No. 134/TEATRO

 
El Grillo


Aileen Patricia Martínez Ortega
universidad autónoma metropolitana-iztapalapa

 

 

OBRA EN DOS ACTOS

PERSONAJES

CUITLÁHUAC GALVÁN, el Grillo, 18 años
LUIS GALVÁN, padre del Grillo, 52 años
CLARA LEÓN, madre del Grillo, 50 años
SANDRA GALVÁN, hermana del Grillo, 16 años
VALENTINA ESTRADA, amiga del Grillo, 18 años
EL PROFESOR ROJAS, narcopolítico y jefe de Luis, 65 años
MUCHACHO 1, 18 años
MUCHACHO 2, 15 años
MUCHACHO 3, 21 años
Cuatro AGENTES de la POLICÍA FEDERAL PREVENTIVA

ÉPOCA: enero de 2000
LUGAR: México, D. F.



PRIMER ACTO


martinezortega-1.jpgDepartamento de familia clasemediera. A la derecha al fondo, un sillón love-seat gastado, de frente al público, cubierto con sarapes de colores folclóricos. A ambos lados del sillón hay un par de burós estilo rústico; sobre uno de ellos, un teléfono; el otro sostiene una lámpara artesanal. Frente al sillón, una mesa sostiene un televisor. La sala en general está decorada con cuadros indígenas y artesanías. Al fondo de la sala, en el ciclorama, hay una entrada sin puerta que conduce al resto de las habitaciones. En el lado derecho de la sala está la entrada del departamento. En el lado izquierdo del escenario está la recámara de Cuitláhuac, que permanece a oscuras.

Luis está sentado con el cuerpo tenso en el sillón. Porta un traje de vestir impecable pero su barriga sobresale de sus pantalones. Mira su reloj. Se levanta, echa un vistazo por la sala, agarrando con un dejo de desprecio los adornos hippies. Vuelve a sentarse; se ve fastidiado. Suena el teléfono celular de Luis, quien lo contesta inmediatamente.

LUIS: Bueno… (con gusto forzado.) Profesor Rojas, buenas noches. Estaba esperando su llamada… En la casa de mi exmujer… Sí, como quedamos, yo entrego eso y cobro los cheques… Buenas noches. (Cuelga, con enfado y desgano.) ¡Hijo de la chingada!

Clara entra de mala gana. Está vestida con unos mallones y un huipil bordado que cubre sus enormes caderas, tiene el cabello largo y negro recogido en un chongo trenzado. Empuja una mesa con ruedas sobre la cual hay comida para Luis. Clara lo mira con recelo, luego finge dolor.

CLARA: Otra vez ando con lo de las rodillas. A ver si luego me llevas al doctor.
LUIS: (Se acerca a su cena y la prueba, contesta con desenfado.) Siempre tiene que ser lo mismo cuando vengo. Te la pasas quejándote. Ve al seguro.
CLARA: ¿Con esos carniceros? ¡Ni madres! Dame para un buen médico. Es tu obligación ver que todos estemos bien. Por cierto, veme dando la mesada.

martinezortega-2.jpgClara extiende la mano. Luis la deja con la mano estirada.

LUIS: A Sandra ya la vi. Pero al cabrón del Grillo no. Por lo menos debería estar aquí ese güey cuando vengo.
CLARA: ¿Y cómo yo no he visto a Sandra?
LUIS: Tiene rato que llegó. Ya ves cómo es, luego se encierra en su cuarto o en el del Grillo.

El cuarto de Cuitláhuac se ilumina. Tiene un librero repleto de libros, un escritorio y una cama. En la pared de la derecha está la puerta de un clóset. Las paredes están tapizadas con afiches del Che, el subcomandante Marcos, Zapata y demás símbolos revolucionarios. Sandra es quien prendió la luz. Está vestida con minifalda y blusa ombliguera. Esculca las cosas de su hermano: registra entre algunos libros, abre cajones, etc. Se asoma debajo de la cama, encuentra dos botes rojinegros, los abre, saca un puñado de monedas y las mete a sus bolsillos.

CLARA: Uy, si está en el cuarto de Cui, mejor voy a sacarla. No vaya ser que mi’jo la encuentre y…
LUIS: Déjala, creo que quería un libro, ya ves que tu hijito se los apañó todos.
CLARA: Pues es que a Sandra no le gusta leer. Por cierto, tu hija me dijo que necesitaba una mochila nueva y zapatos. Yo también necesito zapatos. Tengo un año con estas chanclas.
LUIS: Bueno, tú porque te clavaste en la onda hippie… Y hablando de vagos, no me contestaste: ¿dónde chingados anda tu hijo?
CLARA: Cui me avisó que llegaría tarde…

Sandra deja los botes donde estaban y esculca con desgano en el clóset.

LUIS: ¿Otra vez anda en lo de la huelga, verdad?

Sandra saca una pancarta, la extiende, se lee: “Un diálogo justo para seis demandas justas: CGH.”

martinezortega-4.jpgCLARA: ¿Y a ti qué? ¿No dices que es tu Grillo?
LUIS: (Chasca la lengua.) Al principio pensé que sí la estaba haciendo, pero ya me ha demostrado mu­chas veces que está en la pendeja.
 CLARA:(Irónica.) ¿Y qué quieres? ¿Que se vuelva un traidor al que le importe más el poder y el dinero que sus amigos y sus ideales?
LUIS: ¡Ay, ya, no empecemos de nuevo con lo mismo! No podía pasarme la vida arreando a una bola de pendejos que ni siquiera sabían lo que querían. Además, tú a güevo querías salirte de tu casa. No me puedes recriminar haberme vendido si con ese dinero te compré este departamento.
CLARA: El dinero siempre hace falta y no niego
que me dio gusto que el gobierno reconociera tu talento para jalar a la banda. Yo lo único que te reclamo es que no hayas respetado tus ideales.
LUIS: Y por eso le atiborraste la cabeza a tu hijo con tanta mamada. Si se chingan al Grillo por andar en la bola va a ser tu culpa.
CLARA: Cuitláhuac no es de la bola, es un líder. Y un líder chingón. Con verdadera conciencia. Vas a ver que él ni se va a vender ni va a abandonar a sus compañeros, ni sus ideales. Él sí llegará a ser como el Che.

Sandra hace bolas la pancarta y la bota en la cama. Saca un carrujo de mota, lo enciende, se lo fuma y se sienta desgarbadamente.

LUIS: (Fastidiado.) Ya no te claves, pinche Clara. Además a ese pendejo también se lo chingaron. Mejor cuida a tu hijo para que no le pase lo mismo. Lo malo es que a mí no me escucha. Le conseguí una plaza en Gobernación y no tenía que hacer gran cosa y qué me dice el imbécil: “No me voy alinear.” Te digo que le has metido pura mierda en el cerebro. En lugar de decirle tantas pendejadas, habías de convencerlo, te conviene, nos conviene…

Por la puerta de entrada al departamento aparece Cuitláhuac (tiene una herida de una semana en la ceja) y con él Valentina. Ambos llevan sus mochilas al hombro. Sandra, que oye la llegada de su hermano, pega la oreja a la puerta que da a la sala.

