No. 149/TRECE POETAS DE CHIAPAS

 

guichard-luisarturo01.jpgLuis Arturo Guichard
(Tuxtla Gutiérrez, 1973)

 


Poética

Caligrafía


A veces pienso (pero el orgullo

me censura de inmediato)

que a mí lo que en verdad me gusta

es ver la tinta corriendo cuesta abajo,

cruzando de uno a otro cuaderno.

Ver cómo aparecen calles que sólo reconozco

si las miro desde la altura de un niño en triciclo,

sentir otra vez aquel aire en la camisa

que hace años perdió los puños y la vida,

sentarme en plazas a las que no sabría volver

leyendo por primera vez el mismo libro.

Cosas simples que no requieran literatura.

A veces pienso que eso es lo que quisiera:

ser un buen calígrafo que extiende las letras

como mapas por los que se puede caminar

con el paso alegre del que no ha extraviado su camino.


 

El camino hacia arriba y hacia abajo

Asomado al lago he visto dos caminos.
Uno comienza en mi habitación y crece,
se convierte en calle, árbol frondoso,
paseantes en Hyde Park, ciudad, país,
galaxia, que armónicamente se multiplican
dejando caer a su paso, como al desgaire,
lo que después llamaremos tiempo.

El otro comienza en ese algo sobre nosotros,
lúcido y visible cuando toma forma
de Osa, Gemelos y Cochero,
se empequeñece de pronto, se rinde,
se convierte en galaxia, país,
Charleville, mi habitación, este recuento.
Se encoge como el adulto al que agobia su poder
y se refugia en un caramelo.

No hace falta Heráclito para saber que los dos
caminos son uno y el mismo.

El camino hacia arriba y hacia abajo
es bastante menos que dios
pero es mucho más de lo que necesito.



El orden de las cosas

Todo estaba repartido desde el principio
A la jirafa, un corazón de pozo profundo
A Ulises el divino, los nudos de su balsa
A cada siglo, su propio cuchillo afilado
A cada máscara, un solo personaje
Al agua, no pasar del cuello
Al vértigo, la inmovilidad si la desea
Al llanto de Demócrito, la risa de Heráclito
A los amigos, más de lo posible
A la hija única, todas las fotografías de su madre
A los padres de todos, que nada cambie demasiado
Al día, la amenaza del infinito
A las vacas de peluche, el mito de Europa
A la tierra plana, otras cosas bellas que no existen
A la ciudad, un círculo, una línea y buena suerte
A los libros, que valgan al menos lo mismo
que un minuto de realidad
Al camello, el reino de los cielos directamente
Al lugar en que se nace, una maleta con brújula
Al lugar en que se muere, otra (y juro que existen)
A la mierda, tantos años de hambre
A Narciso, un estanque limpio
A los caminos laterales, que se vuelvan centrales
(y a los centrales, que se vayan de fiesta)
A la luz, ser monopolio de un solo sentido
A los amantes, hacer largo su viaje
A los poetas jóvenes, tres manuales de métrica
A los poetas mayores, ver lo que veía Rilke
A la alegría, una manzana, un Buda y un relámpago
Al azar, todo lo demás



Día de la creación

El día de la creación no pudo ser creado directamente
Primero había que crear algo, cualquier cosa, que lo precediese
Entonces fue creada —supongamos— la trompeta de jazz
Que a su vez fue precedida por el músico
Que a su vez fue precedido por su padre y su madre
jóvenes y juntos dentro de un Fiat 1930
Que a su vez fue precedido por un camino
Que a su vez fue precedido por un bosque
Que a su vez fue precedido por lo que sea que lo precedía
—la tierra, el eje, la galaxia o las enanas blancas—

La verdad es ésta: la creación sucede marcha atrás.
Así se comprende todo perfectamente.



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Animal que sí existe

Sí lo he visto, ese animal todo fundamento,
erguido y desafiante lo he visto, oliendo
el mundo con la seguridad del que está en su coto.
No tiene una forma definida, simplemente
se le siente cuando se pisa su territorio.
Es ante todo un animal de fuerza y de soberbia,
como corresponde al que no teme,
no sigue a nadie, no tolera a nadie, está sólo para verse
a sí mismo y sólo a él obedecerse.

Sí, he visto al animal platónico, elemental y vivo.
Tenía los ojos de él, inquisitivos y burlones;
de ella era al menos la nariz (notable pero bella);
las pisadas eran fuertes de los dos y el resto
se repartía conforme los iba uno conociendo.
Desde que su propia fiereza los separó
están buscándose de nuevo él y ella.
Esa búsqueda es lo único que le queda a cada uno
del animal magnífico que formaban juntos.

 

 


Luis Arturo Guichard. Filólogo, traductor y ensayista. Actualmente es profesor titular de Filología Clásica en la Universidad de Salamanca, España, donde se dedica al estudio de la literatura griega, su transmisión y recepción. Entre los trabajos propios de su especialidad destaca la edición comentada de los epigramas y fragmentos del poeta helenístico Asclepíades de Samos (Berna, Peter Lang, 2004). Ha publicado numerosos poemas, ensayos y traducciones en revistas como Biblioteca de México, Tierra adentro y Letras libres. Es autor del libro de poesía Los sonidos verdaderos (UNICACH / Juan Pablos, México, 2000) y del libro de ensayo Hacia el equilibrio. Lecturas de poesía española reciente (UNICACH / Juan Pablos, México, 2006). Su próximo poemario, Nadie puede tocar la realidad, será publicado a finales de este año.