No. 113/TEATRO


 
El principio, lo que sigue y el final


Julián Fernández
COLEGIO DE CIENCIAS Y HUMANIDADES PLANTEL SUR, UNAM


OBRA EN DOS ACTOS SIN TELÓN

Personajes
UNA
UNO
OTRA
OTRO
Y OTRO



Primer acto

Está oscuro. Aparece una transparencia en blanco y negro de UNO con una pipa de agua. Su cara está de perfil. Inmediatamente atrás (viendo de frente) está UNA riéndose con una risa un tanto excedida. La imagen debe verse muy oscura y espesa, filtrada entre el humo de la pipa. Entonces, en el centro del escenario, UNO con un cerillo (entre más explosivo mejor) prende un cigarro, fuma sonando el golpe y empieza la música con sonidos dispersos que se van fraguando de a poco en un motivo más sólido pero sutil y quedito. Todavía con el cerillo prendido, escupe el humo lo más denso y expansivo que se pueda. Se apaga el cerillo, enciende otro y prende una vela. En ese instante se prenden una luz roja y una azul. La vela está junto a otras, sobre una mesa, y la mesa sobre un tapete. Está lo suficientemente baja para que el personaje la alcance sentado en el suelo sobre algunos cojines. Encima hay una pipa larga de dos chimeneas y un bonche de unos cuatro libros con uno abierto enfrente de él. UNA está dormida sobre unos cojines. Además puede haber una lámpara colgante, inciensos prendidos, etcétera, como para dar al espacio general un tono ocre. Atrás del escenario están los músicos tapados por una cortina de algún color semitransparente (la idea es que se vean remotamente las siluetas).

Se apaga la diapositiva. UNO apaga el cigarro en un cenicero y prende otras velas. Se apaga la luz azul y se enciende una sepia. UNO se asoma al libro que estaba abierto y empieza a subrayar y a anotar algo sobre una hoja. Vuelve a poner el libro en la mesa y toma otro. Busca una página, lee subrayando un par de párrafos, lo cierra y se rasca la cabeza como con una risita de sorpresa. Todo con aire de somnolencia.

fernandez-julian01.jpg
UNA: ¿Qué pasó?
UNO: Nada.
UNA: ¿Qué?
UNO: Nada (Pausa.) ¿Te acuerdas del cementerio?
UNA: Mhh.
UNO: Al principio dice: “Ese techo tranquilo de palomas palpita entre los pinos y las tumbas”.
UNA: Mhh.
UNO: Luego este otro señor en el de Edad dice: “un lecho tierno está bromeado de coronas”.
UNA: ¿Mhh?
UNO: Mhh. Entonces lo acomodamos para que quede: “Ese lecho bla, bla, bla”, y abajo “un lecho tierno bla, bla, bla” (pausa), luego le podemos seguir con el del señor Sanpedro de “cómete la panza muerte” y etcétera. (Pausa.) ¿Qué soñaste?
UNA: Nada.
UNO: ¿Qué?
UNA: Nada. Formas.
UNO: ¿Formas?
UNA: Como caleidoscopio, igual que en todo sueño adulterado.
UNO: ¿Y luego?
UNA: Nada.
UNO: ¿Nada?
UNA: No creo.
UNO: Inventa.
UNA: Que éramos un hermafrodita.
UNO: Qué platónica.
UNA: No tanto.
UNO: ¿Y luego?
UNA: Teníamos dos hileras larguísimas de ubres.
UNO: ¿De vaca?
UNA: No.
UNO: ¿Entonces?
UNA: Como un ciempiés grandote, pero en vez de extremidades, con una infinidad vertical y simétrica de tetas redondas y delgadas, y abajo un sexo ambiguo y autocomplaciente.
UNO: Qué lascivia.
UNA: Y luego otra vez el caleidoscopio, porque nos desbaratábamos, y otra vez con las figuritas frágiles nos volvíamos a hacer todos de materia quebradiza.
UNO: ¿Eso soñaste?
UNA: No creo.
UNO: ¿Pero te mojaste?
UNA: No mucho.
UNO: ¿Un poquito?
UNA: No creo.