CLARA: (A Cuitláhuac.) ¡Hijito!, no te vas a morir pronto. (Besa a su hijo.)
VALENTINA: Buenas noches.
LUIS: Ya era hora, cabrón.
CLARA:(Haciendo a un lado a Luis.) ¿Qué pasó con tu propuesta, la del frente común que me contaste?
CUITLÁHUAC: Pues ya es un hecho.
VALENTINA: Lo hubiera visto hablar, señora: “Con la creación del Frente Justo Sierra se sabrá que en la prepa tres ya no hay paristas ni antiparistas, que somos un sólo frente.”
CLARA: (Abraza a Cuitláhuac.) No sabes qué gusto me da que los chavos te hayan escuchado. No me extraña, mi vida. Eres muy inteligente…
LUIS: ¿Frente común? ¿Y qué, quién lo va dirigir? ¿Tú?
CUITLÁHUAC: Yo soy uno de los líderes.
LUIS: Uno de los líderes… ¿Y ahora quién los mangonea? ¡Yo era el único en mis tiempos! En toda la prepa se hacía lo que yo decía.
CUITLÁHUAC: Tú lo has dicho: en tus tiempos, ruco. Ahora es otro el bisne.
LUIS: Otros tiempos, ¡mis güevos! A ver, de seguro se organizaron en células.
CUITLÁHUAC: …Pues sí.
LUIS: ¿Y cuándo crees que se inventaron las células, pendejo? Así van a valer madres más rápido, esas mamadas no funcionan, si lo sabré.
CUITLÁHUAC: No te pregunté tu opinión.
LUIS: Por eso te metes en tantas pinches broncas, porque no me quieres escuchar, yo sé cómo está el pedo, lo que tienes que hacer es…
CLARA: ¡Ya basta! Luis, no nos has descuidado y te lo agradezco. Pero cuando nos divorciamos, quedamos en que yo educaría a mis hijos. A ti te convino para que pudieras hacer tu vida. Así que ya viniste, ya nos viste, dame el dinero y vete.
LUIS: ¡Ah, qué pinche fácil, no! Ahora resulta que no puedo intervenir en la educación de mis hijos, nomás con que sea el güey que la pague.
CUITLÁHUAC: Puedo decidir qué educación recibir, ya soy adulto.
LUIS: (Chasca la lengua.) Eres pendejo.
CUITLÁHUAC: ¿Por qué no puedes confiar en mí?
LUIS: Porque la cagas a cada rato, güey, por eso.
CUITLÁHUAC: ¿Y qué sería mejor? ¿Quedarme tranquilo rumiando música como tu Sandrita?
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LUIS: Por lo menos a ella no la han golpeado por andar de revoltosa.

CUITLÁHUAC: (Se toca la cicatriz.) Tú sabes que esto yo no me lo busqué, ¡pinches granaderos…!
LUIS: (Interrumpiéndolo.) ¡Ya cállate! Estoy harto de tus explicaciones. Estoy harto de todos ustedes.
CLARA: Pues te jodes porque somos tu familia.
LUIS: Sí, maldita sea, y no sabes cómo me han chingado por eso. Por culpa de ustedes dejé que me jodieran bien y bonito. Pero eso ya se acabó…
CLARA: ¿Cómo que se acabó? En el acuerdo de divorcio…
LUIS: ¡El acuerdo la chingada! No me quieren ayudar pero bien que me estorban. (A Clara.) Tú con tus pinches achaques. (A Cuitláhuac.) Y tú con tus pendejadas de porro altruista.
CLARA: ¿Y qué vas a hacer? ¿Desaparecer?
LUIS: ¿Crees que no podría, que no me atrevo? Lo pude haber hecho desde hace mucho.
CLARA: Tal vez yo te valga madres. Pero no puedes abandonar a tus hijos.
LUIS: El Grillo ya está grandecito, si no me obedece y si no me ayuda, que vea lo jodido que es mantenerte, pinche sanguijuela.
CLARA: ¡A mí no me vas a ver la cara! ¡Tú tienes la obligación de…!
LUIS: (Ríe.) Si la cara ya la traes. Por qué no iba a chingarme a una pobre pendeja hippie retrógrada que aparte de todo se la pasa jodiéndome.
CUITLÁHUAC: No necesitamos tu pinche limosna.
CLARA: ¡Cállate, Cuitláhuac! No te metas. Yo arreglo esto con tu padre.
CUITLÁHUAC: ¡No me pidas que no me meta! ¡No me trates como a un escuincle! ¡Que se quede con su dinero mierda!
LUIS: ¡Mierda es lo que vas a comer de ahora en adelante, hijo de la chingada!
Luis se dirige a la entrada.

CLARA: ¡No nos puedes desamparar!

Sandra se ríe, termina su bacha y se echa de nuevo en la cama de Cuitláhuac, está jugando con las mantas, en el alucine. Luis sale del departamento y azota la puerta. Clara recarga sus manos y su frente en la puerta. Cuitláhuac le toma los hombros a su madre. Valentina, cerca de la puerta de la habitación de Cuitláhuac, se mueve nerviosa, sin saber qué hacer.

  CUITLÁHUAC: (A Clara.) Mi padre es un completo imbécil. Es mejor que se largue.
CLARA: Para lo único que quiero a ese güey es para que mis hijos vivan bien, que tengan una casa, educación, comida.
CUITLÁHUAC: Tú nos puedes dar todo eso sin necesidad de depender de un desgraciado como mi padre.
CLARA: (Sentándose al lado de su hijo.) Tú sabes que lo he intentado, pero los años ya me pesan y…
CUITLÁHUAC: Perdóname madre, pero esas son mamadas. Te fuiste descuidando por güevona. Ésa es la verdad. Te la pasas hablando de la lucha de clases, del ideal socialista, y la primera en traicionar esas ideas eres tú sometiéndote al yugo de un maldito burócrata corrupto.
CLARA: Pues perdóname por querer que mis hijos crecieran sin necesidades, como crecí yo.
CUITLÁHUAC: (Entonando sarcásticamente “Historia de amor”.) Shalala lala…
CLARA: No te burles de tu madre. Y no seas tan duro con tu padre, piensa lo difícil que debe ser estar en un ambiente corrupto y no ceder. A güevo te vas volviendo como ellos.
CUITLÁHUAC: ¿Y crees que no lo he vivido en carne propia? La chamba en Gobernación de mi padre no es el único hueso que me han ofrecido. Yo nomás veo cómo uno a uno mis compañeros han cedido. Ellos y mi padre siempre tuvieron un idealismo muy de morondanga.
CLARA: ¡Cómo puedes decir eso de tu padre! ¡Tú no lo viste luchar por la causa! ¡No lo viste exaltado frente a la gente, incitándonos a todos a no ceder ante la represión!

