No. 124/ENTREVISTA

 
Guillermo Samperio, del humor y el erotismo 


Rodrigo Martínez
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES, UNAM


El departamento, provisto de grandes libreros, muestra numerosas obras literarias desde la entrada. Como en la habitación de un adolescente y acabado en madera blanca, un enorme mueble alberga discos de The Beatles, The Rolling Stones y The Doors. Tres ordenadores descifran textos e imágenes pues, justo detrás del muro ante el que se hallan, está una habitación con una mesa extensa, algunas sillas y una biblioteca bien dotada en donde vemos a los poetas Octavio Paz, Pablo Neruda y Ezra Pound. Es en ese rincón donde Guillermo Samperio, ataviado con un chaleco gris y una camisa a cuadros, imparte su taller de creación literaria. El autor de La Gioconda en bicicleta, refugiado tras sus gafas, con el rostro inclinado y la mitad del iris expuesto, sale al paso de la pieza “Don’t let me down” y sonríe con un dejo de formalidad y autoridad.

Guillermo Samperio nació el 22 de octubre de 1948 en la Ciudad de México. Autor de cuentos y novelas, publicó recientemente
Después apareció una nave: recetas para nuevos cuentistas, donde reúne sus consejos de taller para nuevos escritores así como una receta de lecturas necesarias. En 2003 publicó en España los cuentos recopilados en La mujer de gabardina roja y en Francia, Gente de la ciudad. Ha recibido, entre otros premios, el de Casa de las Américas 1977 y el del Instituto Cervantes de París 2000.

Considerado por muchos heredero de Juan José Arreola y Julio Cortázar, él afirma que recoge la influencia de Edgar Allan Poe, Roberto Arlt y Oliverio Girondo.


rodrigo-martinez1.jpg RODRIGO MARTÍNEZ.- Todos estos autores tienen un fuerte rimo musical en el texto. ¿Usted ha buscado en sus obras este ritmo musical o se trata del lenguaje que heredó de la música que componía su padre?
GUILLERMO SAMPERIO.- Pienso que cada texto tiene su sonoridad. Si tienes una escena donde el personaje tiene que ir rápido, allí no te conviene usar mucho punto y seguido sino comas. De manera que se genera un ritmo especial. También puede ser una escena reposada. Es como decía José Vasconcelos: “los cuentos los siento como pequeñas sonatas”. Me interesa muchísimo que en cada texto exista una musicalidad especial. Yo no publico un texto si no lo he escuchado varias veces y he controlado el sonido de cada sílaba.

En el conjunto de cuentos
Lenin en el fútbol Samperio emplea el lenguaje urbano, pero en Cuando el tacto toma la palabra cambia a un lenguaje más poético. El autor dice estar satisfecho con el resultado sonoro del primero de estos títulos porque “reúne, quizá, mi parte más urbana. En los libros siguientes incorporo una mayor libertad de expresión, como en Textos extraños”.

RM.- ¿O como en Cuaderno imaginario?
GS.- Sí. Antes yo planteaba teorías para escribir. En Fuera del ring y Miedo ambiente decía que vivíamos en un sistema de miseria moral, económica, religiosa y cultural. Por eso escribí cuentos como una representación de todas esas miserias.

RM.- ¿Podemos decir que los cuentos “Venir al mundo” y “Desnuda” son una miseria en la que se presenta el Leviatán?
GS.- Así es [Guillermo asiente ampliamente con la cabeza].

Algunos cuentos de
Cuando el tacto toma la palabra, Lenin en el fútbol y Textos extraños forman parte de la recopilación titulada Miedo ambiente y otros miedos que ganó el premio Casa de las Américas en 1977.

RM.- En Lenin en el fútbol recuerdo los cuentos “Yurécuaro” y “Al abrir las puertas”. ¿Podría hablarme de ellos?
GS.- “Yurécuaro” es un cuento que recrea escenas infantiles personales. Es, más bien, un autorretrato de los descubrimientos del amor y la sexualidad. “Al abrir las puertas”... [Samperio comienza a reflexionar con relativa picardía en el rostro]. Yo vivía en una familia que, cuando había visitas, reunía a demasiados miembros, llegamos a estar diez de nosotros acostados en literas en donde nos amontonábamos. Era una promiscuidad impresionante: lo que Benedetti llama “la lagartija de la sexualidad; de la excitación rondaba”. Y rondaba el incesto. Aunque no lo realicé en la realidad física lo quise hacer en la realidad interior. Eso es lo que me atrae de las letras: que puedes matar, violar, ahorcar, torturar, amar desmedidamente y suicidarte pero sigues vivo; aunque con otros peligros.
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RM.- En Lenin los personajes describen las condiciones de su realidad temporal y, paralelamente, hay una rutina sobre el amor. ¿Usted únicamente intentó representar el contexto social?
GS.- No. Yo pensaba, en ese entonces, que no podían existir textos literarios sin sexo. Así como en las películas nunca vemos orinar a los actores [Samperio emula las acciones], en muchos cuentos nunca los vemos hacer el amor, por ejemplo. Yo decía que no podía haber cuentos sin erotismo, y tampoco sin una visión del mundo desde su trasfondo. Pero, hablando de la sensualidad, y retomo aquí el tema de la música, es preciso cuidar de la musicalidad del texto narrativo como si se tratase de un poema. Cuando el lector entra en el texto no se da cuenta de que éste tiene musicalidad: sólo lo percibe. Pero seduces al lector con las palabras y la musicalidad.

