No. 147/EL RESEÑARIO

 
La tradición de la nostalgia


Rodrigo Martínez




Jorge Arturo Ojeda,
Documentos sentimentales
Fontamara, México, 2007



martinez1.jpgEs difícil refutar la idea de que la mejor literatura de nuestro tiempo se funda en modelos clásicos. Si bien la literatura griega buscó incansablemente la belleza, en la actualidad existen pocos escritores motivados por fines estéticos. El ideal de virtud artística de las grandes tradiciones literarias se ha ido desvaneciendo.

En México son pocos los literatos que, al asumirse como contadores de historias, también lo hacen como escultores de la palabra. Sin embargo, en un ámbito ocupado en hacer de la literatura un producto ligero o de eficiencia lucrativa, aún es posible hallar autores cuya obra presenta belleza y elegancia. Es el caso de Jorge Arturo Ojeda (México, 1943) quien, con la publicación de Documentos sentimentales, demuestra que siempre se ha caracterizado por una prosa bien trabajada que recupera lo mejor de la tradición literaria.

Miembro de la generación que forjó la revista Mester de la mano de Juan José Arreola, desde su primera novela (Don archibaldo), Ojeda se mostró como un artista de formación clásica. En varios de sus cuentos, como los que figuran en Personas fatales, hay un sello aciago que da cuenta de una lectura profunda de la tragedia griega. Los relatos contenidos en Carne y huesos acusan una mano experta en la escritura de dramas. Novelas como La mariposa y Muchacho solo remiten a la narrativa moderna, mientras que Piedra caliente es una obra de vanguardia. Por su parte, los ensayos de Esfera son lecciones de un humanista que cultiva la reflexión a través de la brevedad. En el ámbito de la poesía, donde figura el conjunto titulado Poemas de amor adolescente, los influjos del romanticismo alemán son evidentes.

Las prosas poéticas, los cuentos y la autobiografía reunidos en Documentos sentimentales constituyen un viaje alrededor de los motivos que nutren la estética de Jorge Arturo Ojeda y un ejemplo de que su prosa está bañada de referentes clásicos. Fundados en tradiciones literarias diversas, los poemas y relatos de esta recopilación abrevan en fuentes que van de la lírica romántica al realismo coloquial. Incidentes amorosos, personajes siniestros o resentidos, comedias y retratos dan cuenta de una obra revestida de nostalgia. Y es que, amén de la variedad de géneros, temas y técnicas, el lector no deja de encontrarse con un tono melancólico.

La primera sección de Documentos sentimentales —que da título al conjunto— es una serie de prosas poéticas que abordan el amor, el desamor, el erotismo y algunos motivos de la naturaleza. El lector descubre relatos juveniles con registros líricos y ritmos precisos. Se trata de una suerte de romances donde uno o dos personajes desenvuelven conflictos breves o situaciones nostálgicas que dan cuenta de afecciones humanas.

Más allá de temas y formas, estas prosas poseen un espíritu estético. Aunque varias tienen las características del romance, se trata de piezas narradas que buscan plasmar instantes. Guiados por un alma romántica, la intención de estos documentos es poetizar sobre emociones diversas. Aquí descubrimos a un autor tocado por las voces de Tieck, Hölderlin, Novalis y Jean Paul—los dos últimos traducidos por él mismo para Ediciones Coyoacán—, así como por Propercio, y que supo insertar estos referentes en una lengua distinta y con una voz propia. Un beso, los celos, la ruptura amorosa, un encuentro erótico, un vals o el mar y el amor quedan plasmados en textos breves y elegantes que apelan al sentimiento y a la inteligencia.

Y es que, como si fueran minificciones, “Amor”, “De amantes”, “Presa”, “Europa”, “Celos” y “Ruptura” son relatos breves que cumplen con la unidad de efecto que, según Edgar Allan Poe, debía tener un cuento. Estas prosas, por un lado, tienen una belleza lingüística y rítmica que potencia las emociones del lector, pero al mismo tiempo y con notable agudeza, despiertan el sentido común y provocan una lectura concentrada ya que presentan desenlaces contundentes o inesperados.