martinezortega-5.jpg CUITLÁHUAC: Pues decía una cosa y hacía otras. ¿Sabes qué se la pasa repitiéndome? (Imitando.) “Si a los quince no eres de izquierda eres un pendejo, pero si a los treinta sigues siendo de izquierda eres todavía más pendejo.” Y luego remata: “Así que demuéstrame que eres mi hijo y adelántate a tu edad. ¡No cometas la pendejada de tu madre de quedarte para siempre en esos rollos!”
CLARA: Tu padre antes era otro…
CUITLÁHUAC: ¿Qué no te das cuenta de su engaño? Mi padre era un pusilánime que ponía enfrente a sus amigos para que a ellos les tocaran los madrazos y luego fingía indignación ante las autoridades. Eso es lo que él me ha contado. Y he visto a mis compañeros hacer lo mismo. Mi padre se corrompió y ahora está enfermo de poder. Mi padre… hasta me da vergüenza decir que ese hijo de puta es mi padre.
CLARA: Bueno, sí, es un hijo de puta, manipulador, ese cabrón. Y ni siquiera es cabrón-cabrón, ¡no estaríamos tan jodidos!
CUITLÁHUAC: Tú también eres una cabrona. Te la pasas manipulándome. Crees que no me doy cuenta. La idea del frente común fue tuya. Yo nada más le puse el nombre. ¿Qué más tienes planeado para mí? ¿Que me vuelva guerrillero, para que cuando me maten puedas llorarme orgullosamente?
CLARA: …Yo no quiero que te maten. Por eso te aconsejo. Porque yo viví lo que tú estas viviendo.
CUITLÁHUAC: Eso es lo más frustrante, madre, que la historia se está repitiendo pero ahora la cosa es más light porque todo es más decadente.
CLARA: No, no, no. Todo tiene que evolucionar, no se puede repetir, mucho menos degradar…
CUITLÁHUAC: ¡La dialéctica es una mamada!
CLARA: Pero es porque casi nadie tiene una verdadera conciencia histórica, como la que yo te inculqué.
CUITLÁHUAC:(Irónico.) Sí, a güevo, tú y tu versión rosa del marxismo, como si en un pinche país tercermundista guadalupano pambolero la gente pudiera dejar de pedirle a diosito bimbo que le arregle la vida, como si de veras fuera posible que la jodida clase media mexicana fuera capaz de dejar su pinche conformismo a un lado y comenzara a guiar a la revolución a un proletariado aún más conformista.
CLARA: Tienes toda la razón, mi’jo. Estoy orgullosa de que entiendas la problemática de tu país. Ahora lo que debes hacer es precisamente guiar a quienes no tienen esa visión tan preclara tuya para que…
CUITLÁHUAC: Y tachas de manipulador a mi padre…
CLARA:(Indignada.) Te he aconsejado, ¿qué se supone que debí hacer?
CUITLÁHUAC: Hablarme claro y no mangonearme como pendejo.

Clara se exaspera pero no sabe qué contestar y sale por la puerta que da al resto del departamento. Cuitláhuac se sienta en el sillón y se mesa el cabello en un gesto de agobio. Valentina se sienta a su lado, lo abraza, trata de calmarlo.

VALENTINA: No deberías ser tan ojete con tu jefa, después de todo, en gran parte gracias a lo que te enseñó es que ahora eres como eres.
CUITLÁHUAC: Ése es el puto pedo.
VALENTINA: No puedes deprimirte ahora. Tienes un mitin que dirigir.
CUITLÁHUAC: Ni siquiera sé qué podría decir ahora. Todo esto está mal. El movimiento no tarda en valer madres y no sé qué hacer para que no pase.
VALENTINA: O sea, ¡hello! ¡Güey, eres uno de los líderes, los chavos te hacen caso, el Frente cuenta contigo! ¡Déjate de pendejadas!
CUITLÁHUAC: Tienes razón, no me puedo echar para atrás ahora. Así que voy a darle con lo que tengo, aunque…
VALENTINA:(Lo toma de los hombros.) Aunque nada. No dudes. Si vacilas es más fácil que te cargue la chingada. (Maliciosa.) Pero si no te sientes seguro, Lalo puede encabezar el mitin.

A Cuitláhuac se le encienden los ojos.

CUITLÁHUAC: ¡Ni madres! Si quiero que salgan bien las cosas tengo que hacerlas yo. Lalo se pone muy loco y lo peor es que hace que los demás también se prendan y todo puede valer madres.
VALENTINA: Aunque debes reconocer que por eso más banda sigue a Lalo.
CUITLÁHUAC: Ya no me piques la cresta, cabroncita. Ya entendí. En todo, preferiría que tú tomaras mi lugar.
VALENTINA: A mí no me eches la bolita. Además, a mí no me pelan.
CUITLÁHUAC: Pero quisieras…
VALENTINA:(Esquiva, mira el reloj.) ¡Güey, ya son las cinco y media, no vamos a llegar! Quedamos de estar a las seis para el mitin y además nos toca la guardia. ¿Dónde tienes las mantas y el dinero que boteamos?
CUITLÁHUAC: En mi cuarto.

Cuitláhuac entra en su cuarto, Valentina lo sigue. Encuentran a Sandra en la cama. Ella voltea hacia él con la mirada perdida, lo saluda y le sonríe. Él le quita las mantas y la toma de un brazo, la sacude. Valentina abanica con las palmas el aire para despejar.

CUITLÁHUAC: ¿Qué coños haces aquí, pinche mariguana?
SANDRA: (Siempre con la voz afectada.) ¡Qué te pasa, pendejo! (Intenta forcejear débilmente.) ¿Cómo putas te atreves a tocarme? ¡Suéltame, imbécil!
CUITLÁHUAC: ¡Te he dicho mil veces que no te metas en mi cuarto!
SANDRA: Necesitaba un libro, güey. ¿No dices que la cultura es de todos? Te contradices. (Burlona.) ¡Pinche monopolista de mierda!
CUITLÁHUAC: (Con desprecio.) ¿Para qué lo quieres? ¿A poco sabes leer?
SANDRA: Ja, ja, ja, pinche pendejo. El que buscaba me lo compró mi papi.
CUITLÁHUAC: ¡Papi, papi! Para tu información tu papito ya se fue. Nos abandonó. Y tú le valiste madre.
SANDRA: Yo no le valgo madres, looser, yo sí sé dónde encontrarlo.

Sandra intenta irse. Cuitláhuac la tumba fácilmente sobre la cama. Ella se ríe cínicamente.

SANDRA: ¡Órale, qué chido se sintió! ¡Hazme otra vez!

Cuitláhuac le mienta la madre con el brazo. Valentina alza las mantas, las dobla y las mete en su mochila. Cuitláhuac saca los botes de abajo de la cama, los sopesa y los mete a su mochila.

CUITLÁHUAC: ¿Agarraste dinero, verdad, pendeja?

Sandra ríe de nuevo. Cuitláhuac trata de esculcarla pero ella le da una patada.

