EL RESEÑARIO / No. 203


 

Apostilla en blanco y negro



Christian Barragán

 

Mudanza de flores y cristales
Agustín Gonzále
Casa del Lago, México, 2014


Durante la primavera de 2014, la Casa del Lago albergó temporalmente la exhibición Mudanza de flores y cristales, del artista Agustín González (Ciudad de México, 1978). Compuesto por una serie de treinta pinturas sobre papel en una escala que recuerda los carteles de fines del xix (una cita al trabajo litográfico de Toulouse-Lautrec). Este proyecto, presentado bajo el formato de un salón, devino a su vez en una carpeta gráfica conformada por cinco obras realizadas de manera clásica dentro de esta tradición milenaria (aguafuerte, aguatinta y punta seca). En ambas ocasiones, Agustín Gónzalez entreveró en su discurso múltiples lazos entre el pasado y el presente de la historia del arte, y aun de la literatura: la ilustración y la prensa mecánica, el óleo y la usanza del comisariado, la bohemia y el decadentismo típico de entre siglos, con sus legiones de poetas malditos y pintores miserables, hordas de seres fantásticos y maltrechos: Soutine y Villon, oscuramente gemelos; Lorca y Clemente Orozco, elegías perfiladas en blanco y negro, y naturalmente, los talleres gráficos y sus ediciones coleccionables (remembranza de aquella producida en sellos editoriales históricos, como el de Fernand Mourlot [París, 1895-1988], donde se editaron a artistas como Kandinsky, Klee, Matisse, Picasso, Braque, Léger y Miró, o de la Galería Maeght [Cannes, 1936] en la cual publicaron su trabajo Tàpies, Chillida, Chagall, Calder, Giacometti y Alechinsky, entre muchos otros; pero también de la continuidad de esta práctica en México, de la fundacional Academia de San Carlos a la imprenta de don Antonio Vanegas Arroyo y su colaboración con José Guadalupe Posada [Penitenciaria no. 27, 1888-1913], o desde espacios contemporáneos consolidados, como el Taller Gráfica Bordes [Guadalajara-Ciudad de México, 1983], en el cual González elaboró Mudanza…, hasta iniciativas emergentes como La Trampa Gráfica Contemporánea [Ciudad de México, 2009], en las que jóvenes artistas y maestros impresores como Ernesto Alva, César López y Rubén Morales Lara han comenzado a configurar un nuevo horizonte gráfico).

Sin embargo, este ejercicio sincrónico y multisemántico, diorama de épocas y personajes, de símbolos y palabras, no detenta como propósito la erudición sistemática ni el serialismo estático de gran parte del arte vigente. En Agustín González, el acto pictórico y gráfico sucede de forma orgánica, en cuanto hay en ello de azar y voluntad inciertos (al respecto, es significativa su pentalogía de aguatintas intitulada La piedra y el cometa, 2008; es decir: la conjugación de lo inmóvil con lo raudo, tropo que en el arte se traduce en un claroscuro que va de una mancha pétrea o una trama informe, a la incisiva y tenaz línea que se despliega). Y es precisamente ahí, en el dibujo, en ese ondulante, esquivo y demorado curso de trazos breves, zigzagueantes, y formas sólidas, donde reside la materia prima de su lenguaje estético y, en consecuencia, el fundamento de toda su obra, sea ésta resuelta posteriormente sobre una tela o una plancha metálica.

Con tal urdimbre de imágenes y voces, Agustín González ha configurado, particularmente en las dos caras de Mudanza de flores y cristales, una fantasmagoría sobre “el reino del sueño de la muerte”. Una galería espectral que haya en el verso anterior de T. S. Eliot una clave para aproximarse a su accidentada narrativa. Estela inquietante donde observamos repetidas veces las figuras de hombres (aún transmutados en simio, caballo, conejo o aves) en callado suspenso, los precipitados avances de trenes, embarcaciones, aviones y ballenas, las promesas de partida o del regreso manifiesto en un muelle desolado, en una montaña solitaria o en una pileta vacía (que al igual que el iglú es un cuenco, pero invertido), el contraste entre el mar oscurecido (semejante a una entrada ciega y un camino atravesando la noche) y el fulgor incandescente de una flor o de un faro ferroviario acompañados por el estallido de innumerables cristales en el aire. Y en fin, una baraja de insistentes instantes que hablan de los restos de una vida y una historia, montaña de huesos y palabras rotas coronada por la redondez efímera de un cráneo, mas con el dibujo perpetuo de una “sonrisa bastarda”.

