No. 119/POESÍA 


 

Un escaparate quebrado en el alba 



Elman Trevizo Higuera
CENTRO DE ESTUDIOS SUPERIORES DEL NORTE, CHIHUAHUA

 

 

Muerte

Basta con sentirla para regresar a la infancia
                                                      dejar caer el grito y recoger la herida
la grieta que le da forma al dolor
                            el badajo que tercamente golpea la secuencia del pretérito:
el aletear enmohecido del recuerdo.

Basta con oír el crujir de la puerta
el ojo de la cerradura parpadeando en su miedo
para ver a la noche que pasea a la oscuridad para hacerla más negra.

Huracán petrificado
                          la muerte
dolor umbilical
                         lamento sujetado al cuerpo.

Quiero escapar para no existirte
Para no mirar cuando tú me hagas cerrar los ojos
Para no buscar hacia adentro el pincel que trae consigo la desmemoria
Y no gritar que eres la grieta que la tarde necesita para abrir sus alas
para romperse como un cántaro arrojado desde el vacío de un ventanal.

Aturdidos
Dejamos que el tiempo y sus contingentes manecillas corran
Dejamos que los ciegos finjan un desfile de imágenes:
Un río que fornica cada tarde con el puente
Un fantasma que baja escaleras
Una escalera que sube sobre los pálidos pies de un fantasma.

Una parodia del miedo
Un adversario que calla y cae, como por accidente.
Una sombra inventando la forma negativa del encandilamiento.

Pabellón de locos es el instante.
Una obra de teatro que dura sólo un acto: la muerte.

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Corazón


De latidos silvestres
                          imprevisto
no daltónico
Aferrado a un maniático tararear de suspiros
                                               alegatos.
Mordedura no de serpiente donde la sangre fluye.
Único lugar donde el rojo no se desboca
Se deslabia
Cangrejo acorta-vidas
Semáforo en stop.
Mármol rojo
Puño abriéndose y cerrándose con una seña obscena.
Danzarín sin orgía
Ritmo circular volviendo a donde mismo:
De latidos silvestres
                         imprevisto
no daltónico.

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Clandestinidad


Llevo lentes ciegos para no ver lo que hago
Por dentro me ilumino
en sueños ojerosos cada noche me desbordo
extravío el remordimiento en el vago boceto de mi alma.

Te encuentro
                 mujer
Intacta
Con un grifo abierto entre tus piernas
Un fogonazo que es una llama sin sombra
un aguijón que penetra el monótono rumbo de esta llaga: deseo.

La oscuridad se cierra lentamente la bragueta.
Y la luz no se hace.
Nace el deseo.
La apócrifa mañana gatea: muere la noche con una cínica carcajada.

Te encuentro ahí
En mi cuarto
y me haces olvidar que el reino de la mañana también existe
que no hay poder que detenga el persistente bastidor de la noche.

Diosa imperfecta bordada húmedamente en el lomo de la noche
Eres
Un mensaje en una botella que en una noche de insomnio yo mismo escribí
Pero ya lo olvidé

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Creación


Quedaron gotas de agua en el cristal que Dios formó de lluvia
Quedaron jaulas encerradas en su propio hermetismo
Quedé yo enfrentando a mi otro yo y al tú del espejo repetidas veces
Afilando colmillos de azogue
Multiplicando al ser en el declive de las sombras.
En la transición del abismo
Formando nubes sin dejar gotas de cristal sobre el agua.
Sin dejar que caminen los muros del encierro
y las aristas se entierren en los bordes sagrados de mi reflejo solo.
Mientras cae la noche y las sombras son una
Y arriba y abajo no existen junto al cincel de la luz
junto a la noche que se imagina sucia, negra,
y lo es
                                               como yo
que me imagino solo.
                         Torpe
                                     incomprendido
en la acuosa divinidad de mi reflejo.

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Paisaje de un grito


Si este transcurrir no sólo fuera un obraje de mitos.
Violentos
demoníacos.
Devoramientos de la memoria por la memoria
vahos de dolor marcando un trazo indefinido
circunstancias que nos llegan al cuello no como el agua.