SANDRA: Me das lástima, güey. Crees que nadas a contracorriente y no te das cuenta de que te estás ahogando en un pinche vaso de agua estancada.

Sandra se va directamente a la entrada del departamento, sale. Clara entra a la sala, está hablando por un teléfono inalámbrico, pero no se escucha su conversación. Valentina ayuda a incorporarse a Cuitláhuac, ambos salen de la habitación. Valentina va a despedirse pero Cuitláhuac le cubre la boca con la mano. Clara está ensimismada en la charla, no se percata de la presencia de su hijo y sigue hablando por teléfono.

CLARA: Reconozco que debo controlar más al Grillo, pero tú no puedes desampararnos. Dime, ¿qué quieres que haga?… Pero él es rebelde, ya sabes cómo son los adolescentes… Okey, yo tengo la culpa, pero tú entiende que quiere vivir lo mismo… Sí, sí, por mi culpa… Pero ahora con mayor razón no puedes dejarnos así… ¿condiciones?… (Suspiro.) A ver, ¿qué condiciones?

Cuitláhuac se acerca y le arrebata el auricular a Clara.

CUITLÁHUAC: ¡Olvídalo, no queremos nada de ti! ¡Púdrete!

Cuitláhuac cuelga y sale abatido del departamento, Valentina lo sigue desconcertada. Clara se acerca a la puerta.

CLARA: ¡Cuitláhuac, vuelve aquí!
CUITLÁHUAC: (Desde afuera.) ¡Púdrete tú también!



SEGUNDO ACTO

La luz de la tarde cae en un pasillo de la Preparatoria número 3. Rastros de que ahí han estado viviendo algunos estudiantes se dejan ver por aquí y por allá (tendederos, una parrilla, etc.). Varias mesas y sillas destrozadas están regadas por todos lados junto con botes para pedir dinero, papeles, etc. Al fondo se abre una puerta que da a un salón. Sobre una mesa, a un lado de la puerta, hay un altavoz. En la banqueta del pasillo, en el extremo derecho, están sentados tres Muchachos. Sus atavíos son indistintos y sus actitudes, indolentes. Están jugando con cartas coleccionables.

Valentina y Cuitláhuac (que tienen la misma ropa del acto anterior pero rota y sucia) entran por la puerta del salón. Llevan volantes. Valentina deja sus hojas en la mesa y toma el altavoz. Cuitláhuac se dirige a los Muchachos. Les da volantes y los sermonea, pero ellos no escuchan sus palabras.

martinezortega-6.jpgVALENTINA:(Por el altavoz, exaltada, al borde de la histeria.) Compañeros: hemos recuperado las instalaciones de la prepa, pero sabemos que afuera persisten maestros y alumnos traidores, esbirros del sistema. Los mismos que hace unas horas nos sacaron de nuestra escuela, han solicitado la ayuda de las fuerzas policiales…

El altavoz falla. Valentina lo golpea un par de veces.

VALENTINA:(Para sí.) ¡Maldita mi suerte! Esto de acarrear gente, nomás no se me da. (Mira a Cuitláhuac.) ¡Ja!

Valentina sale por el salón dando golpes y soplando el aparato.

  CUITLÁHUAC: ¿Entonces qué, se animan a echar a esos tiras de afuera?
MUCHACHO 1: La neta, estamos muy ocupados rascándonos los güevos.
MUCHACHO 2: Nos gusta el antrito, pero nos vale madres su desmadre. (Arruga el papel y lo avienta a Cuitláhuac.)
MUCHACHO 3: (Empuja desganadamente con una mano a Muchacho 2.) No seas bruto, se dice nos vale verga su desmadre, para no repetir.
MUCHACHO 2: (Le contesta el empellón con uno igual.) ¡No mames!
CUITLÁHUAC: (Exaltado.) ¡Cómo puede no interesarles la huelga!
MUCHACHO 2: Ah, ¿que hay huelga?
MUCHACHO 3: Pues esto se ve como siempre. (Arruga el volante y lo tira.)
MUCHACHO 1: Oigan, sí hay huelga (hace un avión con el volante), por eso el profe Fierro no nos ha regañado por no entrar a clase.
CUITLÁHUAC: No sé qué hago con ustedes, son igualitos a mi hermana.
MUCHACHO 3: (Con lascivia.) Sandronda la cachonda.
MUCHACHO 1: La culona.
MUCHACHO 2: La ponedora.
MUCHACHO 3: La mamadora.
MUCHACHO 2: Préstala, cuña’o.
CUITLÁHUAC: Por mí, se las regalo. (Pausa reflexiva.) No los entiendo. Si privatizan la universidad su cueva vale madres.
MUCHACHO 3: Están paranoicos, no van a privatizar esto.
MUCHACHO 2: Ni quien quiera tu pinche escuelita. Mira qué pocilga, esto no es bisne.
MUCHACHO 1: En todo caso, si nos corrieran de aquí, nosotros volaríamos a otro lado. ¡Uhhh! (Lanza el avión de papel.)

Muchacho 3 saca un carrujo de marihuana, lo prende y le da una bocanada.

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MUCHACHO 3: (Burlón.) Apoyo esa moción, compañero.
MUCHACHO 2: ¡Móchate!

Muchacho 2 le arrebata el cigarro a Muchacho 3, le da una fumada profunda y se la pasa a Muchacho 1 que hace lo propio. Valentina, con el altavoz en mano, entra de nuevo. Se acerca a Cuitláhuac.

MUCHACHO 1: Chido.
CUITLÁHUAC:(Enojado pero sin atreverse a arrebatarles la bacha.) Apaguen eso, idiotas. Por culpa de gente como ustedes en los medios no nos bajan de drogadictos.
MUCHACHO 2: No los peles y se van.
MUCHACHO 1: ¡Ya! ¡No te hagas! Si ustedes son piores. Al tal Lalo lo he visto darse sus pericazos.
VALENTINA: ¡No es cierto!
CUITLÁHUAC: (A Valentina, desanimado.) Sí, es cierto…
MUCHACHO 3: Además, ¿qué tiene de malo el viaje? Te libera del mundo…
VALENTINA: Si no les gusta el mundo deberían luchar para cambiarlo. ¿Por qué mejor no demuestran su desacuerdo en vez de evadirlo?
MUCHACHO 1: ¡Ay, no, qué güeva! 
MUCHACHO 2: Nosotros no desmadramos este jolgorio, ¿por qué tendríamos que arreglarlo?
CUITLÁHUAC: (Conteniendo su rabia.) Okey, el mundo que nos heredaron está de cabeza. Lo peor es que los adultos ni siquiera nos dan chance de cambiarlo. Hacen sus tejemanejes, pura chingadera, pura corrupción. Como si no pudiera ser de otra manera. Ellos tuvieron su oportunidad y como no pudieron, ahora nos reprimen.