Samperio explica que la musicalidad de sus obras “depende del ritmo de las acciones. En una novela deduje la musicalidad de la corriente minimalista que en Europa llaman avant-garde: con Philip Glass, Wim Mertens y René Aubry. Ellos envían una nota, luego la repiten pero agregan una segunda que la modifica. Posteriormente repetirán esas dos y una tercera las modificará, y así sucesivamente” —la corriente minimalista en música cree que “todo es parte de todo” y busca un sonido con pocos arreglos y orquestaciones. Glass es el mayor exponente en el piano y hace música para cinematografía.

rodrigo-martinez3.jpg RM.- En Cuademo imaginario aparecen muchos zapatos: cafés, rojos, grises o amarillos. También en La Gioconda en bicicleta y Lenin. ¿Porqué tantos zapatos?
GS.- Yo tengo el fetichismo de los pies [se carcajea]. La reiteración de los zapatos se debe a que cada color define una personalidad de mujer. Una mujer puede tener un rostro muy bello y un cuerpo muy agradable, pero si tiene los pies chuecos quizá no me atreva a salir con ella. Eso se debe a que en la infancia y en la adolescencia yo me quedaba en la casa de unos familiares donde estaban mis primas. Una de ellas me excitaba con el pie. Una vez hice un viaje del colegio en tren y allí venía una compañerita que, para no hacerlo muy evidente, me excitaba con el tobillo, y entonces comencé a ligar lo sensual con el tobillo. Después supe que el pie es toda una cultura. En Occidente se le oculta y en Oriente se le venera. En los pies pasa todo.

RM.- ¿Como los zapatos rojos que en sus cuentos permiten ver los tobillos?
GS.- Así es [exclama mientras manotea y dispersa el humo de un cigarrillo], pero mis preferidos son los grises. Que llevan a la mujer equilibrada. Yo quiero una mujer equilibrada. No una que esté gritando todo el día o que esté mirando la pared durante tres horas y no escuche.

Guillermo Samperio es un autor vanguardista. De ahí su minimalismo expresado en los zapatos. Además, según su visión, gran parte de su obra así como el estilo que han recogido autores como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Juan García Ponce, ya habían sido reunidos en una sola obra: Dublineses de James Joyce, el maestro de la técnica de flujo de conciencia múltiple en las letras del siglo XX.


RM.- ¿Cuaderno imaginario es su obra más vanguardista?
GS.- Fue una forma de mostrar mis inclinaciones hacia la vanguardia al principio de mi carrera. Incluso traté de sacar provecho del chiste. Existe la idea de que en literatura no se puede usar el chiste como texto literario. Jamás al chiste, a la nota o al recadito. Traté de darle una vuelta de tuerca al chiste para que se volviera literario, es decir, buscar otras formas. Incluso en la vida cotidiana.

RM.- Sin embargo, mientras Cuaderno imaginario tiende al surrealismo, el realismo mágico y el fragmentarismo, su obra más lúdica es Gente de la ciudad...
GS.- Así es. He pensado que lo erótico debe estar permeado en el texto; el humor también. Trato de usar un punto de vista irónico, satírico, quisquilloso o de humor negro. ¡El humor negro me encanta! En Gente de la ciudad yo quería escribir una novela sobre la ciudad y me di cuenta de que ya no se podía. La novela de la ciudad debe ser, ahora, una enciclopedia. Ya está la de Carlos Fuentes, la de María Luisa Puga o la de Armando Ramírez. A cambio de eso pensé en actuar como geólogo. Tomé muestras de la ciudad: los diversos niveles sociales, lenguajes y objetos como postes, ventanas, así como sus características. El personaje central es la ciudad. Todas sus historias se pueden ver como novela.

RM.- Desde Lenin en el fútbol, donde está presente la rudeza del lenguaje y el entorno, hasta La Gioconda en bicicleta, surrealista y libre en el lenguaje, se ha dado un gran cambio. En esta última obra advierto dos elementos centrales: “el síndrome del tiempo” y el suspenso...
GS.- La Gioconda es un viaje en el tiempo ya que muchas de las historias suceden en distintas etapas de mi vida. “Una carta más a Julio Cortázar” me sucedió a los treinta años. Y no lo había escrito porque si el verdadero Julio Cortázar se entera me liquida.

rodrigo-martinez4.jpg RM.-¿Lo mismo sucede con “Los poetas malditos de la subsecretaría” y “La plaga”?
GS.- Claro.

RM.-¿Cree que La Gioconda en bicicleta es su obra más “arreolística”?
GS.- Definitivamente. Juan José Arreola fue el gran narrador, el mayor. No sé si colocarlo después o junto a Juan Rulfo. Con Arreola muchos aprendimos la libertad para decir las cosas. Si hay una enseñanza en su obra es que no debes sujetarte a una sola forma. Debes permitir que tu texto vuele: sea cuento, prosa poética, relato o simple fragmento. Se fue uno de los que mejor han manejado la lengua española. Desde mucho antes nos había heredado una gran obra. Ahora queda una cuestión para todos los cuentistas que ellos podrían ocupar el lugar de Arreola.

RM.- Usted afirma que “la palabra es el principio del tacto; es decir, de un futuro silencio”...
GS.- Yo no me enamoro a primera vista. Tiene que ser mediante las palabras. Después viene el tacto y, cuando ya se ha amado, sigue el silencio. Es curioso que, en una ocasión en que estaba escribiendo un cuento perverso y pornográfico, el cual debía abarcar unas tres cuartillas y que terminó por extenderse, resultó que me fui excitando gradualmente [Samperio emula la acción de escribir y mira con minucia]. Y pensé: “A ver si, cuando termine el cuento, le llamo a una amiga.”


Las fotos que ilustran este texto han sido proporcionadas por el Archivo Fotográfico del Conaculta-INBA-CNIDPL
El crédito de fotógrafo se indica en cada caso

Foto: Rodulfo Gea
Fotos: Rodulfo Gea
central Italo Fabricio
Foto: Rodulfo Gea
Foto: Italo Fabricio