Se acercan, se ríen con las bocas pegadas, tocándose y respirando fuerte y metiendo las manos a la ropa. Se queda prendida sólo la luz roja, las diapositivas acompañan y la música se vuelve ruidos ilustrativos y sugerentes. Todo eróticamente creciente.

Tocan a la puerta —alguna percusión. Pasan unos segundos y vuelven a tocar.

UNO: “Tan, tan”.
UNA: “¿Quién es?”.
UNO: “Es el diablo”.
UNA: ¿Tú crees?
UNO: ¿O tu hermafrodita?
UNA: O Euriale y Esteno.
UNO: Pero viene solo.
UNA: Monseñor Ñoñis Excecrabilis.

Vuelven a tocar con mucha insistencia. Se prende otra vez la luz azul y se pone una diapositiva sarcástica de algún señor obeso y respetable. UNO se para a abrir. La puerta es la cortina que tapa a los músicos.

UNO: Buenas noches Don. No, no se me había olvidado… sí, pero luego uno tiene dificultad con eso de ordenarse la cabeza… no, pasa que creo que se nos quemó un petate. Ándele Don, que tenga buenas noches y digestiones indulgentes. (Regresa.)
UNA: Qué lambiscón.
UNO: Con gusto.
UNA: ¿Venía solito?
UNO: Pero parecían dos.
UNA: ¿Por gordis o por qué?
UNO: Mhh.
UNO: ¿Euriale y Esteno?
UNO: Estertor y Borborigmo.
UNA: En fin.
UNO: ¿Entonces?
UNA: ¿Entonces qué? (Prende la pipa.)
UNO: ¿Huele a petate quemado?
UNA: (Como resintiendo el muy ligerísimo pipazo.) No se me hace. (Pausa.) En todo caso diría que huele a tamarindo o chocolate amargo, según el formato (pausa) y en ebullición.
UNO: Eso por asociación visual pero Don Borborigmo no vio nada.
UNA: Te vio cara de que deberías oler a petate quemado, igual que tú te puedes ver cara de que huele a vodka o a hamburguesa.
UNO: Por cierto.
UNA: Técnicamente podríamos llamar: “Sinestesias sintomáticas”.
UNO: ¿Sintomáticas de qué?
UNA: De la guerra generacional.
UNO: (Riéndose.) O “Paranoias de pescuezos apergollados con síndrome regañonista de funcionarios de salubridad”.
UNA: (Asintiendo.) Por ejemplo. (Pausa.) Oye.
UNO: ¿Mhh?
UNA: ¿Cómo serías si tuvieras que ser señor en sentido estricto o semiestricto?
UNO: En mi juventud hubiera optado por el faquirismo para no tener que lidiar nunca con barriguitas de cuarentones estertóricos.
UNA: Que específicos, ¿y luego?
UNO: No sé, se me hace que usaría una cachuchita veintera y una pipa todo el tiempo, y me cuidaría mucho de que no llegue a mis manos alguna vulgaridad editorial entre otras nimiedades curiosas y neuróticas. ¿Y tú?
UNA: (Recogiendo de la mesa un bulto y unas sábanas. Empieza a ponchar.) Lo mismo, yo creo. Nada más que todas las noches me poncharía un toque para reivindicarme contra mi propia exquisitez. (Prende y aguantando el tanque.) Y sería de una elegancia (echa el humo y repite con más aire) y sería de una elegancia toda cascarrabias y retórica (pausa) y borgesianamente asumiría un conservadurismo por estricto escepticismo (fuma otra vez) o a lo mejor sería una abuelita bonachona igual que Burroughs en esa película, como dándole chocolates a sus nietos, pero con golosinas más exóticas. (Le pasa el cigarro.)
UNO: (Fuma y aguantando el tanque.) Ahora sí huele a petate. (Echa el humo.) Yo mejor un baturro anarco del treinta y seis.
UNA: Ah pues yo una rusa incendiaria del novecientos.
UNO: “La pasión de la destrucción es una alegría creadora”.
UNA: “Sólo el cataclismo restituye”.
UNO: Habría que tramar algo así.
UNA: Sí, aunque parezca conversación de recién cogidos.
UNO: Y sería, de no haber sido por Don Corbatosaurio.
UNA: Pero ya como gente seria que podemos ser, suena interesante eso del cataclismo.

fernandez-julian02.jpgEmpieza a sonar un cello.