Mientras Cuitláhuac habla, los Muchachos bostezan, reinician su juego de cartas. Muchacho 2 incluso se pone sus audífonos para evadir el discurso. Pero estas actitudes no son tomadas en cuenta por Cuitláhuac, que está ensimismado en lo que dice.

CUITLÁHUAC: (Imitando, con marcado tono impositivo.) “Yo ya lo intenté y no funciona”, “Contra el gobierno no se puede”, “Ya pónganse a estudiar, bola de güevones”. (Recuperando su tono.) Yo ya quiero entrar a la escuela, que haya clases, ¡me cae! Pero quiero que todos tengamos chance de estudiar. Quiero que no me vigilen. Quiero tener libertad de expresarme, libertad de hacer, de elegir y construir un mundo más justo. Sé que está cabrón porque cada quien ve por sus propios intereses. Cada quien lucha por salir adelante o incluso nomás por sobrevivir. A nadie le importa realmente lo que le pase a los demás. ¡Y qué putas hago yo con mis ganas de luchar, de salvar al mundo! ¿Ayudar a quienes pueda? (Mira a los Muchachos, decepcionado.) Para que a nadie le importe y al rato vuelva todo a ser como antes, porque la gandallez y el conformismo ya son parte de la naturaleza humana. ¡Chale! (Con desgano.) Tienen razón, el mundo es una chingadera.
MUCHACHO 3: No, “el mundo es una barca, como dijo Calderón de la Mierda”.

Muchacho 1 y Muchacho 3 ríen. Las risas sacan a Cuitláhuac de su ensimismamiento.

CUITLÁHUAC: (Molesto.) ¿De qué se ríen?
MUCHACHO 3: Te equivocaste de época, chavo.
MUCHACHO 1: De planeta.

martinezortega-8.jpg Los Muchachos retornan a su posición original ya sin prestar atención a Cuitláhuac. Valentina le toma el hombro a su amigo.

CUITLÁHUAC: Tal vez tengan razón…
VALENTINA: Vas a empezar de nuevo con idioteces. Tu choro iba bien, yo no sé qué te pasó al último.
CUITLÁHUAC: ¿Cuánto tiempo ha pasado y seguimos con lo mismo? Esta huelga no tiene sentido…
VALENTINA: Estás pero bien pendejo si te dejas convencer por esa runfla de descerebrados. No aflojes, Cui. ¿En qué quedamos en tu cantón?
CUITLÁHUAC: Güey, la mayoría de los güeyes por los que nos estamos partiendo la madre son como esos imbéciles, ¿qué puto caso tiene?
VALENTINA: ¿Sabes qué? Me estás empezando a agüevar.
CUITLÁHUAC: Yo soy aquí el más agüevado de todos. Me da güeva toda la mierda setentera que me metió mi madre desde que era un escuincle. ¿Y para qué? Para que esa pinche vieja le diga al hijoeputa de mi padre: (Satirizando.) “No puedes dejarnos así. A ver, ¿qué condiciones?”
VALENTINA: Eres injusto. Tu madre te ha apoyado en todo. Ya quisiera yo una madre así, que me apoyara en mis desmadres.
CUITLÁHUAC: ¡Hasta eso…!
VALENTINA: ¿Hasta eso qué?
CUITLÁHUAC: No te hagas pendeja, te la pasas envidiándome. Envidias mi capacidad para jalar gente, mis calificaciones, envidias mis consignas porque las tuyas son puro refrito de las que ya existen y ahora resulta que hasta envidias a mi puta madre.
VALENTINA: ¡No chingues! Ahora si te la jalaste. Mira pinche Grillo, reconozco que me gustaría ser como tú. Realmente te admiro. O te admiraba, porque ahorita estás muy mierda. La verdad qué pocos güevos resultaste tener.
CUITLÁHUAC: Qué fácil lo dices. Cómo se ve que no tienes ni puta idea de lo que me pasa. Mi mundo se está desmoronando…
VALENTINA: (Suspira y continúa intentando inútilmente ser consecuente.) Pues sí, qué novedad, el mundo es terrible, fuchi, caca. Pero ya, ¿no? Dime algo que no sepa…

Cuitláhuac desvía la mirada, se siente regañado con razón y a la vez su orgullo no le permite ceder.

VALENTINA: Anímate. Ya te lo dije: ahorita no es el mejor momento para deprimirse. La situación está de la chingada y te necesito completo. La gente está muy dispersa y asustada. Hay que reunirlos a todos para ver qué se hace. Así que olvida a tu padre y también a tu madre. Lo que importa es lo que tú pienses, tus propias convicciones. Tú llevas la grilla en la sangre, no por nada eres el Grillo, el líder de los sextos, el creador del Frente…
CUITLÁHUAC: Güey, mira a tu alrededor. La mayoría ya se largó. Sólo quedamos los pendejos que lidereamos el movimiento y (señalando a los Muchachos) los pendejos a secas.
VALENTINA: Pues hazlo por los pendejos que estamos en esto o por mí. Por lo menos deberías hacerlo por ti mismo.
CUITLÁHUAC: Si por mi fuera le prendería la mecha al mundo pa’ que de una vez estallara…

Un cristalazo interrumpe a Cuitláhuac. En seguida se escucha una trifulca no muy lejos, también se oyen sirenas. Cuitláhuac y Valentina se acercan a proscenio izquierda. Miran como si aquello ocurriera entre el público.

VALENTINA: ¡Son los de la preventiva! ¿Dónde están René y Lalo? Ellos iban a traer bombas molotov.
CUITLÁHUAC: Creo que los agarró la chota, eso estaban diciendo hace rato.
VALENTINA: ¡No mames! Se está poniendo muy grueso.

Valentina intenta huir pero entran por la derecha cuatro agentes de la PFP. Sin tomar en cuenta a los Muchachos, los agentes se acercan a Cuitláhuac y Valentina.

VALENTINA: (Por el altavoz.) No vamos a abandonar la escuela. ¡Es nuestra!

Valentina les lanza el aparato, pero los agentes lo esquivan. Dos policías la detienen. Otros dos agentes detienen a Cuitláhuac, quien no opone resistencia. Valentina forcejea sin lograr nada. Entra el profesor Rojas también por derecha. Su pelo entrecano está relamido y viste un traje gris impecable. Poco a poco los ruidos de alboroto van bajando hasta salir.

ROJAS: Cuitláhuac Galván… sí, te recuerdo.