Ahí el galope suspendido de un caballo sin jinete, en desesperada huida, o desolados paisajes, yertos de nombres, quizá una sombra o despojos a la deriva; jirones de frases insertadas entre los trazos del dibujo, palabras sueltas, dislocadas de su discurso, extraviadas entre manchas, títulos y formas: “Se te olvida que me quieres a pesar de lo que dicen”, “puente”, “el mar”, “el olvido”, “orfandad”, “esto está”, “escucha”, “tú me acostumbraste a todas esas cosas”, “adentro”, “rostro”, “navíos”, “el pasado”, “el futuro”, “distancia”, “tu voz”, “tu partida”, “las derrotas”, “las cosas no dichas”, “tu cama”, “el deseo”, “tu cansancio”, “afuera”, “destino”, “héroe”, “debut y despedida”, “mudo”, “no aterrice”, “estrella”, “no aterrice nunca”, “hora de”, “la piedra y el cometa”, “mudanza”, “montaña inalterable”. Dibujo-escritura de sintaxis barroca y sombría semántica. Constelación incierta, tan próxima a la canción que Federico García Lorca le dedicó a un jinete: “En la luna negra / de los bandoleros / cantan las espuelas. / Caballito negro, / ¿dónde llevas tu jinete muerto? / Las duras espuelas / del caballo inmóvil / que perdió las riendas. / Caballito frío / ¡qué perfume de flor de cuchillo!” Obsesivo rodeo de oscuras resonancias, en irregular simetría: “Caballito negro / ¿dónde llevas tu jinete muerto? / La noche espolea / sus negros ijares / clavándose estrellas.”

A través de este vertiginoso cauce surge en Agustín González la construcción incesante de planos en los cuales es imposible rastrear el principio y final de cada obra: un palimpsesto acentuado por la zozobra. Una bitácora contingente y obsesiva de recuerdos, sueños y eventos acaecidos a partir de esa amarga y apagada mudanza hacia la muerte. Nuevamente Lorca: “Porque montaba a caballo / y el caballo iba a tu puerta / con alfileres de plata / mi sangre se puso negra / y el sueño me fue llenando / las carnes de mala hierba…” Así, cada pintura o estampa sobreviene empecinada colisión de una memoria fracturada, herida por tanta sombra. Ante el encuentro de La tierra baldía, Seamus Heany dijo: “Lo que sucedió al interior de mi piel de lector fue el equivalente de lo que sucede en un cuerpo cálido y bien envuelto cuando un frío se insinúa en sus tobillos.” De alguna manera, al enfrentarse a la obra gráfica y pictórica de González se percibe ese agudo y fugaz estremecimiento. Aquí el fragmento de Eliot que contiene ese umbrío estruendo:

Ojos que no me atrevo a ver en sueños
en el reino del sueño de la muerte
ojos que no aparecen:
allí, los ojos son
la luz del sol en una columna truncada
allí, hay un árbol meciéndose
y suenan voces
en el cantar del viento
más distantes y más solemnes
que una estrella marchita.

De ahí, de una tierra baldía, con voces distantes, entre sueños y columnas rotas, proviene el lenguaje de Agustín González, la voz que en su obra gráfica y pictórica asemeja una cinta de Moebius desde la cual se nombra la precariedad de la existencia humana, su fragilidad, el azoro y su inevitable tránsito. Y dado que toda creación es también una traducción (otra vez pliegue), la suya es definitivamente inacabada, por for-tuna. Y como un poema, es tan sólo la línea infatigable de puntos sucesivos que esboza numerosas imágenes del mundo, de su extrañeza y su misterio, reveladoras en cuanto esconden y callan: acaso, como un oscuro relámpago en los llanos del silencio.




Christian Barragán (Ciudad de México, 1985). Es curador independiente y coleccionista de arte. En 2009 fundó BaCO Ediciones, proyecto gráfico de arte contemporáneo. Ha organizado exposiciones en espacios independientes, galerías e instituciones como La Trampa Gráfica Contemporánea, Atea, Arróniz Arte Contemporáneo, Drexel, Sismo Galería, Polyforum Siqueiros, Centro Cultural Border, Galería Libertad, Museo de Arte Carrillo Gil, Museo Nacional de la Estampa, Museo de Arte de Sonora, Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán, Facultad de Artes y Diseño (unam), Embajada de México en Berlín (sre), entre otros. Textos suyos se han publicado en las revistas Tierra Adentro, Luvina, Crítica, Metapolítica, Punto de partida, Periódico de Poesía, Alforja, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, La Jornada Semanal, El Imparcial, Arte al Día México, Círculo de Poesía, Gas.tv, Mula Blanca y Nota al Pie. Fue integrante del consejo de redacción de las revistas literarias Literal y Viento en Vela, así como del Comité Lector de ibby-México. En 2008 recibió el III Premio Nacional de Poesía Joven Gutierre de Cetina (Puebla), en 2014 realizó la curaduría de Fractal: Encuentro de Arte y Diseño (Festival Internacional de las Culturas del Caribe, Cancún) y durante el año 2015 fue coordinador de la galería Diagrama. En la actualidad se desempeña como profesor de arte.