UNO: ¿Mhh?
UNA: Mhh.

Aparecen fotos de multitudes, casas y camiones quemados, el hindú incendiado en flor de loto, etcétera. Intercaladas, caras de euforia, eventos circenses, etcétera, como para dar una impresión de festividad y caos.

UNA: Me divierten mucho esos rusos desquiciados que amenazan con entrar al palacio de gobierno con una bomba en el pecho por devoción a la belleza.
UNO: De plano.
UNA: Dicen que la única aventura que ofrece nuestra sociedad es su destrucción.
UNO: Suficiente aventurota, ¿no?
UNA: Sí está divertido, por ejemplo pescarse de la paradoja como báculo teórico.
UNO: ¿Por qué?
UNA: Por muchas cosas. Por la sistematicidad con que se traman los procesos incendiarios. Por muchas cosas. Por ejemplo, eso de agarrar al caos sí como estado terminal, pero también como principio, porque nomás de ahí viene la orgía, y el sentimiento constante de infringir y cagotearse del pasado social solemne y aburrido.
UNO: Y si quieres hasta que las necedades proscriptivas del arbitrariaje físico.
UNA: ¿O sea?
UNO: Que a uno le den ganas de caminar por la bardita y esas cosas.
UNA: Qué trivial, pero de acuerdo, y divertirse mucho, entendiendo la diversión fuera de la infracción y el vértigo como puerilidad o pendejez.
UNO: Yo tenía en mente algo más sobrio. Vida de cafés, cosas así.
UNA: Qué trivial.
UNO: Como sea es francamente sospechosa la pitufería de tu “infracción”.
UNA: (Irónica.) ¿Sí?
UNO: No quería entrar en seriedades, pero hay un señor de mostacho prominente que dice que es “por virtud del contraste” que resulta la inminencia de las cosas.
UNA: ¿Sí?
UNO: Sí. Entonces más que a ti o a tu contrario, hay que respetar la enemistad que los vincula: la guerra como tensión generadora y como única posibilidad de acción. Entonces, después de tu fiestecita incendiaria, aunque todo esté bien divertido, hasta la diversión se va a aburrir de sí.
UNA: Sí se me hace que funcionas más para cafés y ñoñerías. Bueno, esa cosa fea seguiría existiendo, sólo que en abstracto, como memoria y antiparadigma.
UNO: Pues no sé, hay un cliché romántico que se encarga de tildar de debilidad lo ajeno al vértigo, de “puerilidad o pendejez” en tu caso, pero aunque sea yo, asumo mi languidez con devoción.
UNA: ¿Por ejemplo?
UNO: No sé, pero a lo que voy es que fatalizarse en algo es una forma eficaz de erradicarlo: la presencia de Don Borborigmo nos regresa a la noción de lo “otro” para seguir pipeando descansadamente. En el mismo sentido uno puede agradecer el pudor como tradición espiritual desazonado, la alegoría al bastión que implican los calzones, la perpetuación del matrimonio como único resquicio al adulterio, todo eso.
UNA: (Riéndose.) ¿Sí?
UNO: Sí, para favorecer el ritual del franqueamiento, y ahí sí, en ese contexto de estira y afloja, queda hablar de transgresión, o ¿te podrías imaginar a Jesús convertido en fetiche porno sin ayuda de la neura clerical? Toda la tradición herética se iría al carajo.
UNA: De plano. Como sea, a mí sí me gustaría estar encuerada todo el tiempo.
UNO: ¿Y por qué no?
UNA: Pues porque guardo provisiones para después del cataclismo.
UNO: ¿Provisiones?
UNA: Si agotamos ahorita los recursos se va a hacer todo a medias y sin proceso de fractura.
UNO: Pero es lo mismísimo, nada más es cosa de hacer grandota o chiquita la cosa en proporción: el cachondeo vendría siendo la maqueta de tu proceso cataclístico. De un lado el individuo, el momento, el encuere físico, y del otro, el hombre, la historia, el encuere alegórico, pero como sea, igual de transitorios. Después de una especie de orgasmo, la sana contrición que sigue a todo buen orgasmo, y la gente se vuelve a poner sus corbatas y se va a trabajar, y otra vez todos a rendir tributo al orden.
UNA: Qué bajón. Estoy de acuerdo excepto por lo de la transitoriedad y las corbatas. Más bien, pongamos que todos los días serían domingo y todas las noches serían sábado.
UNO: ¿Eso qué significa?
UNA: Que la única grotescidad del domingo consiste en que lo sucede el lunes, pero si lo sucediera el sábado y al sábado el domingo, el domingo sería el paraíso diurno igual que el sábado es el paraíso nocturno, pero a lo que iba era a que todo sería, no un constante ir y venir, sino un venir y venir y venir y descansar sin contrición y seguirse viniendo. Además se dice “la gente”, o “la humanidad”, en su defecto, y no (subrayando como solemne) “el hombre”, a menos que consientas como militante caduco en masculinizar la especie.
UNO: (Indiferente.) Mera convención.
UNA: Que hay que obedecer si es pura retrogradez lo que uno está camuflando.
UNO: Que habíamos quedado que era válida como forma del escepticismo.
UNA: En fin.
UNO: En fin.