CUITLÁHUAC: Lo que me faltaba, el corrupto jefe de mi padre…

ROJAS: (Se acerca a Cuitláhuac, le toma el rostro para vérselo.) Tienes la misma jeta de pendejo que tu padre a tu edad.
CUITLÁHUAC: ¿Y por qué diablos se interesó en nosotros con esta cara?
ROJAS: (Le suelta la cara y ríe sarcástico.) Pura curiosidad malsana. Me gusta ver por cuánto se tragan su idealismo los de tu clase. Sé que terminarás haciéndolo, lo llevas en la sangre. La plaza que no aceptaste ahora la tiene Sandrita. Además, me hace otros trabajitos aquí en tu escuela.
CUITLÁHUAC: Yo no soy igual que esa perra.
ROJAS: ¿Y como quién eres? ¿Cómo tu madre? Esa puta es de las peores. Hace alharaca, mienta madres, pero cuando se trata de dinero, como vil limosnera extiende la misma la mano que empuña para protestar. Lo que no sabe la pendeja es que sus reacciones también le sirven al gobierno para justificar tanto la represión como la democracia. Así que como ves, muchacho, todos somos parte del sistema.
CUITLÁHUAC: Usted echa a perder todo lo que toca, pinche viejo podrido.
ROJAS: Podrido, ¿eh? (Pausa en la que hace un par de círculos con su andar.) René Torres, líder estudiantil de la preparatoria número tres, 21 años, todo un fósil, ¿no lo crees? Eduardo Montero, ¡24 años! ¿Sabes que ese par de payasos pertenecen a las Juventudes Priístas? Esos son tus líderes, que por cierto ya arrestó la Policía por la posesión de ocho bombas de fabricación casera. Pero no te preocupes por ellos, nomás es la pura finta, al rato los sueltan y les dan su hueso. A ti te han tocado sólo los trancazos porque no has cooperado como tus demás compañeritos. Ya es tiempo de que te alinies, ¿no crees?
VALENTINA: Eso que dice es mentira: ni René ni Lalo son porros priístas. Además, el movimiento no es de unos cuantos. Las propuestas vienen de las bases…
ROJAS: ¡Bah! Las bases son una bola de escuincles en pleno éxtasis hormonal como ustedes, con harta energía para desperdiciar en pendejadas.
VALENTINA: Pues nosotros no actuamos a lo güey…
ROJAS: (Se carcajea.) ¡Eso es lo bueno, que si no! A ustedes lo que les hace falta es un poco de sentido común y alguien que los guíe, pero bien.
VALENTINA: No necesitamos a un cerdo como guía. (Titubeante.) Además, la cosa no está tan jodida, todavía podemos…
CUITLÁHUAC: ¡Ya cállate, pinche Vale! ¡Me cae que estás diciendo puras pendejadas! ¡Ubícate en tu contexto! La huelga ya valió madres y todo el barullo que armamos se va a ir olvidando. Lo peor de todo es que igual que en el 68 no aprendimos nada.
VALENTINA: ¿Y qué se supone que debimos aprender, sabelotodo? ¿Dejar que nos coopten?
CUITLÁHUAC: ¿Y para qué querría el gobierno cooptar a un par de pendejos como tú y como yo?
ROJAS: (Se carcajea.) ¡Me quitaste las palabras de la boca! Pero aquí la que no nos sirve de nada es ella. (Ordenando a los agentes de la PFP que tienen sujeta a Valentina.) ¡Llévensela! ¡A los camiones junto con los demás parias!

Los agentes obedecen. Se llevan a Valentina que patalea. Cuitláhuac no se inmuta.

VALENTINA: ¡Cui, ayúdame! ¿Qué no piensas hacer nada? ¡Qué poca madre tienes, pinche Grillo! (A los de la PFP.) ¡Hijos de la chingada! ¡Suélteme! ¡Malditos represores de mierda! ¡Suélteme! (Enardecida.) ¡Como dijo el Che Guevara, hasta la victoria siempre!

Cuando Valentina está a punto de salir alza un brazo con la “V” de la victoria formada con sus dedos. El par de agentes y Valentina salen de escena por la izquierda.

martinezortega-9.jpg ROJAS: Marchas, protestas, consignas, mantas, ¡bombas molotov! Todos son mecanismos de lucha bastante probados por el gobierno en generaciones anteriores, ¡si lo sabré! Tenemos la vacuna para todo eso. De hecho, somos nosotros quienes los provocamos. Hay que enfocar los bríos juveniles a objetivos inalcanzables. Si no se hiciera así, el sistema ya habría valido madres desde hace mucho.
CUITLÁHUAC: Pero si de todas formas vale madres.
ROJAS: ¿De veras eso crees? La sociedad funciona como un mecanismo de reloj. Aunque todo parezca sucederse caóticamente: cada opinión en contra del sistema, la diversidad de partidos por los que votar, incluso la más violenta de las manifestaciones de protesta, tienen una razón de ser que finalmente sirve para legitimar al sistema. Siempre habrá algún mecanismo que voltee a nuestro favor cualquier cosa que pretendas hacer en contra de nosotros. Así que, como ves, no hay escapatoria. Lo mejor es que te unas por las buenas. Como sabiamente hizo tu padre cuando tenía la edad crítica en la que ahora tú te encuentras.

Luis entra por la derecha. Lleva un portafolios. Se nota por los ademanes que hace y por lo desacomodado de su traje y corbata, que batalló un rato para entrar a la preparatoria.

ROJAS: De otra forma serás un patético guijarro tratando de nadar contra corriente.
LUIS: (Dirigiéndose a la entrada.) ¡Mendigos culeros! Pero no me creyeron quién soy, verdad. Ya anoté sus nombres…

Luis se acomoda el traje y voltea a donde Rojas y Cuitláhuac, a su hijo lo mira con desprecio. A Rojas le extiende apenado la mano para saludarlo.

ROJAS: (Sin responder al saludo.) ¿Trajiste el contrato, Galván?
LUIS: (Diligente.) Sí, profesor.

Luis saca la hoja del portafolios y se la extiende a Rojas, que toma el documento y lo revisa.

ROJAS: Muy bien, Luisito. Con esto se asegura que tu simiesca línea evolutiva continúe sirviendo a Gobernación.

Ambos ríen suave y forzadamente.

LUIS: Cómo no, profe, ya sabe que cuenta con nosotros. (A Cuitláhuac.) A ver, tú, perro, firma esto.

Rojas pasa el contrato a Luis, éste se lo muestra a Cuitláhuac. Él ni se molesta en leerlo.

CUITLÁHUAC: No quiero participar en tus chingaderas.
LUIS: (Se acerca a Cuitláhuac.) Mira, Grillo, te voy a confesar algo. Yo en realidad entré a esto por miedo. Igual a ti no te han amenazado porque ahora la onda es más light. Hasta eso, tienes suerte, te tocó una época bien alivianada. Lo más culero es que realmente me daba miedo que le hicieran algo a la pendeja de tu madre o a mis papás. Luego, cuando ya estuve dentro, me siguieron chingando con amenazas a cada rato y más cuando nacieron tú y Sandra. Fue entonces que me cansé de eso. Y ya tu madre me tenía hasta la ídem, por eso la mandé a la chingada. De ahí, me seguí jodiendo gente hasta llegar hasta donde estoy. Vieras que se siente bien chingón estar por encima de todos. (En secreto.) Nomás me falta saltarme a un cabrón, para eso necesito que me ayudes…
CUITLÁHUAC: No me interesan tus historias.
LUIS: No, si no te lo estoy contando para entretenerte o interesarte. Te lo cuento porque aunque me cueste trabajo reconozco que no eres tan güey, aunque te vas con la borregada no eres como ellos. Realmente nos serías de mucha ayuda a mí a y al profesor. (Se acerca más y le dice en voz baja.) El ruco no tarda en morirse. (En voz alta.) Yo, que soy su mano derecha, necesito a mi vez una mano derecha y pos tú eres mi hijo, te he descuidado y quiero corregir ese error. (En voz baja.) Estoy casi seguro que me va a dejar a cargo del negocio. (En voz alta.) Sandra ya está conmigo, pero si tú le entras haríamos todo un imperio. Ándale, Grillo, esta plaza es más chingona que la que te ofrecí antes, no seas pendejo, más te vale firmar. ¿O qué, no dices que quieres luchar por la libertad? Deberías empezar por asegurar la tuya.

