No. 117/EL RESEÑARIO


 
Dados cargados


Carlos Alvahuante

 


Óscar de la Borbolla
Dios sí juega a los dados
Nueva Imagen, México, 2000

alvahuante-carlos01.jpgSuponte que eres un lector que por casualidad se encuentra un libro de la Editorial Nueva Imagen: Dios sí juega a los dados, de Óscar de la Borbolla. Descubres que es un libro de ciento sesenta páginas, por lo que el terminarlo no tendrá que volverse uno de tus propósitos de Año Nuevo. Bien. Al caer la noche, ya en tu casa, lo muerdes para comprobar su autenticidad; lo abres por la mitad y te lo pones como gorro para asegurarte de que no te va a provocar dolores de cabeza por incompatibilidad de ideologías; revisas cada página a la luz de una vela para confirmar que las entrelíneas estén claras; lo agitas cerca de tu oído para verificar que no tenga cabos sueltos, y, por último, le rezas a San Proust para que la lectura no sea tiempo perdido.

Lees. Tu mano se independiza como un horrible engendro de Clive Barker y cambia las páginas sin que te des cuenta. Sigues leyendo. Estás tan clavado en la lectura que ni por aquí te pasa que alguien más esté leyendo el mismo libro que tú. Ya ni siquiera lees: has alcanzado ese nivel tibetano en el que las palabras impresas dejan de parecer hormigas despanzurradas y se convierten en imágenes tridimensionales en las hojas del cerebro.

Punto. Final. Terminas el libro, inconsciente de que una lectora, del otro lado de la ciudad, acaba de cerrar en ese preciso instante su ejemplar de Dios sí juega a los dados. Nunca se conocerán entre ustedes: cuando te atropelle no alcanzará a verte el rostro, aunque después no haga más que pensar en ti.