Se quita la diapositiva. Sigue la música. Fuman fuerte y escupen fuerte el humo. Aparecen fotos medio pardas de cada uno, pero como flashazo. Los dos se acuestan a fumar y ver subir el humo y todo eso, como con cara de seguir rumiando la conversación.

UNO: ¿Y la Pantera Rosa, es pueril o es pendeja?
UNA: Es pueril y pendeja y divertida, pero no iba tan en serio. ¿Quieres fumar?


Transición al segundo acto

Se apagan las luces y se queda la escena iluminada por las pocas velas encendidas. Prenden la pipa, tosen, etcétera. Los acordes dispersos van tomando ritmo lento y creciente. Apagan las velas y queda la música notablemente más fuerte y rítmica que la demás, con una serie de transparencias del tipo de la primera, con mucho humo y muchas risas, a veces opacas, movidas, etcétera. Pasan algunos minutos, se acaban la música y las transparencias. Quedan sólo ruiditos pendientes, pero más bien todo a oscuras y en silencio, pasan unos segundos así y se oye alguna voz y pasos entrando.


Segundo acto

Todo a oscuras.

OTRO: ¿Y ahora?
Y OTRO: No, se me hace que no… de plano no, porque si sí no se me ocurre cómo, a menos que… pero más bien no, de plano no. ¿O qué?
OTRA: ¿O qué qué?
Y OTRO: ¿Cómo que o qué qué?
OTRO: ¿Y ahora?
Y OTRO: ¿Y ahora qué?
OTRO: ¿Y ahora cómo le hacemos?
OTRA: ¿Para qué?
OTRO: Para ver.
Y OTRO: ¿Para ver qué?
OTRO: Pues para ver nomás.
OTRA: ¿Ver qué?
OTRO: Ver nada pero ver. ¿Traen cerillos?
Y OTRO: De traer sí traigo, pero están mojados.
OTRO: ¿Mojados de qué?
Y OTRO: Bien, bien, no sé, pero se me hace que de agua porque me caí.
OTRO: Te caíste a dónde.
Y OTRO: Al agua.
OTRO: ¿Y tú por qué no estás mojado?
Y OTRO: Ah pues porque yo ya me sequé pero los cerillos no. O a ver, trátale.
OTRO: Sistán mojados.
OTRA: ¿Y si mejor así sin cerillos?
Y OTRO: Sí, está bien a oscuras.
OTRO: Pues si no quieren ver entonces para poner el té y prender cigarros.
OTRA: O mejor sígueme diciendo qué pasó.
Y OTRO: ¿Qué pasó con qué?
OTRA: Con eso de que no o a lo mejor sí pero más bien no.
OTRO: ¿No qué?
OTRA: No sé.
OTRO: Mejor buscamos los cerillos.
OTRA: En la mesa había.
OTRO: ¿Dónde está la mesa?
OTRA: Aquí enfrentito.
OTRO: ¿Dónde es “aquí enfrentito”?
Y OTRO: Nos ponemos pecho tierra y a tientas el que dé con ella pega un grito.
UNA: (Medio dormida.) ¿Qué pasó?
Y OTRO: ¿Qué pasó con qué?
UNA: Con el revoltijo que traen.
OTRO: Que se mojaron los cerillos.
UNO: ¿Quieren cerillos?
Y OTRO: Así de querer cerillos, no.
OTRO: Pero queremos poner té y prender cigarros.
UNA: Aquí hay.
OTRO: ¿Dónde?
UNO: Aquí en la mesa.
Y OTRO: ¿Dónde es eso?
UNA: A ver. (Prende un cerillo.)
OTRO: A ver. (Lo agarra y prende unas velas.)