Luego del recuento de prosas poéticas, Documentos sentimentales presenta seis cuentos. En “Los colores en el agua”, un sujeto enfermizo es testigo de la partida y el regreso de seres cercanos; en “Elke”, el personaje memora un amor que no pudo consumar en un periodo de viajes; “Amor de amigo” es una comedia en la que un viejo se mofa orgulloso de un compañero que no quiso viajar por meros pretextos; con un puñado de personajes picarescos y grotescos, “Para un refrán” es un relato tragicómico donde la fortuna juega a favor de una mujer fea y en contra de un holgazán; en “Asuntos de canarios”, un alma generosa se tienta el corazón cuando se dispone a vender un canario y, en “Zoofilia”, un muchacho resentido, que parece fruto de las páginas de Dostoievski, encarna un amor criminal hacia los animales*.

Igual que en Hombres amados, los cuentos de Documentos sentimentales apelan a la teatralidad y la plasticidad de los personajes en vez de la exhuberancia narrativa. Hay abundancia de diálogos y descripciones, pero éstos no se exceden, sino que se integran al efecto estético final. Los personajes tienen un temperamento definido de modo que el narrador no los explica, sino que éstos se revelan por sus acciones. Las anécdotas son redondas y están coronadas por una prosa cuidadosa y rítmica. Además, en cuentos como “Los colores en el agua” o “Elke” se percibe un deseo de representar símbolos de otras mitologías a través de los protagonistas o los sucesos, tal como ocurre con el cuento “Mapache”, de Personas fatales, o con “Mucha noche por delante”, de Carne y huesos.

Como en toda la narrativa de Jorge Arturo Ojeda, estas piezas son evidencia innegable de un autor que conoce un sinnúmero de literaturas. De hecho, más que conocerlas, las domina. Aunque la trayectoria de Ojeda acusa la formación de un autor con hondas raíces románticas, de un lector que descubrió las letras en clásicos como La Iliada, Elegías, Los himnos de la noche, Sueños o El alma romántica y el sueño, en su obra también hay señales de tradiciones como la prosa francesa del siglo XIX o hasta una porción de la narrativa mexicana del siglo XX, caracterizada por un realismo coloquial que forja un corpus a partir de hechos y personajes cotidianos.

Esta muestra de cuentos confirma que Ojeda es un autor que, como pocos, apela a la belleza y a la densidad de la prosa. No se trata de un narrador excesivo ni barroco, pero la lectura de sus relatos siempre presenta significaciones profundas y revela una pureza de lenguaje que destaca por estar contenida en materiales breves. “Para un refrán”, “Amor de amigo” o “Zoofilia” materializan esta afirmación, pues en unas cuantas páginas reúnen significados diversos y dan un golpe cómico o dramático contundente. A ello debe añadirse la evasión de escenas desbordadas, a veces efectistas, que hay en obras como Octavio.

Una “Autobiografía prematura” y el ensayo “Plástico y yo” cierran este libro de manera espléndida ya que, en el caso de la primera, el autor vuelve a la nostalgia y hace un relato vívido, lleno de descripciones y anécdotas memorables que, antes que la reseña de una vida, es el testimonio de una etapa de la historia cultural mexicana. La enfermedad, la adolescencia y la literatura se presentan aquí como las bases de un temperamento romántico. A partir de las pasiones y pensamientos de esta alma escribiente el lector descubre episodios juveniles o a Juan José Arreola y el París que le tocó ver junto con sus discípulos de Mester. Por momentos, esta memoria escrita recuerda las mejores páginas de Fiera infancia y otros años, de Ricardo Garibay, pues son textos que comparten el ritmo impetuoso, la sabiduría y la sencillez literaria.

Documentos sentimentales es resultado de una tradición clásica fundada en la nostalgia. Una tradición debida a un autor que, como Borges, puede enorgullecerse de las páginas que ha leído y que no oculta a través de su prosa, sino que revela para embellecer el resultado. Por otro lado, hay nostalgia en el tono memorioso, ya melancólico, ya vivaz, que baña cada una de las prosas poéticas, así como varios de los cuentos y la autobiografía contenidos en este conjunto. La suma de estas características forja la estética de un escritor olvidado en el medio literario de México y que merecemayor atención debido a que su obra es una de lasmás elaboradas y elegantes. Basta decir que en muchos de sus trabajos palpita esa nostalgia que Baudelaire festejaba como la portadora del tono más poético que puede existir en literatura.

 


* “Asunto de canarios” y “Zoofilia” fueron publicados en la sección Árbol Genealógico del número 137 de Punto de partida (mayo-junio, 2006).