Editorial / No. 203


Aunque Francis Bacon opinara, a propósito de la paternidad de Montaigne sobre el ensayo como género literario, que “la palabra es nueva pero la cosa es vieja”, la historia de la literatura reconoce al escritor francés como el creador del género, ese que Bioy Casares liga a “la sombra del autor mezclándose con el tema”. Es, entonces, esa subjetividad la que hace único al ensayo: el Yo que recorre la narración y da, inevitablemente, su punto de vista. En México, sin soslayar la influencia de clásicos como Alfonso Reyes y Julio Torri, es de destacar el impulso al género dado desde la industria editorial independiente, en específico, por el catálogo de Tumbona Ediciones, de los escritores Vivian Abenshushan y Luigi Amara, quizás los antecedentes más inmediatos de la generación de ensayistas que hoy ocupa estas páginas.

Así, presentamos un dossier con obra de nueve autores nacidos entre 1985 y 1995 en México, casi todos formados en esta Universidad Nacional. Nueve escritores con motivos y estilos muy distintos, pero que, en algunos casos, comparten temas: Aurelio Meza aprovecha su estancia en un departamento comunitario en Quebec y lo toma como laboratorio para reflexionar sobre dinámicas sociales de convivencia, en una situación de tránsito que para él representa “una alegoría de la vida urbana”. Desde otro ángulo, y no sin humor, Laura Sofía Rivero hace lo propio al desgranar las relaciones de intrusión e interdependencia entre vecinos, a quienes describe como “una de las peores especies creadas por las sociedades humanas”.

Mariana Oliver se cuestiona sobre los procesos de borramiento de la memoria tras hechos traumáticos en la historia de la humanidad y usa como metáfora a la Altstadt, el centro de Dresden bombardeado hasta su destrucción en la Segunda Guerra Mundial y reconstruido como copia fiel del original; y Aldo Rosales parte de su afición a un videojuego de carácter postapocalíptico para hablar sobre los bienes, materiales o no, indispensables para un viaje sin regreso: el “kit del viajero” como ancla de la memoria. Jazmina Barrera recurre a la propia memoria —las cajas de música que ha atesorado a lo largo de su vida— e imbrica sus recuerdos, a manera de viñetas, con la anécdota de “Los muertos” y la presencia de la música en el cuento de Joyce; mientras que Joaquín de la Torre ensaya sobre el amor y la demostración del mismo mediante el regalo de música, desde la práctica ochentera de grabar un casete cuidadosamente, hasta la actual elaboración de playlists que cumplen la misma función.

Diego Casas Fernández y Saúl Sánchez Lovera parten del propio cuerpo y sus “anomalías” para reflexionar, el primero, sobre el ejercicio de la sexualidad impuesto desde la pornografía heterosexual, caracterizada por el sometimiento de la figura femenina; el segundo, sobre las funciones del sexo casual como acto de liberación, como válvula de escape ante el estrés citadino. Por su parte, Eduardo Cerdán aborda, desde su identificación adolescente con un personaje de Chéjov y su entonces condición de “paria” entre sus pares, las masculinidades y los roles de género en un cierto sector de la sociedad de la Ciudad de México.

Este número incluye también los textos ganadores en el concurso La Crónica como Antídoto, convocado por CCU Tlatelolco, Fomento Editorial UNAM y Literatura UNAM. En ambos casos, se trata de crónicas urbanas acerca de espacios donde conviven pueblos tradicionales y nuevos vecindarios: Azcapotzalco y Xoco, en la Ciudad de México; y en el Reseñario, el texto premiado en el Concurso de Reseña Teatral Criticón Teatro UNAM, así como dos recomendaciones literarias a sendos libros de Gisela Geffes y Josu Landa.

Por último, y no menos importante, quiero agradecer al escritor Enrique Serna, quien de manera generosa nos comparte un ensayo que fue publicado como prólogo a la edición alemana de sus Amores de segunda mano y que abre este numero en la sección Del Árbol Genealógico; de igual manera, agradecemos encarecidamente al artista visual Agustín González, por el importante cuerpo de obra gráfica que discurre en estas páginas a manera de discurso paralelo, y al escritor, curador y coleccionista Christian Barragán, quien además de haber realizado la curaduría de esta muestra, escribe también una reseña sobre la obra de González que completa las páginas de nuestro Reseñario.

Carmina Estrada