No.131/EL RESEÑARIO

 
La sátira de la despersonalización urbana:
cinco cuentos de Quim Monzó

 

Rodrigo Martínez

 

 

 


Quim Monzó
Material de lectura 120. Cuento contemporáneo
Dirección de Literatura / UNAM, 2004



quim-monzo.jpgEn España, luego de la Guerra Civil, siguieron tres décadas de dictadura. Para el medio artístico e intelectual de aquella nación, y especialmente para las regiones que siempre se diferenciaron del universo castellano a partir de sus rasgos lingüísticos y sus tradiciones —como Cataluña—, la época de Francisco Franco estuvo caracterizada por la opresión, lo que obligó al exilio a muchos escritores. Empero, al tratarse de culturas con identidades independientes, que poseían cierta autonomía con respecto al centralismo español, y sobre todo en cuanto al caso catalán, varios autores que se consagraron antes de la era franquista pudieron mantenerse a flote durante la misma, tal y como sucedió con el cuentista Josep Pla y el novelista Josep Maria de Sagarra.

Hacia 1960, debido a la recuperación de la confianza internacional, así como de ciertas libertades en la península ibérica, la literatura catalana vivió un renacimiento. Narradores como Pere Calders volvieron del destierro y los novelistas de la posguerra, entre los que destacan Llerenc Villalonga y Mercè Rodoreda, se afianzaron artísticamente. Otros, miembros de generaciones más jóvenes, tuvieron éxito, como es el caso de Pere Gimferrer y de Terenci Moix. Esta recuperación de los valores catalanes se consolidó en los últimos veinte años del siglo xx. El desarrollo editorial y la difusión de la lengua catalana impulsaron a nuevos artistas.

Quim Monzó, uno de los narradores más destacados de este periodo, oriundo de Barcelona, fue un caso excepcional pues hizo de su obra una trinchera para rejuvenecer la narrativa de su región sin dejar de escribir en su lengua nativa. El vigor que dio a las letras de Cataluña fue resultado de una mixtura artística en la que el contenido narrativo consistió en la representación de la vida cotidiana y cosmopolita de su ciudad natal y sus alrededores, y la forma literaria adoptó una tradición hispanoamericana ahora tan antigua como el realismo mágico, el cual legó sin duda numerosos clásicos pero también dio lugar a una tarea obsesiva, hasta el momento infructuosa: intentar la continuidad de dicha práctica estilística.

Joaquim Monzó i Gómez nació en 1952 y, desde la publicación de Uf, en 1978, afirma que no ha dejado de caracterizarle el escepticismo ante la estructura social y la vida diaria de occidente, la cual ha observado día a día en el mundo cotidiano de su natal Barcelona. Otros libros del catalán, que se ha desempeñado además como corresponsal de guerra, diseñador gráfico y guionista cinematográfico, son L’illa de Maians (La isla de Maians, 1985), El perquè de tot plegat (El por qué de las cosas, 1993), Guadalajara (1996), Benzina (Gasolina, 1983), La magnitud de la tragedia (1989), Ochenta y seis cuentos (2001) y, el más reciente, El mejor de los mundos (2002). También, a partir de su trabajo periodístico forjó las antologías El dia del senyor (El día del señor, 1984) y Hotel Intercontinental (1991).

El Material de lectura de Quim Monzó está integrado por cinco cuentos extraídos de sus dos compilaciones más recientes. El estilo del barcelonés, como el de muchos narradores de la época del boom en la América hispánica, dialoga con el realismo mágico, se ampara en el humor negro y ejecuta parodias de obras clásicas evitando resonancias literarias que sólo tienen el mérito de la aptitud narrativa pues, desde que autores como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o, incluso, para señalar un caso europeo, Günter Grass, llevaron a su máximo punto los recursos del realismo mágico, la fantasía y hasta el surrealismo, no muchos han podido erigir influencias sanas donde estos antecedentes artísticos no sean lozas pesadas, sino modelos ejemplares hacia una renovación de la tendencia. Ésta es una de las virtudes de Monzó, quien ha logrado familiarizarse con el género al explorar la entraña de las sociedades contemporáneas; más aún, al entrometerse en la psique y la misantropía colectiva de la urbanidad catalana. Por ello, con agudeza meditada, no sin un espíritu crítico y hasta demoledor, la prosa del catalán se desarrolla mediante el equilibrio entre el melodrama y la fantasía, logrando verosimilitud a partir de episodios ordinarios y abordando temas como el matrimonio, la soledad, la organización social y la muerte; instituciones sobre las que descansan muchos de los males diarios de los ciudadanos.

