CONCURSO 49 / No. 210


La portentosa mujer que no sabía hablar



Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria

de mil muertes, hablo de mí conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo
de la hierba

Alejandra Pizarnik

Debajo de la hierba nuestros nombres verdaderos clausurados
en la piedra del encono duermen ignorantes
de los significados que andan sin carcaza para defenderse.
Qué extrañeza es para los otros
el mirarnos deshechas rehechas nauseabundas reinas de burdeles imaginarios de bosques
     imperios y habitaciones vacías
qué gracia les causa
con qué conmiseración leen nuestras palabras líquidas
los cúmulos de atrocidades que no van ni vienen
porque no tienen nada que los mantenga fijos en una sola palabra.
Si digo retórica quiero decir engaño
pero también que me equivoco y no hay modo de organizar este big bang de ideas que no llegan
     a la siguiente neurona.
Todo esto para decir
que si vieras cómo de cuántas maneras distintas ensayo la coherencia
y esta prodigiosa manera de fracasar soy yo
pero no podrás nombrarme no seré el ejemplo de tu caso clínico
la portentosa mujer poeta que no sabía hablar
porque ¿recuerdas?
nuestros nombres están clausurados
no hay nombres y tú estás destinado a escuchar y al olvido
estás escuchándome
no digo nada
para qué decir
cuando cierres la página
la ausencia de puntos será la continuidad de tu vida






Los hechos son éstos
un cáncer en tu estómago me dejó sin padre
a los dos años

Nunca pregunté por ti nunca supe
tu cumpleaños ni la fecha de tu funeral
& siempre creí que eras ingeniero
hasta que en algún lado escuché que tú
tampoco entendías de números & ese día
asumí que quizá te hubiera gustado saber
que soy poeta

Casi alcanzo tu edad papá mi novio ya es tres años más grande que tú
& cuando peleamos pienso
qué me aconsejarías hacer pero qué puede aconsejarme
un hombre-a-medias un hombre débil que no conozco & que no tuvo las fuerzas
para quedarse a hacer lo que tenía que hacer
que era crecer para su hija & darle consejos
cuando ella también creciera & tuviera un novio
& estuviera perdida

Quizá a ti tampoco te dieron consejos papá
& por eso te moriste & no fue tu culpa
sino de los que no te hicieron entrar en razón
cuando te abalanzabas hacia la muerte
o te fuiste de mi mundo porque estabas harto de sugerencias
& creciste tumores que te llevaran a descansar lejos

¿Descansas papá
aun cuando escuchas mis quejas diarias
mi odio nocturno a tu debilidad
a haberte muerto con una lengua
que no me regalaste que no me enseñaste a hablar
—papá yo quiero escribirte en árabe & me da rabia
porque tú no supiste dejarme una voz mía que supiera hablar de mi sangre—
& luego mi arrepentimiento por no saber entender
que tú no podías decidir quedarte?

Cuando tacho tu apellido de mi nombre
no te niego
es sólo como cuando me niego a ver los videos
que guardan tus movimientos y tu voz
como negarme a darle play al VHS
donde dice cuándo naciste & qué te gustaba comer
si odiabas a los poetas
& si me querías & si tenías sueños
o si eras un buen amigo o un nefasto perdedor
pero papá quiero que entiendas
que yo no puedo saber esas cosas
que aprehenderte me hace daño
que tu imagen vacía es lo más cálido
& la mejor herencia que puedo pedirte
que este poema sólo existe porque yo sé
que mientras no inicie la videocasetera
yo puedo dibujarte un rostro & llamarte papá
& pedirte consejos & pensar que escuchas
que quieres escuchar que te gusta leer poemas
que te gusta que te hable que te gusta que te pida consejos
& cuando se reproduzca el conocimiento papá & sepa quién eres
& no me quede nada más por saber de ti
el poema se cierra
& te mueres papá
te mueres.




nosotras y los leones

i.
crecimos separadas en la misma
cruel y fina jaula de leones
de tu lado las aves erraban los vuelos
comiendo trampas de infértiles semillas
de mi lado no había alas sino lombrices secas
royendo la tierra con sus cuerpos fétidos
que nunca supieron convertirse en alimento.

afuera, aquí no, sino en el mundo prometido,
avanzaba la caravana de todo
lo que no existe, de todo lo que no era y no sería nunca nuestro.
como en un desfile largas, maravillosas cabelleras
flotaban vivientes velos sobre las caras de todas
las que nunca nos dirían cómo se hace para lanzar un suspiro
y volver fecundo el mármol. Nosotras, dentro, mirábamos.

ii.
se abre la jaula para encontrarnos en el umbral de todas las cosas.
esto es lo que existe: rotos, imperfectos sueños, recuerdos
que hemos inventado para tener algo que contar,
el dulce pan nuestro de cada día deja caer sus migajas
para que coman los gusanos, para que las aves encuentren
gusanos repletos de migas de pan.
aprendemos a vivir en este sitio hecho de palabras y también hay esto:
tras las rejas leones que hemos alimentado con silencio
a cambio hoy, nos enseñan a rugir.

iii.
quiero explicarte estos poemas:
te conocí en el borde, en ese límite
entre el ya no más & quiero aprender
a no estar sola. también tú estabas entendiendo
cómo se compone el mundo también tú
descubriste que el cabello corto no significa
tierra infértil & me enseñaste a vivir con ello.
¿recuerdas? los leones que muerden los sueños a veces
se visten de rosa para las bodas. tú y yo no crecimos
en la misma jaula pero sabemos cómo se siente
algo tan nuevo como la palabra poema
algo tan nuevo como disparar un verso & entender
que al otro lado de todo lo que nunca hemos sido
también hay alguien que está esperando.




Delirium nocturnum

I
A la orden de Mrs. Dalloway
sales a comprar flores para llenar
el casco de cerveza que bebiste con él.
Flores de su color
flores secas para adornar el no estar
el no ser con nadie.
Pero las florerías de la ciudad
no conocen el color
del fuego roto.
Nadie pudo pintarlas
—y aunque la reina exigió que rodaran cabezas—
en ningún lugar se halló un pigmento que imitara
el rugido tenue de esa voz.

II
Se desfunda la noche
la botella desde lo alto del librero
escupe palabras tuyas.
Leo tu miedo.
Tu debilidad me hace un sitio
para cubrirme de las sombras:
es lo frágil que ya no escondes
que nos abre un lugar
donde sostenernos la mirada.

iii
somos el vacío que ha quedado dentro
el polvo que se acumula en el fondo
es tu sombra impregnada en mi miedo
dándole espesor a lo invisible.








Andrea Rivas (Puebla, Puebla, 1991). Poeta, traductora y ensayista. Licenciada en Lingüística y Literatura Hispanoamericana por la BUAP, donde actualmente estudia la maestría en Literatura Hispanoamericana. Ha traducido obras de poesía y narrativa para editoriales nacionales e internacionales, como Valparaíso, Planeta y Círculo de Poesía. Su trabajo como poeta y crítica ha aparecido en publicaciones como Buenos Aires Poetry, Excéntrica, Tierra Adentro, el sitio web del Centro Cultural Tina Modotti Caracas y antologías internacionales de poesía. En 2017 ganó el Premio “Herminia Franco Espinosa” a la mejor tesis de licenciatura con temática de género. En 2018 ganó el segundo lugar del premio de poesía de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Sus poemas han sido traducidos al inglés y al italiano. Actualmente es traductora en Círculo de Poesía.