó el espejo al ver tu rostro
Y tú inventaste el agua al contemplarte
Los tres se descubrieron de improviso
Son la casualidad el mismo azar de siempre
Esa instantánea que somos cada instante

*

Como decir adiós a una calle sin nombre
Como si el corazón fuera un relámpago de avisos
Como avanzar de la mano de la abuela
        cinco años después de su partida
Como escuchar un nombre
                                     una mirada
                                                          que vigila en lo oscuro
Como que no el olvido

*

Muerto o vivo

No importa cómo
Pero me he extraviado

Veo a lo lejos
La silueta inquietante
De lo que se ha ido




castillo-3.jpgSeis haikai

Serás del aire:
y en tu ropa tendida
habla un fantasma.

*

Como esperanza
siempre queda la muerte
¿pero estás vivo?

*

Ahora lo sabes:
la oscuridad del alma
es transparente.

*

Donde te encuentres
sois testigo de Dios
donde hace falta.

*

Tras esa puerta
la he llorado sin tregua
después de muerto.

*

Vibra en el agua
tibia luna lejana
(y no hay un lago).

Estos poemas pertenecen al libro Desde un naufragio.



Ervey Castillo. Estudia la maestría en Literatura Mexicana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es autor de Y adónde el alma que te prestó el misterio (Monte Carmelo, 1995), La luz en la penumbra (Monte Carmelo, 1999), Porque te niego existo y Tú me niegas (Literalia, 2002), Desde un naufragio (Monte Carmelo/Instituto Tecnológico de Comalcalco, 2004) y Cenizas sobre el fuego (Gobierno del Estado de Tabasco, 2005). Parte de su obra ha sido traducida al francés, inglés y catalán.