Un Madrid de la mente / No. 206
 
Madrid, 1986





Mutaciones poéticas


En mi familia no hay poetas.

Pero mi abuelo Gregorio,
cuando regaba el huerto en Belinchón,
se quedó tantas tardes
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe.
El agua
es
la mujer.

No, en mi familia no hay poetas.

Pero una vez, muy niña, encontré cáscaras
de huevo azul
a los pies del almendruco.
Se las mostré a mi padre y mi padre, silencioso,
me enseñó a hacerles un nido
con ramaje;
y me enseñó por qué: hay pedazos de vida
que son
sueños enteros.

En mi familia, os digo, no hay poetas.

Pero cuando mi bisabuela
Asunción
contempló por vez primera el mar
—la primera y la única—,
me cuentan que se quedó muy seria, muy callada,
durante un ancho rato, hasta que dijo:
Gracias
por
los ojos.

No sé de dónde salgo. En mi familia
no hay poetas
malos.

(de Wendy)




Línea 6

Todo lo que merece algo la pena
es circular. Tus pupilas.
Los neumáticos de aquel Seat Ibiza que tuve,
ya sabes: tus pupilas y las aceitunas
y aquella tarde en Ávila con Santa Teresa.
Cuando volví a encontrarte,
llevabas un anillo en el dedo meñique.
Me dejaste probármelo. Yo estaba mareada.
Gilipollas. Todo lo que hemos sido,
la forma en que estuvimos una junto a la otra,
nuestro amor, todo y nada, es circular.
El recuerdo. La samba. Carteles
de Se Alquila por la glorieta de Bilbao.
Todo lo que te quise.
La línea seis del metro. Estas ganas de hablarte.
La espera: circular.

(de Detener la primavera)




Me arrugaron los mapas

Si alguien me ve pasar, que me lo diga.
Yo no sé a dónde voy, con qué piernas salí
esta mañana de mi casa,
ni qué casa.
De las velas sopladas crecieron muy temprano
los insectos, yo vi soles en miniatura tatuados en sus
alas.
Tomaron el control de mis zapatos,
mi sexo,
los lunares que fui capaz de amar cuando era virgen.

Me arrugaron los mapas. Ahora
debo andar por el mundo en hueso vivo,
como alma que se llevara un ángel
colocado de crack.
Si alguien me ve llorar, NO
me lo diga.



Lost generation

Era un mundo sin protección solar.

Los sueños, las inmensas
antenas parabólicas sobre los tejados,
monos azules
tendidos en patios interiores: mapamundis
proféticos tras las manchas de aceite.
No teníamos miedo.
Fuimos a escuelas donde los maestros
habían llevado luto por nosotros,
que estábamos llamados a heredar
la transparencia.
Dicen que a la salida alguien nos daba
caramelos con droga.
Yo nunca tuve dudas. Era nuestro destino:
ser una nueva raza de gigantes,
hombres libres, mujeres que haríamos
el trabajo de cien hombres.

¿Cómo no ser valientes? Pasábamos
agosto con abuelos
que habían sudado todo el frío del país.
Fumaban y tosían
y aflojaban bombillas porque la luz
no es gratis, no. También tuvimos padres,
una nación sonámbula de padres
que venían del sur.
Por la noche, volvían tarde a casa
y exclamaban: “¡Señor,
ya me sacas al menos dos cabezas!”

Éramos los mayores.
Crecimos un centímetro diario y
estrenamos mallas, ternura primogénita,
zapatillas Paredes
que atravesaban yonquis en la noche
para aprender francés.
Duendes únicos. Magos
de la calcomanía. Todo se nos quedó
pesquero tan deprisa:
el Colacao, los paraísos para mascotas
olímpicas, los cromos,
la fe de nuestra primera comunión.

Cuando al fin llegó el metro a nuestro barrio,
fue demasiado tarde.

Ya estaba preparado el plan de fuga.

(de La soledad criolla)




Amoramor

La palabra AMOR no está registrada en el diccionario. La que se muestra a
continuación tiene formas con una escritura cercana.


Aquella tarde descubrimos que el DRAE no recoge el AMOR como lo buscábamos y queríamos: con mayúsculas. Propone a cambio, por si cuela, una mustia imitación en minúsculas. Bisutería. Seguimos leyendo, curiosos, a ver de qué estaba hecho el académico sucedáneo:

amor.

(Del lat. amor, –ōris).

1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
¿¡Insuficiencia!? ¿¡Necesitar!? No. Lo que nosotros pedíamos era un amor de naranjas enteras. Un amor anacondo. Un AMORAMOR.

¡Al infierno los diccionarios!

Provisionalmente, para no dar la tarde por perdida, de entre todas las demás acepciones de mercadillo que nos regateaba la RAE, terminamos merendándonos la octava:

8. m. p. us. Apetito sexual de los animales.
Después nos marchamos al zoológico.

A abrir la jaula de los elefantes.

(de Wendy)

 

 
 



Martha Asunción Alonso es autora de los libros Cronología verde de un otoño (Universidad Complutense de Madrid, 2009), Crisálida (Alhulia, 2010), Detener la primavera (Hiperión, 2011), La soledad criolla (Rialp, 2013) y Wendy (Pre-Textos, 2015).