No. 149/TRECE POETAS DE CHIAPAS

 

cabrera-victor01.jpgVíctor Cabrera
(Arriaga, 1973)

 


Poética

Poética del peatón

“Maduro así / —peatón— / hacia mis lindes, / entro en calor, / inventan el mundo mis pisadas: / de la acera nacen cosas, / nombres de agua / (madurar es hacerse de palabras).” Escribí estos versos hace algún tiempo con la paradójica certeza del que tiene una visión: andar es descubrir un orden oculto. No ignoro, entonces, de dónde surge el numen: me viene de los pies. Escribo, para decirlo pronto y
pedestremente, con las patas. Son esos, los evolucionados miembros del mono que a veces soy aún, los que, al imponerme su ritmo, me revelan la tangibilidad del mundo.

Si a algo, andar es para mí una invitación a contemplar, es decir, a “poner la atención en algo material o espiritual” (como explica la Academia), ya sea en el paisaje que me contiene, junto con árboles, vehículos, pájaros y millones de semejantes, como una más de sus minúsculas partículas, o en ese otro que, oculto en las profundidades de mi alma, me hago en mi cabeza y desde el cual tomo conciencia de mí como habitante de aquel entorno.

Caminar es, pues, fijarme, no sólo en el sentido de advertir y darme cuenta de lo que me rodea, sino en el de materializarme y saberme vivo, aquí y ahora, por la vía del puro movimiento y de la observación. Observación y movimiento que, al ser dotados de una cadencia particular, se me traducen en palabras que a cada paso —y lo digo literalmente, con pleno conocimiento de causa— cambian de forma y de lugar hasta colocarse en el sitio —exacto a veces, aunque otras no tanto— desde donde la revelación es posible.

Emprendo la marcha con la emoción y la angustia con que otros afrontan la hoja o el monitor en blanco y, como ellos, a veces yo también vuelvo decepcionado y exhausto del paseo.


 

Donde se ensalzan las virtudes
de un plato de mariscos

¿Se habría El Bosco siquiera figurado
tal jardín rebosante de delicias
do el camarón penetra, con sevicia,
a la almeja de abrigo recatado?

¿O habría El Florentino imaginado
al patrón del averno, con pericia,
juntar a la lujuria y la malicia
en la oleosa textura de un bocado?

Aquí gambas, tentáculos, ventosas,
de Neptuno sensuales elementos,
rozan su carne tersa y, como rosas,

ábrense al paladar con el aliento.
Vuelve la vida al germen de las cosas:
cesen de la impotencia los tormentos.

Ostionería Mazatlán
Invierno 2002

(de Diez sonetos) 



Moraleja


Vivir así es hacerlo
a filo de navaja
y el miedo
sólo un vértigo en la sangre

y poco ayudan en la lid
la edad
y el excesivo tonelaje

más valdría
volvernos al reposo
al recuerdo de noches menos arduas
cuando era el músculo
un émbolo aceitado
moldeado en el rigor
contra las cuerdas

(lo mismo el gladiador
que la puta de abolengo)

Pero el cuerpo llega el día
en que da de sí
se expande
los goznes se le herrumbran
las bisagras
se avinagran
la carne y los humores
y el alma

…mejor no hablar del alma



cabrera-victor02.jpgRudos vs Técnicos

Donde se hallen enemigos ellos son
los más fieros que se hayan enfrentado,
pues el odio del uno a otro costado
les habita el rencoroso corazón.

Quien los ve batallar en el cuadrado
proscenio de la arena no pensara
que aquello que los une y los separa
la sangre es que los siglos no han secado.

Lucharán hoy a dos de tres caídas,
el encono, si nuevo, siempre el mismo,
abrirá esta noche las heridas

que dejara el fraterno cataclismo.
¿Podrá Abel derrotar a su homicida,
o Caín renacer desde el abismo?

(de El libro de la arena [inédito])



Mudanza de las cosas

Toda llegada anticipa una mudanza,
cada sangre se sostiene en su latido
—y en ese fluir se advierten los signos del traslado.

Apenas su tosca mansedumbre pisa el suelo,
las cosas urden ya la escapatoria:
en sus vetas la madera traza rutas de salida,
dibuja el tiempo en el tapiz de los sillones
el mapa y la escalera.
cabrera-victor03.jpg

No envejece en su sitio la moldura:
madura la ilusión de un nuevo muro
hasta el día en que
—podrido—
cae un fruto del cemento.



Casa vacía

Liberada del peso de las cosas
la casa es apenas su recuerdo:
un cubo inhabitado de memoria,
el vacío escondido tras el eco…

Y el eco, ¿la sombra sonora de qué cuerpo?


(de Signos de traslado)

 

 


Víctor Cabrera. Es autor del libro de fábulas y ficciones breves Episodios célebres (Instituto Mexiquense de Cultura, 2006), de la plaquette Diez sonetos (edición de autor, 2004) y del poemario Signos de traslado (Juan Pablos / Leer y Escribir, 2007). Ha colaborado en distintas publicaciones periódicas como Luvina, Alforja, Revista de la Universidad de México y Punto de partida. Fue becario, en el rubro de poesía, del programa Jóvenes Creadores, del Fonca, durante el periodo 2006-2007.