Si no se entumieran las lágrimas porque nadie se va
no me verías aquí
anunciando con el puño creciente de este punzante grito mi presencia
                                                                            tu presencia.



Un escaparate quebrado en el alba

Detrás de tus anteojos
el aire es un laberinto transparente

El torpe ábaco de la vejez
cuenta sar-cás-ti-ca-men-te-tus-pa-sos.

A tientas llegas
te arrodillas frente al Dios petrificado que apenas puedes ver
dejas caer un monótono chasquido de oraciones y de posibles milagros
enciendes velas que queman el vientre baldío del aire.

Nada consigues en esa lenta combustión
en ese rito matinal de incertidumbre.

No lo sabes,
Dios
es un escaparate quebrado en el alba
                                                   por no sé qué demonio.


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Quiróptera

Suelo imaginarte con el misal bajo la axila que gotea sudor
el evangelio empapado
bautizado con la sal predilecta de la fe
perfumado con un nuevo antitranspirante.

Pienso que alguna vez eructaste junto a tu reflejo y te pediste perdón
invento que le vendas los ojos para olvidar el sabor de la sangre
que conociste Brooklyn durante un eclipse semejante a un alcatraz
que amas a los chicos orientales que se espulgan la nariz como si buscaran mariposas,
que tus ropajes son ese falso predicador que llamamos misterio
esos gatos grises que nombramos ceniza
                                                               y nos queman los labios.



La tarde

Rasga la niebla los párpados somnolientos de la tarde
se trepa en el blanco renglón de la avenida
en el pretil del viento que envaina la humedad.

Una mujer bajo el tejado
se pregunta cuándo acabará la lluvia:
jauría de sombras escurriéndose sobre el asfalto.

Mojada.
Maldice.
Bajo su minifalda blanca
brota el pudor
germina como un trébol.

El deseo
sanguijuela de agua dejando su huella entre las hojas.

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Negativas


Primera:

Contémosle relatos de terror al niño que todos llevamos dentro,
busquemos voces en los muros mudos de la vida,
perdámonos en el sombrío sombrero de un prestidigitador,
memoricemos formas de estar siempre despiertos,
en esta larva
                                        muy larva pesadilla.



Segunda:

Esa nube que va pasando                tu pubis,
pubis nublándose,
oxidándose en la asmática oscuridad que juega a perseguirse,
a nunca
           ni de broma
                           alcanzarse.
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Tercera:

Escribo sobre el silencio de la hoja.
Con la pluma
apuñalo tus signos literales.
Y te dueles,
pálida
       ausente.



Cuarta:

No desearás la oscuridad
aprenderás el rotativo mandamiento de veinticuatro horas
no jugarás el juego de la noche donde todos se esconden
no pecarás con desear el amanecer:
fantasma cojo
que con dificultad
                        se arrastra
                                                  al
                                                           dí
                                                                     a.

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Sibarita


Abre tu alma cual garganta y pronuncia mi nombre
no deletrees el vocablo costilla
esa arcaica palabra se desperdigó
entre la real academia y el rojo lenguaje de los carniceros.

Ocúpate de mostrarte más allá de un origen glutinoso
                                                                       casi amargo.
Más allá de la humedad que a sueño huele
del pagano vibrar femenino
de aquella nube irascible
que sigue lloviendo
                         sin saber exactamente la fórmula del agua.

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La ciudad 

                               Un telegrama con los sellos violados,
todos la leen
                la descifran
                                        a nadie enteramente pertenece.


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La ciudad II

Cómo
      Cuándo mueren las estatuas
                                        trevizo-elman16.jpgLos cementerios,
Cuándo el eco de una gruta dice ruido.



Desierto - página

Una frase no escrita
es el remordimiento
                         que desmiente a la tinta.



Luciérnaga

Un cigarro ebrio
prendido a media noche
                                  por la nada.



trevizo-elman17.jpgEpitafio

No sé por qué
                  pero en mí
el verbo caer
se conjugó irremediablemente hasta llegar al suelo
hasta volverse tumba.



Intento de haikú a la desdicha

El único ojo
de mi palabra llanto
suelta una lágrima.


Dibujos de Said Dokins, Escuela Nacional de Artes Plásticas