EL RESEÑARIO / No. 207


 

Nuevos cronistas de Indias



Esteban Contreras Vázquez

 

Felipe Restrepo Pombo,
Crónica,
Dirección de Literatura/UNAM, México, 2016, 394 pp.



El colombiano Felipe Restrepo Pombo se ha dado a la tarea de antologar un conjun to de crónicas publicadas en los más reconocidos medios editoriales de América La tina (Gatopardo, Etiqueta Negra, El País, Letras Libres, SoHo, El Malpensante, National Geographic) en el volumen número 1 de Crónica, proyecto de la Dirección de Literatura de la UNAM, bajo el criterio de que un cronista haga la selección de lo que considere mejor y más representativo del periodismo narrativo. Desde el año 2003 hasta el 2015, cada una de las piezas de este libro da cuenta de la realidad política, económica, social y cultural del subcontinente americano. Es el caso del narcotráfico, los desastres naturales y la migración; sin embargo, no todo es denuncia social, ya que el lector encontrará relatos en que el asunto principal es la vitalidad del ámbito cultural: la literatura, la danza y los deportes.

Antes que nada, debemos dejar en claro la semejanza de este género tan fascinan te con el reportaje, el rey de los géneros periodísticos. Si bien hay quien ha considerado a ambos como parte de un mismo género —lo que hay de cierto es que la crónica y el reportaje son géneros híbridos—, esto es porque se valen de la documentación e indagación de todo tipo de fuentes, así como del uso de los recursos y técnicas literarias, mas se diferencian en que en el reportaje impera la necesidad de traer a colación el dato duro y certero, mientras que la crónica suele ser más lúdica en cuanto a la descripción y narración literarias. Como apunta Felipe Restrepo en el prólogo: “Acá la actualidad está narrada con la precisión de la literatura”, hecho que permite demostrar la riqueza descriptiva de cada situación que se propone develar, puesto que la crónica es la literatura de no ficción. Precisamente, algunos de los recursos que comparten las diecisiete crónicas de largo aliento del volumen son la descripción, la narración y el diálogo —propios de los textos literarios—. Así, la apuesta del antologador va encaminada a mostrarnos la variedad de estilos del periodismo de color de nuestros cronistas.

Mencionamos arriba que una de las temáticas es la del narcotráfico —pan de cada día de los medios de comunicación—. Es con los cronistas mexicanos con quienes esta problemática encuentra a sus mejores exponentes. Valoremos tres crónicas en las que vemos reproducida esa realidad y que nos demuestran el desinterés de las autoridades por resolver un problema que obviamente se les escapa de las manos.

En la primera, la que da inicio a la selección, “Carta desde La Laguna”, el mexicano Alejandro Almazán hace un recuento pormenorizado del origen y disputa entre el cártel de Sinaloa y el de los Zetas por el control de la zona metropolitana de La Laguna, en Torreón, Coahuila. Destaca la voz narrativa en segunda persona con que el autor busca ofrecer una sensación de extrañamiento al andar al paso a través del Cerro de la Cruz. Los testigos revelan el estado de descomposición de una población: “No te voy a mentir […] Bendito Dios, nos llegan uno o dos muertitos al día”, dice el encargado de una funeraria.

Mientras, en “La batalla de Ciudad Mier”, Diego Enrique Osorno, cofundador de la Agencia Bengala, reproduce la devastación de una ciudad fronteriza originada, en este caso, por el cártel del Golfo y el de los Zetas, y donde la sociedad civil lleva la peor parte: “Cadáveres tirados, harapos ensangrentados, esqueletos de camionetas calcinadas, miles de cartuchos percutidos y militares peinando la zona […]”. Osorno sabe que nuestros cronistas encuentran en estos sucesos una de las identidades enmascaradas de nuestro país, misma que es ocultada por sus gobiernos estatales y federal.

Leemos a la defeña Magali Tercero con “Culiacán, el lugar equivocado: vida cotidiana y narcotráfico”. Sórdido retrato del estado en que se encuentra la ciudad cuna del narcotráfico. Puntualiza los hechos a partir de su propio yo, introduciéndose en las calles y lugares frecuentados por el narco. Su punto de vista se centra en la coincidencia de la gente en una frase: “Preferible vivir un día como rey que toda la vida como buey.” Surgen los testimonios de las mujeres que han perdido a sus hijos y de las organizaciones sociales que han sido amenazadas por pretender buscar a sus familiares.