Se enciende una luz sepia.

OTRA: Ándale.
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UNA y UNO siguen acostados. OTRO prende un cigarro todavía en cuclillas junto a la mesa y se queda a fumar. Y OTRO camina de un lado a otro con las manos en la cabeza. OTRA se sienta junto a la mesa, agarra la bolsa y empieza a ponchar.

OTRO: ¿Y ahora?
OTRA: Y ahora qué.
OTRO: Ésa es la pregunta.
Y OTRO: ¿Esperamos a Godot?
UNA: O cambiamos de tema.
OTRA: Ésa es buena.
UNO: O nos callamos todos y me dejan dormir otro ratito.
OTRO: ¿Quieren té?
UNO: ¿De qué?
OTRA: Receta secreta.
UNA: Ya estamos cansadas
OTRO: ¿Tú y tu amiga?
UNA: Yo y mi amigo, pero qué género común quieres que ponga.
UNO: (Medio dormido.) ¿Qué pasó?
OTRO: ¿Quieres té?
UNO: ¿De qué?
OTRO: Surtido.
UNO: (Señalando la pipa.) ¿Quieren goma?
OTRO: Mejor té.
OTRA: O jugamos.
OTRO: ¿A qué?
OTRA: No sé, namás jugamos.
UNO: ¿Con los libros?
OTRA: (A Y OTRO.) ¿Tú quieres?
Y OTRO: ¿Qué?
OTRA: Jugar.
Y OTRO: ¿A qué?
OTRA: Jugar.

Empiezan un boceto de música dispersa y disonante.

Y OTRO: (Dando vueltas, fumando, rascándose la cabeza, y todo el tiempo con la impresión de que le va a ganar la risa.) Jugar, no sé, suena bien. Habría que hacer algo, pero jugar… no sé, sí, bueno, sí se me hace un exceso. Buscar los cerillos estaba bien ¿no?, (pausa) no sé, todo cada vez se pone más raro. (Risa.) Estaría bien tener otra cosa que buscar. (Aparece, como flashazo, una foto de la Pantera Rosa.) Es más tranquilo. Bueno no tranquilo, pero distrayente, porque así nomás: fumar, caminar, pensar. Ahora que pensar en otra cosa y caminar por otra cosa…
UNO: Ahora que veo difícil que pueda alguien alguna vez caminar por otra cosa y pensar en otra cosa.
OTRO: ¿En otra cosa que qué?
UNO: Que el pensamiento y la caminata.
OTRO: ¿Qué?
OTRA: ¿Sí quieren jugar?
Y OTRO: Así de querer, sí, pero no sé, quién sabe, ora sí se me hace que ya fue ora sí. No sé, (risa) qué desorden. (Viendo y como calando con la mano su meñique.) ¿Se han dado cuenta de la fragilidad del cuerpo? Qué torpe y maculable: si me quemo grito, además me sugestiono. O sea que todo yo me plego a su sumisión reactiva. No sé, yo ya me aburrí.
OTRA: Por eso.
OTRO: ¿A qué, pues?
OTRA: Con los libros.
OTRO: ¿Cómo juegas?
OTRA: (A UNO.) Platícale.
UNO: Abres un libro y la línea en que cayó el ojo la anotas y corre a la izquierda.
UNA: ¿Y si cae en un huequito de entre líneas?
OTRO: ¿Así nomás? Qué divertido. ¿Y luego?
UNO: Lo leemos.
OTRO: (Irónico.) Qué divertido.
OTRA: O qué propones, aguafiestas.
OTRO: No, ése está bien, a ver qué sale.
OTRA: ¿Quién empieza?
UNO: Ya hay cinco líneas.
OTRA: (Ve el papel.) ¿Fue accidente?
UNO: Más o menos.
Y OTRO: A eso mero iba: así pasa y así pasó todo. Qué difícil. Sí entretiene pero cala, más bien cala saberse adentro de tanto… O no sé, pero todo está tan carajamente frágil. Y es por eso (pausa): porque todo lo que es, es accidente.
UNA: Sí está divertido, ¿no?
OTRA: Pero qué, pues.
Y OTRO: Jugamos, pues, pero qué raredad. (Se pone a dar vueltas.)
UNA: De plano.
OTRA: De plano.
UNA: (A OTRA.) ¿Qué se comió?
OTRO: Creo que unos aguijones de alacrán.
UNO: ¿Y semillas de toloache?
UNA: ¿Y si le echamos al té para que todos platiquemos?
OTRA: O ya jugamos.
UNA: Jugamos.
OTRO: Pero mejor que cada quién debralle hasta que se aburra sin sacarlo de ningún lado.
OTRA: Así pero después del té. (Ve un libro y escribe en la hoja.)
OTRO: Entonces pásame la hojita. (La ve, lee en voz baja, y al final, en voz semialta.) “Cómete la panza muerte”. Yo aquí, nomás por rimar, le pondría algo así como “muérdeme la reata fuerte”.

