EL RESEÑARIO / No. 207


 

Suiseki



Christian Barragán

 

Ma
Javier Peláez
Tokyo, 2017



Quizás, en alguno de los bolsillos del señor Gustave Courbet, ocultos a la vista del espectador, haya una pequeña piedra recolectada durante el camino que emprendió una mañana al salir de su casa provisto de un estudio de pintura portátil que carga a cuestas en busca de un paisaje del interés de su mirada naturalista y que desde hace más de ciento cincuenta años quedó interrumpido por un saludo. No lo sabremos, sin embargo, la certeza del artista moderno viajero ha sido consignada definitivamente. Lejos de la reclusión del taller, el pintor ha decido salir al mundo, recorrerlo y ser sorprendido por cuanto se le presente durante su deriva. Una preocupación lo angustia, mirar de frente aquello que el lienzo o el papel testificará al ser mirado.

*


Compuesta por una veintena de postales de quince por diez centímetros, Ma es la obra más reciente del artista Javier Peláez (Ciudad de México, 1976). Iniciada el otoño pasado, esta serie en proceso de collages y dibujos es el resultado de una residencia de producción en Tokio, Japón, auspiciada por el patrocinio del programa Casa Nano, dependiente del proyecto Casa Wabi. A petición expresa, Peláez envió semanalmente desde oriente una postal ya existente que era intervenida por él con gestos azarosos e inciertos, donde la elección cromática es errática y la recurrencia de figuras cliché (un tigre en salto, el mar delante del monte Fuji, la caída de flores y hojas presumiblemente de cerezo) devienen anómalas en comparación con la posterior obra; en la actualidad, estas cinco primeras obras se resguardan en el archivo particular de la plataforma que gestiona la residencia y se consideran un apéndice del cuerpo de Ma. A partir de este hecho fortuito, Javier Peláez decidió configurar su experiencia dentro y fuera del taller por medio de estas pequeñas y meditadas vistas, aunque esta vez usando papel virgen al cual aplicó exclusivamente tinta de color negro, como si de un puñado de guijarros se tratara: presencias sutiles, adecuadas para llevar dentro de un bolsillo y aprehender en una mirada furtiva.

Fue Henri Michaux, solitario y sombrío poeta, quien declaró que para comunicarse en Oriente es absolutamente necesario saber dibujar. Fue él, también, excepcional dibujante que dejó tras de sí un breve y consistente legado de su paso por Asia, en el cual una voz salvaje y frenética nombra paisajes habitados por la velocidad, el ensueño y la angustia. Reconocido como una figura ejemplar del Tachismo (sitio que comparte con otro raro: Pierre Alechinsky), Michaux mudó de la palabra al grafismo en un intento de nombrar el mundo, el mundo exterior, natural y real de Gustave Courbet, pero igualmente aquel otro, interior, sugerido por el silencio y la fantasía, milagroso y miserable a un mismo tiempo, infinito y turbulento. Sin firma al calce, cada uno de sus dibujos mancha es el lugar propicio del encuentro, acaso más un grito que un cordial saludo, donde el lenguaje visual y escrito se baten como las olas del mar durante la noche o semejante a parvadas al abandonar su guarida hacia el atardecer: “Tal es su canto, un alarido que traspasa el silencio”.

*


En el antiguo Oriente, el poeta tenía la encomienda de elegir entre la naturaleza innumerable una piedra y otorgarle un único nombre. Con este rito expresaba su anhelo de fundar un mundo por medio de la palabra, representaba asimismo la posibilidad de entablar un diálogo, tal vez con su lejano interior, o tal vez con aquel llamado “a la puerta de una piedra” en voz de Wislawa Szymborska. Ante este hecho, Javier Peláez dispersó una estela de obras donde se despliega la suma de encuentros que se suscitan en su estudio bajo la advocación de una misma inquietud que hasta ahora los poetas han expresado cabalmente: Quiero penetrar en tu interior, / echar un vistazo, / respirarte. [Szymborska]; He visto salir chispas / cuando dos piedras se frotan, / así, quizás, dentro no esté oscuro después de todo; / quizás haya una luna que brilla / desde alguna parte, como detrás de una colina, / suficiente luz para descifrar / los extraños escritos, el mapa de estrellas / en las paredes interiores. [Charles Simic]; Pensaste en cambio: de las piedras / se arrancan las palabras, de la minúscula entraña / de las cosas calladas. [Claudia Masin].