Por otra parte, están las crónicas que se ocupan de las vicisitudes de la vida de ciertos sujetos. Los periodistas se proponen contar la historia de los personajes a quienes por ventura les tocó un destino increíble o trágico o injusto. En esta tónica se ubica el informe que hace Martín Caparrós (acaso el periodista más importante de Argentina): “Víctor Hugo Saldaño. La muerte lenta”, donde da a conocer la entrevista que hizo al recluso del pasillo de la muerte, Víctor Saldaño, en una cárcel texana. Retrospectiva del argentino que ha sido condenado a muerte con inyección letal y que permanece al día de hoy en espera de su ejecución. Puesta en perspectiva del sentimiento de impotencia al saber que nada depende de uno mismo.

En cuanto a “Historia de un homicidio cualquiera”, somos testigos del paradero último del cadáver de “El Flaco” en una sala del Instituto Nacional de Medicina Legal de Bogotá. Indagatoria de la muerte supuesta a un ajuste de cuentas. Su autor, Andrés Felipe Solano, describirá la repugnancia que le provoca ser partícipe de la autopsia practicada y nos llevará a reflexionar sobre la ardua labor de los médicos forenses.

En “La maravillosa vida breve de Marcos Abraham” —eco cercano de Relato de un náufrago, de García Márquez—, nos enteramos del viaje que realizó como polizón un dominicano que, en su intento por escapar de su patria hacia Estados Unidos, sin quererlo llegó a Argentina. La apuesta de su narradora, la argentina Josefina Licitra, es narrar y dar lugar al testimonio de un hombre sencillo que como muchos busca el sueño americano.

Llegamos hasta Perú y leeremos una noticia que dio la vuelta al mundo, el caso de “El ruso que no volvió de Machu Picchu”. Sergio Vilela Galván, peruano, registra paso a paso el trabajo reporteril y la ejecución del perfil exacto de un hombre que por causas misteriosas fue carbonizado por un rayo. En la nota se encuentra detallada la razón de su suerte.

El tercer subconjunto que descubro es el de las crónicas de índole cultural. Sobresale “Buscando a Nicanor”, que recrea la entrevista al declarado antipoeta Nicanor Parra. Leila Guerriero, argentina, organiza el perfil del hombre que “cambió la poesía para siempre”. Describe a Nicanor en su hogar mientras toma el té y cuenta desinhibido la ocasión en que cobró treinta mil dólares por treinta segundos de publicidad sólo “porque es cool”.

Por lo pronto, en la crónica “Tango” el interés está puesto en el renovado brío que comenzó a tener esta expresión artística, quintaesencia de Buenos Aires, a finales de 2003, y el surgimiento de las sesiones de tango después de un periodo de crisis. Describe la jornada de dos bailarines, Alicia Mont y Carlos Copello, al ofrecer clases de tango en la plaza de un centro comercial. Su autora, la mexicana Alma Guillermoprieto, nos brinda la imagen completa del incitante baile argentino con la calidad de unas cuantas líneas.

Tenemos la crónica que lleva por título “100 maneras de perder una carrera”. La curiosidad llevó a la mexicana Marcela Turatti a entrevistar a uno de los corredores más resistentes del mundo, el rarámuri Cirildo Chacarito, en las inmediaciones de la Sierra Tarahumara. Es un conmovedor relato sobre la osadía del indígena que destacó al ganar el ultramaratón californiano de ciento sesenta kilómetros en 1997.

Finalmente, la última obra que destaco corresponde al prolífico escritor mexicano Juan Villoro: “Las piedras no son de este mundo”. La voz quebrada de quien se sabe en medio del “umbral entre la vida y la muerte”. Experiencia como brigadista en la tragedia provocada por el temblor de 1985. Sentido crítico y certero del narrador magistral al pormenorizar, a través de la descripción y el símil, su testimonio: “[…] encontramos edificios que seguían en pie pero habían perdido las paredes, desde la calle era posible ver las cocinas, la ropa en los clósets y los muebles, como si se tratara de casas de muñecas”.

En fin, qué más decir del rigor de un oficio como el que ejecuta el cronista, obligado a demostrar la veracidad de los hechos a partir de la subjetividad de su prosa. La seducción de la narración es la que nos motiva y persuade para ejecutar los procesos de reflexión crítica de la realidad. Aquí la invitación a todo aquel que guste de leer el resto del libro, seguro quedará impactado.




Esteban Contreras Vázquez (Teotihuacán, Estado de México, 1992). Es estudiante de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado reseñas en la Revista de la Universidad de México.