Nadie hace mucho caso. Abre el libro. Y OTRO se cansa de dar vueltas y se acuesta en el piso. OTRO le pasa la hoja a UNA.

UNA: A ver.
UNO: Hay otros juegos con más claras intenciones de expulsión.
UNA: Pues éste ni mediocre y mansamente creo que nos sirva.
OTRO: A ver si ya con té es más eficaz.
UNO: Y con un camarada a punto de convulsión exponiendo “la fragilidad del cuerpo”.
OTRA: Ya se durmió. (Le pica las costillas a Y OTRO y voltea a ver a OTRO con cara de que no.) ¿Así queda?
OTRO: Si no va a pasar yo creo que sí.

OTRA recoge la hoja. Se bajan bastante las luces y aparecen transparencias de azoteas viejas con cielos grises, paredes despost¡lladas en calles de adoquines de ciudades viejas, bóvedas de iglesia en el mismo contexto viejo y gris.


OTRO: A ver: “Ese techo tranquilo de palomas / palpita entre los pinos y las tumbas. / Un lecho tierno está bromeado de coronas. Cómete la panza muerte / si el instante vuelve a patinar la carne”.

Se hace un silencio y se quitan las diapositivas, baja la luz sepia hasta apagarse, y se prende gradualmente la azul. Empieza un rasgueo en la guitarra, ni sobrio ni festivo. Encima van entrando los demás instrumentos.

UNO: Faltan líneas.
UNA: Es que mi ojo cayó en un hueco de entre líneas.
OTRO: El mío también.
OTRA: (A OTRO.) ¿Ora sí?
OTRO: Sí. (Recoge un bulto y se sale del cuarto, pasa un par de minutos en que sólo se oye la música, regresa y el volumen de la música baja.)
UNO: Ahí va el champurrado.
OTRO: Ahí va.
OTRA: ¿Por qué champurrado?
OTRO: Porque está bonito.
UNA: ¿El nombre?
UNO: No, ése está chistoso.
OTRA: ¿Entonces?
UNO: Entonces ese tipo de cosas bonitas necesitan nombres chistosos.
OTRA: ¿Por qué?
UNO: Porque luego hay fanfarrones que le dicen “sangre de los dioses” y pendejadas por el estilo.
OTRO: Cosas así, ya ves que luego son medio superacionistas los pobrecitos.
UNA: ¿Y el té qué culpa?
UNO: Ninguna, pero hay que diluir con chistosez la solemnidad de la belleza.
OTRO: Si quieren le decimos pócima o brebaje.
UNA: O cambiamos de tema (pausa) y vas por “eso”.
fernandez-julian04.jpg
Se para OTRO y sale del cuarto, se bajan las luces y vuelve a subir la música. Regresa con una olla, se sienta y empiezan a tomar. Conforme van tomando se van acostando. Empieza una serie de fotos, por el estilo de las anteriores, pero sin humo y sin risas y bastante más movidas. En algunas apenas se distinguen las figuras.

