No. 149/TRECE POETAS DE CHIAPAS

 

rivera-fabian01.jpgFabián Rivera
(Tuxtla Gutiérrez, 1984)

 


Poética

Cada palabra es un camino. La hoja en blanco es un silencio que convoca. Subsiste en aparente inocencia: libre de tiempo y espacio, representa fielmente al hombre: espejo a cuya habitación acuden así lo callejero y lo numinoso. El poeta —cúmulo de nervios, criatura fisiológica e incluso anatómicamente adaptada para ejercer su oficio— plasma sus inquietudes sobre ella y la desvirga. Al no tener una definición, la poesía invita al constante ejercicio de su descubrimiento.

La búsqueda del poeta es interminable. Debe sacrificarse a sí mismo infinidad de veces, sin saber siquiera cual será su definitivo incendio.


La poesía es el fuego pétreo que da vida y que libera.



Aclaración preparatoria

Busca ahogar tus penas con los libros.
Prueba llorar como los héroes
de los que incansablemente hablas.
No requieres compañía:
las letras son tu bálsamo,

¿podrás apagar tu sed con tanto polvo?

Escribe, escribe, escribe,
escribe como escribo esto:

¿Qué se siente tener a tu merced todos mis versos?



Anegado de una líquida virgen que me ampara

Con los pies ebrios de asfalto
Espero las membranas de la tempestad
En la más próxima lluvia

Su finitud
Se recuesta sobre la hierba
Y cruje mineral el río

                                La constelada soledad de mi garganta

Miro mis manos
Son una llaga en el vientre de Cronos
Tomo mi lengua
Siembro lentamente su veneno
Brindo una copa de viento
Una lenta música de gotas

Es una noche de labor y odio

Ceniza y vid
Musitan
           Sobre las entrañas del alba



rivera-fabian02.jpg CANTO A MIS ESPALDAS.
Ebrio me busco
en puentes de alcohol y de saliva.

De nada sirve que me hable
porque a mí nada me importa:
en mi almíbar pataleo (así gusto)
queriendo que el olvido me recuerde.

Lloro, idiota, destrozado:
a nadie conmuevo con mi llanto.

Lloro, fetal, en la escalera:
a nadie conmuevo con mi llanto.

Lloro, obsoleto, derrotado
—nada espero—
lloro con el vientre apuñalado:
ni al estiércol conmuevo con mi llanto.

No me culpo corazón de haber nacido.



Persistencia

1

Porque me impronto si tocará la puerta en la mañana. Si borrasca, agrieta la paciencia, sus ventanas. Si habré de desprenderme y su gástrico latido me reclame queriendo saciar la sed de sus cadáveres. Si hambriento de ruptura abreve del más cercano abismo y ella gima, derrotada.

2

Con la pluma a medias en la mano, las horas florecen a su tiempo: hilo en que gargantas anhelan siempre derramarse, arroja sus murmullos en la memoria del día, en las ácidas mieles del exilio.

Un gorjeo de verdugos enhebra mantos de luz: la noche, su diámetro de altura.

Terriblemente sutil, la niebla se bifurca.

3

Busco yacer tras una mirada. Al degollar mis párpados, el cúmulo de polvo, el envenenado verso, agonizan.

Las sombras del cáncer exhalan sus vapores. La estación que recorre esta ladera infértil morará entre las llamas del vidrio, en su voraz péndulo.

Aflijo mis quimeras: el insomnio, recinto azul fuego mis arterias: larva antigua mi pecho desde la entrega del cosmos es imposible el caracol niegue su deleite plano a plano que el sol traza.

Mi voz rompe toda tregua a la cordura

el río no termina de engendrar su nombre


4

La guadaña y el oriente concilian. Transpiraré así el rosal de las mordazas. Las avenido en simulacros de ala enjuta y dolorida cual si el último terrón del éter vagara por mi tierra.

Me abandono al cerrar la luz el pórtico, la pesada fiebre en que todos los Hubiera culminan. Renazco al cerrar los ojos su madriguera de cortinas, al anunciar los astros su partida

ocurro

5

La inobjetable horda de crepúsculos, gravámenes, otoño. Entre polvo, tránsitos y días, jamás pensé que dos monedas pudieran valer un lugar un sufrimiento, que pudieran acaso conservar intacto el peso del espíritu.

6


Cual tangente, en apátridas rincones, cosecho las auroras, apago las enfermedades  del silencio.

Conservo una rota melodía, abrasando las espaldas salitrosas del invierno

Un trozo de luz albergo. Surgen del Apenas las señales

el camino.

 

 


Fabián Rivera. Estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha publicado poemas y cuentos en revistas y diarios locales. Está incluido en los volúmenes colectivos Antología arbitraria de poetas jóvenes de Chiapas (Edysis, 2005), Voces que maduran en su caída (UNACH/INJUVE, 2006), Alba por los caminos (UNACH, 2006) y “En el vértigo de los aires. Muestra de poetas nacidos en la década de 1980” (Alforja Revista de Poesía, núm. 37, 2006). Obtuvo el segundo lugar en el Premio Estatal de Poesía Eliseo Mellanes Castellanos 2006 y el primer lugar en el III Premio Universitario de Poesía Joaquín Vásquez Aguilar 2006. Ha incursionado en el periodismo y oficia la corrección de estilo, así como diversas tareas editoriales.