Rojas se da cuenta del cuchicheo, ríe y se acerca a Cuitláhuac.

ROJAS: Yo no tengo familia ni nadie que me suceda. Desde que conocí a tu padre me recordó mucho a mí mismo. Tenemos muchas cosas en común. Y una de ellas es que es un confabulador de mierda. (Se carcajea.) Y eso es imprescindible en un político y también en… empresarios como nosotros.
LUIS: Ya ves, Grillo, además qué le haces, si tú también eres un confabulador de mierda. Y si tanto te importa la pinche gente podemos lavar el dinero con alguna madre que ayude a los jodidos. Todos lo hacen.
ROJAS: Así que, muchacho, si de cualquier forma tienes que entrarle a la vida, por qué no lo haces por la puerta grande.
CUITLÁHUAC: No insulte a la vida. Mejor diga que lo que se me va a abrir son las piernas de su puta madre sociedad.
ROJAS: Bueno, pues dile como quieras. A mí no me ofendes. Sé perfectamente dónde me muevo, he aprendido que esa puta puede ser muy generosa cuando la complaces. Además, la puta lo abarca todo. Tú mismo has vivido a expensas de ella hasta ahora. No puedes librarte de ella.


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CUITLÁHUAC: Puedo vivir en una comuna.
ROJAS: Esas madres ya no existen.
CUITLÁHUAC: Entonces seré un vago o un ermitaño.
ROJAS: De veras que tienes ideas muy guajiras.
LUIS: Su madre tiene la culpa.
ROJAS: Si como dicen eres un buen estudiante, has de saber que el hombre es un ente social. No puedes sustraerte de la sociedad. Los ermitaños no existen, por lo menos no en este jodido país. Todavía te creo que puedas ser un vago, un parásito. ¿Cómo sobrevivirías? ¿Robando, mendigando? De todos modos seguirías mamándole la teta al sistema.
CUITLÁHUAC: ¿Y usted lo que quiere es que se la mame a usted como hace el lamegüevos de mi padre? No gracias.
LUIS: (Se pone rojo.) Mira, pinche pendejo, si no vas a firmar este contrato, órale pues, pero te vas a tener que joder en el bote. Nomás hazme un favor, ora que estés enjaulado date tiempo para pensar que la rebeldía no es más que una pinche hormona que se te acaba cuando descubres que el idealismo lo promueve la misma gente corrupta que te paga para que le pegues.
CUITLÁHUAC: No me interesa ya este mundo ni cómo funciona.
LUIS: Pues entonces tal vez sea mejor refundirte en un manicomio, para que los pinches doctores te traigan en la pendeja mientras queman tus neuronas con electrochoques.
ROJAS: (Chascando y negando.) No, Galván, cálmate. Recuerda que el muchacho nos sirve. Tal vez deberías hacerle como otros padres y dar la pinta de indig­nación, nomás para hacer pantalla, igual que tu ex.
LUIS: Eso sí que no, profesor. Rebajarme al nivel de esa pinche vieja mitotera, no.
VOZ DE CLARA: (Desde afuera.) ¡Quítame tus cochinas manos de encima, desgraciado! (Desesperada.) ¡Hijo, mi hijito, dónde estás! (Llora y grita.) ¡Detrás de cada estudiante muerto hay una madre que clama justicia!

Por el lado izquierdo del escenario entra Clara que se debate con un PFP que la abraza fuertemente por atrás. Valentina también entra corriendo. Otro oficial que entra la alcanza y atrapa. Para librarse, Valentina da un fuerte puntapié a su captor, quien la suelta y se tira al suelo. Valentina, una vez habiéndose librado del agente, ayuda a Clara atacando a su captor por detrás, golpeándole los genitales. Los dos agentes golpeados quedan tendidos en el suelo. Sandra también entra pero, indolente, se mantiene al margen.


Clara, al ver a su hijo sujeto por dos policías, corre hacia él, jalonea vanamente a los oficiales que sostienen a Cuitláhuac.


CLARA: ¡Suelten a mi hijo, desgraciados!
CUITLÁHUAC: No necesito que una hipócrita me defienda.
CLARA: Hijo, ya perdóname, tenías toda la razón, ya te entendí…
CUITLÁHUAC: Lo dudo.
CLARA: (A los agentes que sostienen a Cuitláhuac.) ¡Ya, chinga, suelten a mi hijo!

A una orden de Rojas, los oficiales sueltan a Cuitláhuac. Clara mira con recelo a Rojas, pero al poder abrazar a su hijo se suaviza.

CLARA: Escúchame. Sé que cometí un error, que debí buscar ser independiente y que nunca debí atenerme a tu padre. Después de todo, fue por dejar de vender que me comencé a enfermar. La inactividad me atrofió las piernas y puesto que ya no vendía no tenía dinero para mis tratamientos naturistas. Y todo se volvió un círculo vicioso…
CUITLÁHUAC: No tienes ni la más remota idea del alcance de tus palabras.
LUIS: Como si tú la tuvieras, si no eres más que un pendejete que ni siquiera sabe qué hacer con su pinche vida.
CLARA: ¡Cállate cabrón! Tú nos botaste, te quisiste librar de nosotros, ¿no? Pues con eso perdiste el derecho a meterte en nuestras vidas. Así que déjanos en paz o te vas al tambo. Tengo todo para refundirte a ti y a la momia que está contigo.
LUIS: ¡Uy, no sabes qué miedo me das!
CLARA: No la hagamos de pedo, yo lo único que quiero es salir de aquí con mi hijo.
LUIS: Pues no se me da la gana. Ahora soy yo el que se quiere quedar con este güey.
CLARA: No voy a permitir que eches a perder a Grillo como lo hiciste con Sandra.

Sandra atraviesa pausadamente la escena hasta llegar con los Muchachos. Una vez sentada con ellos también asume la postura de pereza. Sandra saca más mota, pide a uno de los Muchachos que le encienda el cigarro. Ella fuma y luego la siguen rolando entre ellos.