*


Si bien dentro del conjunto de postales que constituyen Ma es reducido el porcentaje de aquellas que están regidas en collage, se conserva en cambio en la totalidad de éstas un mismo principio propio de esta técnica, la yuxtaposición. A diferencia de artistas como Nakazawa Hiromitsu, Sakenomitei Kudamaki y Sugiura Hisui, quienes pertenecen a la tradición del arte postal japonés surgida en 1870 y consagrada en las primeras décadas del siglo XX con el pintor y profesor Wada Eisaku al frente, los dibujos postales de Peláez se distancian determinantemente de las composiciones de aquellos en las cuales domina el uso de imágenes en un sólo plano, así como el empleo de color sólido en grandes áreas y la prolijidad de los contornos claramente recortados y definidos, en perfecta armonía el blanco vacío de la superficie y el oscuro perfil dispuesto. Aun la lúdica obra de Tadanori Yokoo escapa de la búsqueda del artista mexicano, pese a la profunda admiración e interés que profesa por la obra del reconocido maestro octogenario. Un ambiente de irracionalidad o absurdo en la narrativa, de conflicto y tensión entre los elementos extraídos del mundo más la saturación de líneas, manchas y figuras inusuales, hace que la obra de Javier Peláez permanezca en un estado de suspensión, semejante a un trance, mas a punto de estallar. O quizá el estruendo ha sucedido y sólo contemplamos los fragmentos dispares de una visión múltiple y angustiante.

*


Coming and Going (1987) es una pintura de gran formato del artista estadunidense David Salle. La obra se encuentra dividida en tres paneles: el primero es un rectángulo horizontal y delimita la longitud del cuadro, en éste se observan cuatro objetos disímiles e inconexos, destacan una vela azul encendida, un busto gris de Alberto Giacometti y un cuenco antropomorfo rojo; el segundo rectángulo es más proporcionado y se sitúa en el lado izquierdo inferior, ahí una escena de un bar en tonos grises es cubierta por una veladura floral cobalto que a su vez está subordinada por un ojo, posiblemente L’oeil (1969) de René Magritte; por último, el rectángulo vertical inferior derecho es el de menor tamaño y contiene un desnudo femenino recostado en escorzo. En homenaje al título del cuadro de Salle, la mirada del público recorre frenéticamente de un extremo a otro la extensión de la obra, la atención salta del contraste entre el amarillo y el morado, al rojo enfrentado al verde pálido e, incluso, da de pronto con el más dominante y discreto, el azul filigrana y el naranja pardo. Viniendo y yendo, los fragmentos del relato arrojados por Salle se reconfiguran debido a un ritmo sugerido por la superposición de las partes. Entonces se descubre que la extrañeza de un ejercicio así no radica en la obra misma, como en la urdimbre que ésta dibuja en la mirada y el pensamiento de quien la contempla. Otra obra suya de ese mismo periodo se intitula, coincidentemente, Landscape with Two Nudes and Three Eyes (1986). Las resonancias se multiplican azarosamente a ambos lados del diorama pictórico.

*


Ma es un término que además de denotar vacío o ausencia, sirve para indicar el espacio que media entre dos presencias, concretas o intangibles. Ma es la expresión justa para evocar el silencio que antecede a la palabra o cualquier otro sonido, como en la música lo es el intervalo. Ma es también el blanco del lienzo o pliego crudo dejado intencionalmente al descubierto por el artista en la estructuración de un dibujo o una pintura. Ma es la alfa en el alfabeto que relata al mundo, la página en blanco de los poetas; es la espera, la asimetría en equilibrio y la zozobra del artista al abandonar su refugio y acometer el viaje que le acercará hacia su Ítaca personal.

*


Colección de postales sin destinatario, cada uno de los dibujos concebidos por Javier Peláez juega el doble propósito de ser el testimonio de su andar y la posibilidad, ojo al acecho, de errar lejos de su remitente. Colección de minucias, cada postal que integra Ma es una minúscula piedra transmutada en un paisaje por descifrar.




Christian Barragán (Ciudad de México, 1985). Curador independiente y coleccionista de arte emergente. En 2009 fundó BaCO Ediciones, proyecto gráfi co de arte contemporáneo. Ha organizado exposiciones en espacios independientes, galerías e instituciones como La Trampa Gráfica, Atea, 1Mes1Artista, Arróniz Arte Contemporáneo, Drexel, Sismo, Ladrón, Heart Ego, Polyforum Siqueiros, Centro Cultural Border, Galería Libertad, Museo Arte Carrillo Gil, Museo Nacional de la Estampa, Museo de Arte de Sonora, Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán, Facultad de Artes y Diseño (UNAM), Embajada de México en Berlín (SRE), entre otros. Textos suyos se han publicado en las revistas Tierra Adentro, Luvina, Crítica, Metapolítica, Periódico de Poesía, Punto de partida, Alforja, La Jornada Semanal, Terremoto (blog), Arte al Día México, Círculo de Poesía, Gas.tv, Mula Blanca y Nota al Pie. Fue integrante del consejo de redacción de las revistas literarias Literal y Viento en Vela, así como del consejo lector del International Board of Books for Young People (IBBY), capítulo México. En 2008 recibió el III Premio Nacional de Poesía Joven Gutierre de Cetina (Puebla); en 2014 realizó la curaduría de Fractal, Encuentro de Arte y Diseño (Festival Internacional de las Culturas del Caribe, Cancún); en 2015 fue coordinador de la galería Diagrama. Es coautor de los libros monográfi cos Sobre la pérdida (Secretaría de Cultura, Querétaro, 2017) del artista Gustavo Villegas, y Javier Marín. Zonas oscuras (Terreno Baldío Arte, 2017). Es curador del DVD El oro del tiempo (Lalulula.tv-Satélite, colección RipMix&Burn, 2017).