OTRA: Entonces qué.
UNA: De qué.
OTRA: Con las escondidillas por ejemplo.
OTRO: Por ejemplo.
OTRA: No, no tanto. (Prende el cigarro que había ponchado.)
OTRO: O la jitanjáfora.
UNA: Hay unas buenas.
OTRA: (Aguantando el tanque.) Brandesmirna.
UNA: Somirnabresamadrescamvasiveyi.
OTRO: Por ejemplo.
OTRA: ¿O sea que qué?
UNA: En fin.
UNO: En fin.
UNA: Mhh.
OTRO: Ñomi-ñomi.
OTRA: (Señalando a Y OTRO.) Cómo duerme.
OTRO: Rechina los dientes.

Va corriendo el cigarro y los diálogos son entre risas y toses y a medio aire.

UNA: Y los ojos.
OTRO: No tanto.
OTRA: Los cachetes.
OTRO: Casi.
OTRA: Como en aguijones de alacrán con semillas de toloache.
UNA: O más tranquilo.
UNO: En oleoluqui y amapola.
UNA: Eso.
OTRO: ¿Qué?
UNA: Digo…
OTRO: Ergástula.
UNO: Succión.
OTRO: Confección.
UNO: No hay tal: demiurgos sin barro.
UNA: Incesto.
OTRA: Vaticinio.
UNO: Tampoco.
OTRO: ¿Entonces?
UNO: Nulidad.
OTRA: ¿De qué?
UNO: Del no.
UNA: O sea: sí.
UNO: Tampoco.
UNA: Oleoluqui amapola ungüento cadalso ensalmo semen y mandrágora.
UNO: Cadalso y semen sobre todo.
OTRO: Sobre qué.
UNO: Sobre nada.
OTRA: ¿Qué?
UNO: Procesos distorsivos.
UNA: Dilución.
UNO: Dilución.
OTRO: Dilución.
UNA: Ablución y unción del cieno.
OTRO: Diente.
UNA: Roce.
OTRO: Rechinido.
UNA: El agua blande en soliloquios sálmicos.
UNO: Las quijadas.
OTRA: Otra: (pausa) las puertas.
UNA: Las piedras.
OTRA: Pestañas.
UNA: Punzadas.
OTRA: Palpitan.
UNO: Tolerancia frugal.
OTRO: Desfiladero.
OTRA: Desfile.
UNO: Filo…
OTRO: ¿Y eso?
UNA: Nada.
OTRA: Piedras bruñidas.
UNA: Otras piedras.
OTRA: Y carne y bruma y atrio y lengüetazo.
UNA: No baja la ciénaga a los corredores mansos en que estampa el humo el movimiento.
OTRO: Anudan trazos las quijadas.
OTRA: Muerden los ojos.
UNA: Gotas.
OTRO: Líneas.
OTRA: Grietas.
UNA: Incisiones.
UNO: Nudos de sal en cirros y peñascos.
Y OTRO: (Despertando.) Y nuez por pábulo al vientre en su doblez de piel de risa hervor y solipsismo.
UNA: Faunas nutridas de nutrias y licántropos.
OTRO: Horizontalidad.
OTRA: Región de tarde.
Y OTRO: El Minotauro mordía las sábanas de la Hidra.
OTRO: Cachondo.
Y OTRO: Hades lamía sus huesos.
OTRO: Cañonero.
UNO: Pábulo hierático.
Y OTRO: En un secuestro ecuestre entre cilantros y licántropos que trazan cicatrices en los muslos a mordidas para urdir la ruta estriada hacía el cenáculo.
OTRA: Algo atrás.
UNA: Párpados púrpuras y velos de Shiva en la enramada.
OTRA: Grutas y ábsides y grutas y peñascos.
UNO: Curva sobre curva.
OTRO: Esfera.
OTRA: Torre.
UNA: Coágulo.
UNO: Hemistiquio.
UNA: Por ejemplo.
Y OTRO: Carbunclo decía Lezama.
OTRO: Y Minotauro.
UNA: Vacas preñadas de carnívoros panzones.
UNO: O al revés.
Y OTRO: No sí, sí carnívoros panzones, panzones, plétora y dispepsia.
UNO: Y Estertor y Borborigmo.
OTRA: Forma.
OTRO: ¿Cuál forma?
UNA: La Forma.
UNO: Espacio más instancia mediática o sea borde más relleno igual a forma.
Y OTRO: Frágil, maculable.
UNO: Por ejemplo.
OTRA: Forma sobre forma.
UNO: Estructura.
Y OTRO: Revulsión.
OTRO: Azar.
UNO: Desestructura.
UNA: Cataclismo.
UNO: Calzón.
UNA: Infringimiento.
UNO: Por ejemplo.
UNA: Mhh.
fernandez-julian05.jpgUNO: O bastión y salvaguarda.
UNA: Transgresión.
UNO: Contrición.
OTRO: ¡Cuál contrición!
Y OTRO: ¿Cuál contrición?
OTRO: Eso no existe.
OTRA: No, nada más cosquillitas, y eso a veces.
UNO: Sí, no, no hay tal.
OTRA: Jitanjáfora mejor.
UNA: Brinmarclusjarmisvon.
OTRA: Voirmihn lajda.
OTRO: Lizde kinveir.
Y OTRO: (Sonidos guturales.)

