No. 142/EL RESEÑARIO

 
Hacia la permanencia de lo fugitivo


Iván Cruz Osorio



Luis Paniagua
Los pasos del visitante
Ediciones de Punto de partida-UNAM, México, 2006 


 

portada-luis-paniagua.jpgEs inevitable la sensación de vértigo, de movimiento, de búsqueda, que se puede hallar en la lectura de Los pasos del visitante. Quizá esta sensación se justifica por­que cada poema resulta una indagación continua para asir ciertas esencias como el amor, la melancolía, los sueños, la muerte, la otredad, y sobre todo el tiempo. En es­­ta búsqueda, Luis Paniagua (San Pablo Pejo, Guanajuato, 1979) es heredero de una larga tradición de poetas mexicanos que han develado la poesía en las cosas del mundo exterior, en la naturaleza, en los objetos que nos rodean; que han podido des­­prender los secretos del tiempo en el breve lapso de un amanecer o la muerte den­tro de un vaso de agua o los sueños en una tormenta de nieve. Paniagua pertenece a esta ralea de poetas-magos que pueden capturar la esencia de lo inasible, que pue­den acercarse a lo fugitivo y otorgarle un nombre inédito.   
   Eres como el tiempo
   mar,
   cada instante te vas,
   cada ola,
   y no vuelves tú
   sino un simulacro:
   lo que vuelve es el agua
   de otro mar
   que ya nunca es el mismo.
Es evidente una búsqueda de representar el paso del tiempo vía el mar, que finalmente da como resultado el hallazgo de una otredad, de un otro “yo” inasible, pero no ficticio. Luis Paniagua, cercano a una poesía metafísica, nos muestra un paso del tiempo visible en el mar, concebible en las olas, en el agua. En el libro los elementos tangibles con los que el poeta apresa lo fugitivo son el mar, el calor, el sol, una hamaca, en fin, los largos paisajes en la memoria de un visitante, distribuidos en los tres cuadernillos que componen el libro. En estos tres momentos podemos encontrar a la poesía como esa luz que revela matices sorprendentes en todo aquello que ilumina; así el mar, si bien invocado en grandes poemas desde Homero, cobra nuevos matices:
   El largo monólogo del mar
   es el eco, la reminiscencia
   del nombre más alto,
   más antiguo
                       del agua
   que se abre, franca,
   hacia pulidos litorales.
El primer cuadernillo de Los pasos del visitante —“Croquis sobre el mar”— es un viaje que intenta develarnos una visión del mar, una visión de varios de los elementos marítimos, que nos llevarán a encontrarnos con que ese mar es una red mágica que puede asir emociones, miedos, esencias. De esta forma el mar puede ser un “quieto sueño”, “un dibujo”, un testigo silencioso, una “tremenda bestia” que prepara el naufragio de las naves, el tiempo, la tinta con que se escriben estos poemas o simplemente agua. Estas concreciones hechas mediante imágenes sutiles, que al momento de la lectura no dan tiempo para reflexionar sobre ellas cuando ya están presentes en nuestra mente, son ejemplos justos de la poesía de imágenes con una intención de profundizar en torno al ser humano. Las imágenes de Paniagua son relámpagos precisos en la mente del lector, relámpagos que permiten representar el universo mental y emocional del hombre. Si bien la poesía mexicana tiene una larga tradición de grandes creadores de poemas de imágenes, cabe señalar que en los últimos años ha habido una estampida de malos imitadores de los elementos metafóricos de Octavio Paz y José Gorostiza, que han hecho imágenes por el simple hecho de hacer imágenes, poemas de la imagen por la imagen, sin nada que sustente la existencia de esas imágenes, simples postales que han terminado por desgastar esta veta. Por eso la importancia de la aparición de Los pasos del visitante, ya que en sus poemas devuelve al lector actual la confianza en este tipo de poesía.

En el segundo cuadernillo, titulado “Las habitaciones de abril”, la voz poética nos ubica en un ambiente más intimo; se trazan las siluetas de una pareja, de la convivencia durante un calor externo e interno abrasador y omnipresente:

   3
   Él abre la ventana:
      Mira de frente al ojo de la noche pudriéndose.
      Cierra la ventana.
      El calor que se ha colado es tan denso que la pala-
   bra cuchillo (pensada o caída de los labios del hom-
   bre) podría cortarlo en gajos.
Los pasos continúan, hemos llegado a esta estación del calor, íntima, donde el amor se presenta y es apresado mediante los cuerpos. El mar nunca desaparece, los pasos del visitante transcurren en la playa, en las habitaciones, en la arena, en todo ese mundo de los litorales; en estos poemas no hay imágenes gratuitas, detrás de cada imagen hay una búsqueda lúcida por develar los quehaceres del amor:
   21
   Él y Ella se miran. Invisibles arañas ovillan sus mira-
   das. Él y Ella se tocan, su piel habla el lenguaje de los
   ciegos.
      Las venas son relámpagos por donde bajan, desbo-
   cados, los caballos, ligeros e imprecisos, de la vida.
En esta sección del poemario cabe destacar dos características formales: en principio, que se utiliza el poema en prosa, lo que permite entrar a la voz poética en un tono más narrativo, consecuente con la historia de pareja que nos está contando. En segundo lugar, que se usan notas al pie en los poemas, notas que resultan ser otro poema que se desprende del poema mayor. Este elemento crea una nueva atmósfera rica en significaciones, estamos pues ante poemas que se abren a nuevas interpretaciones, poemas que se ahondan en otros poemas:
   20
   Él conjura las pequeñas deidades cotidianas del fue-
   go, enciende un cigarrillo, escribe en su cuaderno:3
   afuera el mar anda dando tumbos con su borrachera
   de siglos.

3Amanecer de descubrimientos 
Aquella mañana / en esa pequeña habitación / no era el sol / entrando por las rendijas: / era el mar. Amanecer de descubrimientos: / encontrar tu cuerpo / hecho mitad de sueño todavía, / topar la mirada / con el letargo de las sábanas / ondeando aún…
No era el viento chocando / contra la puerta / eran los golpeteos del oleaje, / abriendo el espacio, / abriendo el mundo.
Y no era el mar, tampoco, / lo más grande del paisaje. / Amanecer de descubrimientos: / frente al hallazgo de tu cuerpo / desnudo, tibio, / interminable, / el mar era un
pequeño insecto / aleteando, / tocando a las puertas / de tu sueño.

En el último cuadernillo, "Las lenguas de la arena", los pasos nos llevan a ele­men­tos de los litorales como un faro, una palapa, una playa;  nos develan lo que hay detrás de estos poemas que iluminan no sólo los sitios del mar, de las costas, sino también los asideros del amor, del paso del tiempo, de las esencias, detrás de todo esto está la melancolía.

Mapa

Todos los caminos llevan
a este puerto sin mar
en el que anclamos.
Dan en llamarlo, algunos,
melancolía.


Estamos pues en presencia de un escritor que ya desde su primer poemario de­mues­tra ser dueño de sus habilidades poéticas, y explota sus recursos con mesura, con responsabilidad. Lo que más me emociona de la poesía de Luis Paniagua es esa mesura, su segura concreción, su capacidad de hablar, precisa y profunda, de las cosas. Entre los poetas de la promoción más reciente en México, sin duda, Luis Pa­nia­gua es de los pocos que surge en el mundo de las publicaciones como un poeta maduro, como un poeta seguro de sus pasos, seguro de sus búsquedas, que es, qui­zá, de lo único que los poetas podrán jactarse de estar seguros. Enhorabuena por la poesía.