CUITLÁHUAC: Madre, qué no te das cuenta que tú también me echaste a perder. Me has enseñado a luchar por unos ideales de justicia y libertad que no tienen cabida en este mundo.
LUIS: ¡Vaya, sentaste cabeza!
CUITLÁHUAC: ¡Y qué puedes decirme tú de sentar cabeza, si has de tener el cráneo repleto de cocaína!
LUIS: (Se acerca y hace el ademán de que lo va a golpear.) Mira, pendejo, nomás no te pongo una putiza porque le interesas vivo al profesor.

Cuitláhuac se ríe.

CUITLÁHUAC: Esa momia si no me chinga a mí, te va a seguir chingando de por vida a ti, ¿no? Pues qué crees, ya te chingaste.
CLARA: Eso es, mi’jito. Tú no tienes por qué seguir el mismo destino de tu padre.
CUITLÁHUAC: (A Clara.) Tampoco puedo ser el realizador de tu sueño. Si quieres ser la libertadora del pueblo, ¡adelante! (Ríe.) Pero no me endilgues tampoco un destino que no quiero. ¡No seas cobarde!

Clara balbucea algo pero al final no sabe qué decir y agacha la cabeza.

VALENTINA: No seas injusto con tu madre…
CUITLÁHUAC: ¿Qué me puedes decir tú? Estás peor. Te escondes detrás de mí. Soy tu títere, el pendejo que te da estatus dentro de la lucha. ¿Y qué es esta lucha si no un juego de poder y protagonismo entre los mismos estudiantes.
VALENTINA: ¿Y qué sugieres?
CUITLÁHUAC: Soluciones a este pedo puede haber tantas… Desde no pelar a quienes promueven este tipo de luchas pendejas, hasta hacer evidente el teatrito de manera obscena, ya que muchas veces lo que quieren es ocultar alguna transa haciendo aspavientos por otros lados para distraer.
ROJAS: ¿Y por qué no unirse a los meros meros, eh? También es una solución, la mejor diría yo. Qué mejor que encauzar tus bríos juveniles al negocio más productivo de Latinoamérica. Antes eran las masacres, los cañonazos a quemarropa. (Mete la mano al interior de su saco.) Ahora también hay plomazos para los chavos como tú. (Saca un fajo de billetes y se lo ofrece.) Pero ahora son de a veinte mil baros, ¿qué dices?

Cuitláhuac mira a Rojas reflexiva y largamente.

CUITLÁHUAC: Ándale pues, cabrón, ya me convenciste.
LUIS: ¡Ése es mi’jo!
VALENTINA: ¡Eres una puta miserable! Y bastante barata para lo que ladrabas.
CLARA: No, por favor, Grillo, no me hagas esto…

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Cuitláhuac va hacia Rojas, toma el dinero con una mano y con la otra le da un puñetazo. Rojas cae y se retuerce de dolor. Luis se acerca a Rojas y se agacha para asistirlo.

CUITLÁHUAC: ¿Querías bríos juveniles? ¡Ahí están tus bríos juveniles!

Los cuatro agentes se le van a echar encima a Cuitláhuac.

CUITLÁHUAC: (Negando.) ¡Ah, ah, ah! (Les ofrece el dinero.) ¡Órale, cabrones, cinco kilos pa’ cada quien si se largan sin decir nada!

Los agentes aceptan disimuladamente y se van.

LUIS: (Hipócrita.) Profe, profe, ¿está usted bien?

Luis se levanta y patea a Rojas. Cuitláhuac se carcajea.

LUIS: ¡Ah, pinches porros, mire cómo lo dejaron! ¡Ojalá no se haya muerto! (Acerca la cara a la nariz de Rojas para sentir su respiración.) ¡Oh, por el Señor de los Cielos! ¡No puede ser! ¡No respira! ¿Qué voy a hacer ahora? (Se levanta.) ¡Ascender! (A Cuitláhuac, dándole una palmada en el hombro.) Eso es todo, mi’jo. Ya con esto estamos a mano. Puedes ir a chingar a tu madre, por mí no hay ningún pedo, te perdono todo.

Luis sale del escenario riéndose. Sandra, al ver que se va, lo sigue.

SANDRA: ¡Papi, papi, espérame!

Sandra sale.

CLARA: (A Cuitláhuac.) ¡Estoy orgullosa de ti! ¡Siempre supe que no te venderías! ¡Tú eres mi Grillo! ¡Ya verás que con mi consejo vas a llegar muy lejos! ¡Yo te voy a sacar adelante! Pero me tienes que prometer que vas a ser honesto y a ayudar a los demás y...
CUITLÁHUAC: Yo creo que sería profundamente nocivo para mí volver…
CLARA: No digas eso, Grillo. ¿Cómo le harías?
CUITLÁHUAC: Es mi puto problema.
VALENTINA: Déjelo, doña Clara, el Grillo no la merece. Que se parta la jeta solito. Usted le dio todo, lo mejor. Me cae que es usted bien chingona, tiene un genuino espíritu de lucha, debería utilizarlo. Podría ser consejera del Frente o ir más allá del movimiento estudiantil. Podría hacer tantas cosas.
CLARA: Sí, podría.
VALENTINA: Quién sabe, incluso con el tiempo y sabiéndose mover, siempre con la intención de ayudar a los demás, claro, podría aspirar a alguna candidatura del PRD.
CLARA: Bueno, Vale, ¿y por qué no tú? Estás chava, tendrías más chance.
VALENTINA: Pues sí, tal vez. Aunque a mí no se me da eso de ser líder.
CLARA: ¡Tonterías! Estoy segura de que con mi consejo llegarías muy lejos…

Clara y Valentina quedan discutiendo unos planes que ya no se escuchan.


CUITLÁHUAC: (Al cuerpo de Rojas.) Ahí está tu pinche control, güey. Eso es lo que ni mi papá, ni tú, ni nadie entiende: nunca nadie podrá tener control. Pero eso me vale madres. ¡Yo me pinto!

Cuitláhuac camina lentamente hacia proscenio izquierda para salir.

CLARA: (Reaccionando al ver que Cuitláhuac se va.) ¡Hijo, espera!

Cuitláhuac se detiene en la esquina sin voltear a verla.


CLARA: (Asustada y admirada.) ¿Te vas a unir al EZLN?
VALENTINA: (Descreída, burlona.) No, señora, se va a volver terrorista.
CUITLÁHUAC: No hay nada en la sociedad que merezca mi lucha.

Cuitláhuac voltea y escudriña a su madre y a Valentina. Luego mira hacia el público. Suspira y se dispone a salir por proscenio izquierda. Clara hace un último y lánguido ademán de pretender alcanzar a Cuitláhuac.

VALENTINA: (Tomándole el hombro a Clara.) Señora, déjelo.
CUITLÁHUAC: (Se detiene y dice más para sí mismo.) No sé realmente cómo le voy a hacer. Tengo miedo. Pero prefiero una muerte pronta pero lejos de aquí, a seguirme pudriendo en vida entre la mierda.

Cuitláhuac echa un último vistazo al escenario y al público. Luego baja del escenario y camina para salirse del foro mientras cae el telón.

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Dibujos de Laura Monterrubio, ENAP, UNAM