EL RESEÑARIO / No. 205


 

Sobre La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún



Luis Paniagua

 

La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún
Fabián Casas
Seix Barral
México, 2016



Con un título como La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún, Fabián Casas pareciera colocarnos frente a una contradicción. Por una parte, el primer componente del título, “La supremacía Tolstoi”, nos da la idea de grandiosidad, casi de —diríamos— inabarcabilidad; por la otra, la segunda sección nos habla de “otros ensayos al tuntún”, esto es, de otros textos “generalmente breves” y “sin cálculo ni reflexión”. Entonces, ¿puede un “grado supremo de existencia” de un clásico de la literatura (en este caso Tolstoi) permitir una mirada al sesgo, sin la ardua penetración de lo sistemático? ¿Cabe la posibilidad de intentar abarcar una obra colosal (casi omnipresente, no sólo en las letras rusas), de engullir —aunque sea— un leve pedazo de su carne, renovada y renovadora, a través de ensayos al desgaire, sin un aparente aparato ortopédico que ofrezca la rigidez de la dentadura académica para masticarlo? Y llevando esta analogía con la manducación un poco más allá, ¿puede atacarse un corte finísimo con cubiertos de plástico?

“Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme La guerra y la paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia”, bromea Woody Allen. Posiblemente, ésa sería la imagen mental que podría arrojarnos esta aparente disparidad de orbes que propone La supremacía… puesto que, alejados de un acercamiento sistemático (oxímoron incluido), podríamos alcanzar sólo vagas imágenes del mastodonte que tenemos enfrente; aunque luego afirma el propio Casas que “las grandes novelas de Tolstoi […] no terminan, se detienen. Y no se puede hacer con ellas una lectura de superficie, hay que ponerse el traje de buzo y bajar a las profundidades. Es una experiencia riesgosa y contundente, de la cual emergemos a la superficie con algo ya casi en extinción como la experiencia”. Con una especie de tanque de oxígeno retórico entonces respiramos: “acá se trata de dar cuenta de mis investigaciones sobre Tolstoi y recomendar enfáticamente su lectura. Nada más”.

Superada, pues, esa aparente contradicción que propone el título La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún, podemos avanzar hacia sus páginas. Si bien el ensayo más extenso de todo el volumen es el homónimo del libro (ya dijimos, con Casas, que no se pueden leer las grandes obras de modo superficial), el acercamiento a este hito literario se lleva a cabo a través de una prosa libre de academicismo y sopor: es una excursión más que por parajes tolstoianos, por los paisajes mentales, vitales, morales, existenciales, etcétera, que el autor erige en cada uno de los lectores; es un acercamiento a la vida y la obra de Tolstoi con el único fin de compartir el goce de su lectura. Ya en páginas anteriores, el bonaerense intentaba decirnos eso mismo: “una buena biografía debería dejar en el lector una duda incrustada en su ser. Una duda que sólo se salda yendo a los libros del biografiado”.

Hay en La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún un ánimo misceláneo y despreocupado, como lo indica en la segunda cláusula de su título. En este sentido, me parece que, idealmente, Fabián Casas se encuentra muy cerca de los ensayistas paseantes de la lengua inglesa, y, en concreto, del “salto en la oscuridad” de Chesterton; no sólo por el desenfado —y familiaridad— con el que se conduce a través de la página hablándole a un lector de a pie, que uno imagina acompañándolo en su recorrido por variopintos paisajes, superficies, espacios; sino también por la disparidad de los temas abordados y la disposición que de ellos hace en el volumen: la crónica de un partido de futbol y la belleza en que se resuelve; la reflexión sobre el género biográfico y el individuo que se transforma en un alegato sobre la vida y la memoria; inquisiciones sobre la desaparición de la vida de los terrenos del arte moderno; la amistad; las relaciones familiares; la literatura en general.

Hay una canción popular a la que siempre me remite el título de este libro. Habla de un paso de baile nuevo y desconocido, original. Un sello distintivo. También vienen a mi memoria los años en que fui estudiante universitario. Había un compañero que tenía una manera peculiar de caminar y por ello era conocido con el nombre de la canción a la que nos referimos: “Pasito tuntún”.

Muchos años antes de eso, mis padres nos contaban, a mis hermanos y a mí, cómo se reconocían las personas que habitaban el pueblo de Guanajuato del que somos originarios, en los tiempos en que aún no había llegado la luz eléctrica y no había luna: por la manera de caminar, por la cadencia o contundencia de los pasos, por el ritmo particular del caminante sobre el suelo empedrado.

Aunque sé que el “tuntún” en los ensayos de Casas hace referencia al desgaire y desenfado con el que se facturaron, me gusta pensar que también, volviendo a la tipología ensayística, el tuntún del argentino tiene que ver con su paso a través del discurso: su marca de originalidad, su peculiaridad bipedística: sabemos que es Casas el que recorre, y nos invita a recorrer, la pampa de la página.

He dicho más de una vez que, como afirma el propio autor de estos ensayos, a las cumbres literarias no se las puede escalar equipado para un picnic. Pero también es cierto que La supremacía… no se interesa en descifrar y agotar la obra del ruso. Es ahí donde se siente mejor la presencia del argentino, y sus motivaciones son claras: no es propiamente el análisis escrupuloso de la obra de Tolstoi lo que le interesa, sino lo que todo gran autor abre en su lector: la revelación de lo otro. He ahí, pues, el tuntún de Casas, su paseo original: en las letras del conde de Yasnaya Poliana se cifran todas las posibilidades de la literatura, todo lo que ésta puede causar en el lector ya está prefigurado en su escritura. Por tal motivo, la aparente contradicción de términos que se esconde en La supremacía… se disipa. El ensayo que da título al volumen habla de la eficacia de la gran literatura para despertar en el receptor la conciencia de la otredad y su inherente sentido del exterior. “La verdadera literatura es para aprender a estar con la gente, para mezclarse con todos” nos dice Fabián Casas.

Considero que el autor de La supremacía… elige el título del ensayo sobre Tolstoi para que encabece el volumen por una razón sencilla: es el texto más literario —podría decirse—, pero para el autor la literatura —como el arte— “trata sobre la vida”; es a través de la literatura que Casas decide hablar de la vida, de su vida, y así podemos tener acceso, nosotros lectores, a episodios de su existencia en el mundo tamizados por la finísima trama de las letras: la belleza que puede ofrecer la concurrencia a un partido de futbol acompañado del padre; la recurrencia de la figura materna (que tiene un gran peso en la obra del autor); la figura tutelar —casi totémica— de su padrino Bruno, existente desde siempre en su vida y en su casa; estampas de astros de la música o figuras del deporte; y la amistad (otro de los temas más abordados y caros al autor). “La solarística”, por ejemplo, es una apología a esta relación de nobleza que se da en los seres humanos: “la amistad es una defensa contra la hostilidad del mundo”.

A mi modo de ver, todo buen libro de ensayos debe cumplir un precepto que nació con el género: el autor debe ser él mismo “la materia” de su libro. Sin duda lo anterior se cumple en La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún.




Luis Paniagua (San Pablo Pejo, Guanajuato, 1979) se crió y formó en el Estado de México. Su trabajo literario ha sido incluido en algunas publicaciones nacionales y extranjeras. Es autor de los libros Los pasos del visitante (Ediciones de Punto de Partida-UNAM, 2006) y Maverick 71 (Literal Publishing, 2013). Fue becario del Fonca y actualmente lo es, por tercera ocasión, del Focaem. Poemas suyos han sido traducidos al inglés y al portugués.