En “Melocotón de manzana”, de una fantasía notable, el lector puede percibir la sorpresa y la incertidumbre, recursos comunes en este narrador ya que, a partir de obsesiones personales, el desenvolvimiento sicológico del protagonista es una forma de negación de su realidad. El cuento, que puede considerarse una pequeña gran obra de las nuevas letras catalanas, además de un relato de amor obsesivo, de sensualidad fugaz y vacío sentimental, es un ensayo sobre la despersonalización humana. La fatalidad que contiene ni siquiera se percibe pues es tan inexplicable el proceso en el que el personaje descubre el absurdo y la tragedia, que sólo una suerte de locura podría ofrecer una lógica para tales sucesos.

En “La calidad y la cantidad” se repite ligeramente la fórmula de la sorpresa y la incertidumbre. Monzó evidencia el sentimiento de obsesión que causa la perversidad erótica del hombre. A partir del imaginario sensual de un hombre común, harto de sus hábitos amorosos, y cuyas actitudes apuntan todo el tiempo hacía la infidelidad, el autor crea una atmósfera de erotismo constante donde un sujeto llamado Morell espía a una muchacha mediante un telescopio a la vez que inventa historias racionales sobre lo que mira. El ideario del individuo, que le sirve para romper el cascarón en el que vive con Babá, su novia, termina por acarrearle un nuevo desengaño. Monzó derruye la noción de amor y fidelidad a través de una vuelta de tuerca muy efectiva.

Por su parte, “Gregor” es un texto autónomo con respecto al resto por constituir una variación sobre un tema de Franz Kafka. Este salto, que podría convertirse en un golpe al lector, sobre todo por su disonancia temática con respecto a los otros trabajos, no demerita la calidad del cuento. El homenaje al escritor checo, que también podría ser una crítica, ejemplifica uno de los gustos de Monzó pues el autor suele narrar a la manera de rapsodias musicales; es decir, incluyendo fragmentos o referencias de otras obras literarias como si incluyera los fraseos de alguna sinfonía. La transformación de un insecto (“Gregor”), como la alteración de un hombre (La metamorfosis), acarrea una suerte de fatalidades semejantes, pero, como ilustra la psique de Gregor, parece más fácil la evolución de un bicho hacia una condición humana despiadada que la de un hombre hacia la vulnerabilidad de una criatura diminuta apenas protegida por un caparazón.

El texto “Mi hermano” es un ejemplar ilustrador de la escuela hispanoamericana, especialmente por el ensamble equilibrado entre la fantasía y la realidad. Es, además, una muestra del trabajo con el humor reflejado en la vocación tragicómica por la ironía contra el hombre mismo; es, también, una burla del miedo ante la muerte y una crítica dirigida a la figura tradicional de la familia. En el relato, la defunción de Toni desencadena una serie de comportamientos irracionales ya que, aun con el muchacho fallecido, quienes lo rodean —en lo que bien podría ser un luto ordinario, un hecho cotidiano con un protocolo tan común— niegan la figura temible de la muerte y transforman lo que sería una reacción lógica en un absurdo implacable.

Finalmente, “Las cinco cuñas” es un memorial sobre la vida cotidiana realizado con una agudeza enérgica y despiadada. Este cuento es una metáfora minúscula de la condición humana; una visión sobre cómo los géneros humanos se combaten día a día, enfrentándose incluso por cosas superfluas como una cuña. Aquí este artefacto es el origen del caos; es la afrenta —o la reserva petrolífera— por la cual batallan dos civilizaciones; la cuña es la razón de ser de un matrimonio cuya esencia radica en la intolerancia. Nuevamente, con bisturí afilado, como aquel usado por Stendhal al describir la sociedad francesa decimonónica, Monzó disecciona una de las instituciones sagradas del mundo católico con un desborde de ironía y un manejo humorístico que sólo puede asumirse como una ofensiva literaria contra esa figura social de la cultura occidental contemporánea.

Los cinco cuentos del columnista del diario La vanguardia, en los cuales la locura, el erotismo, la incomunicación, el matrimonio y la muerte erigen una sátira de lo humano, constituyen una vitrina minúscula, pero suficiente para aproximarse a la obra del catalán. Al tratarse de textos seleccionados, quien se aproxime a este material percibirá inmediatamente un aire de maestría narrativa pues Quim Monzó domina su género y estilo a la vez que tiene claras sus intenciones, ya que su obra parece caminar hacia una eterna despersonalización de las sociedades urbanas occidentales con un trasfondo semántico que radica en la desaprobación de las instituciones sociales modernas. Como señaló alguna vez Cortázar al referirse a la fantasía, la literatura de Monzó, que tiene mucho de este recurso, es tal porque en ella hay una vocación crítica y política.