No. 115/EL RESEÑARIO


 
Historias de mujeres


Carmen Uriarte



Rosa Montero
El corazón del tártaro

Espasa Calpe, Madrid, 2001


 

uriarte-carmen01.jpg “—Te he encontrado”, sólo eso, tres palabras oídas una mañana a través de la línea del teléfono ponen en marcha, en una marcha frenética hacia el recuerdo y el miedo, a Zarza —Sofía Zarzamala—, protagonista de El corazón del tártaro, novela de la escritora y periodista española Rosa Montero.

Impulsada por el terror, Zarza sólo tiene veinticuatro horas para, paradójicamente, encontrarse y alejarse para siempre de Nicolás, su hermano mellizo, quien desde el principio de sus vidas la arrastró hasta el abrazo de la muerte; hasta la comarca de la Reina; hasta el territorio donde la única que domina es la Blanca —la otra soterrada protagonista—, la que se metió en sus venas y la sometió hasta obligarla a hacer casi hasta lo imperdonable.

Una simple llamada hará que el presente de Zarza, frágilmente asentado en años de vida metódica y solitaria, se tambalee, y la hará correr al encuentro obligado de la memoria y del dolor.

Espléndidamente estructurada, esta novela construye y reconstruye, en un constante ir y venir del pasado al presente y viceversa, las vidas de Zarza y Nicolás, la de Miguel —su hermano retrasado—, la de su padre, la de Urbano. Vidas que se entretejen alrededor de un mundo de abandono, violación y sufrimiento; de dependencia y crueldad; de traición y venganza; de delitos que no se recuerdan y de palabras liberadoras.

En El corazón del tártaro Rosa Montero se vale de la intriga y de la sorpresa constantes para mantener al lector en vilo desde la primera página hasta un desenlace digno de su espléndida narración y para adentrarlo a todo un mundo urbano de drogas y prostitución, tan similar al averno, al tártaro del que en muy contadas ocasiones se logra escapar.



John Irving
Una mujer difícil
Tusquets, Barcelona, 1999


 

uriarte-carmen02.jpg Una mujer difícil, del autor norteamericano John Irving, es una novela que, desde sus primeras páginas, atrapa al lector de forma inmisericorde. Su lectura es más fuerte que el cansancio y el sueño. Es el libro que se lleva bajo el brazo a los sitios más inusuales: a la mesa, sin el menor respeto a los demás comensales; a la cama, sin consideración ni atención al compañero o compañera; al trabajo, sin medir las consecuencias que pudiera tener una súbita mirada del jefe a la oficina; al coche, para leer un poco en los embotellamientos y, ¿por qué no?, en los altos, y casi hasta la regadera —el agua puede ser lo único que detenga una lectura desenfrenada hasta la última página. El final, sin embargo, se ve llegar con nostalgia prematura.

Irving va urdiendo un finísimo entramado valiéndose de la infancia, juventud y madurez de Ruth Cole, marcada desde su nacimiento por los pecados y virtudes de sus padres, y de los demás personajes sin dejar un sólo cabo suelto. El más sutil e insignificante suceso queda perfectamente trabado a la urdimbre que hace que esta “mujer difícil” sea tan apetecible.

Ruth, niña precoz, joven solitaria y destacada escritora, compone su vida en el recuerdo rencoroso de Marion, su madre. Ambas mujeres sostienen el argumento, una —la hija— lo hace de frente y desde el presente; la otra, desde la memoria de los demás. Esta fuerte presencia femenina de la novela se equilibra con personajes tan atractivos como el padre de Ruth, Ted o Eddie, el eterno amante de Una mujer difícil.

El autor conoce tan bien su oficio —curiosamente, o no tanto, los personajes principales son escritores— que lo que sucede en el ámbito de la novela es tan legítimo como la misma realidad.

Ésta es, en suma, una obra peligrosísima, el incauto lector queda enredado en ella sin remedio y, ya que esta “peligrosidad” en una novela de intriga se convierte en una cualidad, Una mujer difícil resulta tener muchos atributos.