Se quedan jitanjaforeando un rato con ademanes, alteraciones tonales, movimientos de cabeza de asentimiento y negación, de repente se suceden en peroratas, se interrumpen, amontonan las voces, vuelven a la diplomacia, etcétera. Las fotografías y los instrumentos acompañan con una especie de auge de depravación formal. En algún momento de cansancio se vuelven a acostar y siguen hablando pero con holgura. Los ruidos de los instrumentos acompañan en el descenso. Terminan por callarse. UNA toma un trago de té, lo retiene un rato y empieza a hacer gárgaras, OTRA le contesta y entre todos acaban reanudando la discusión. La fotografía y la música —por ejemplo, con un digeridú metiendo la trompa en una cubeta y alternando entre dar el tono y el burbujeo— acompañan a la impresión acuosa.

Vuelven a bajar la intensidad, hasta que acceden a pasarse el trago y a callarse. Se apagan las luces y las transparencias. Se quedan sólo las velas y algunos ruidos dispersos de los instrumentos. Después de unos segundos, se para Y OTRO, prende un cigarro y empieza a dar vueltas.

UNO: (Sigue acostado.) ¿Qué pasó?
Y OTRO: Nada.
UNO: ¿Qué?
Y OTRO: Nada. (Pausa.) O sí, pero que ya pasó.
UNO: Qué pasó.
Y OTRO: Que pum, que ya fue y que siempre pasa.
UNO: ¿Qué?
Y OTRO: Pues que estaría bien que cada sesión dejara como un aguijoncito acumulable, que sí un poquito, pero más bien como secuela anímica, o educativa, de que ves algo y sabes que lo podrías ver de otra forma y entonces lo transfiguras, pero demasiada veleidad. La idea sería que la cosa solita se transfigurara como suele transfigurarse. (Aparece como flashazo una foto con figuras disueltas.) A veces hasta me dan ganas de que en una de ésas en que cerramos los ojos de plano nos fuéramos pa’ dentro.
UNO: De plano.
Y OTRO: Y ahí adentro como una disolución progresiva de todo, de los sentidos y las cosas y las ideas, o no cosas sino formas y la idea misma de la forma, y que todo siga en expansión hasta que se acabe de disolver y quede todo blanco y tantán.

Se apaga la luz. Aparecen en la pantalla imágenes caleidoscópicas. La última queda fija hasta que termina la música. Cuando se acaba, quedan nada más sonidos dispersos que van a ir decreciendo conforme a la secuencia de las fotos: después de la imagen que quedó fija, una menos poblada de figuritas, luego otra menos poblada, y así, gradualmente se van despoblando y dejando más huecos blancos, hasta que quede en la pantalla puro blanco. Ya sin ningún sonido, se queda unos segundos la pantalla en blanco y se apaga.