EDITORIAL / No. 196


Punto de partida dedica este número a la nueva narrativa del estado de Chiapas en una muestra compilada y prologada por Claudia Morales y Fernando Trejo, quienes seleccionaron también al escritor que ocupa la sección Del Árbol Genealógico: Héctor Cortés Mandujano, importante referente para la generación antologada no sólo por su destacada obra, sino por el énfasis que ha puesto en la formación de jóvenes escritores en el estado. Cortés Mandujano comparte, generosamente, un fragmento de novela inédito, una pieza notable que podría tomarse incluso por un cuento.

Esta selección presenta a trece autores nacidos entre 1978 y 1994, y a decir de los antólogos, no pretende ser un panorama de la literatura actual de su estado, sino una “aproximación a la peculiar obra de los escritores chiapanecos”. Recordemos que Chiapas, quizás por su ubicación en la frontera sur, por la colindancia con Centroamérica o por el aislamiento del poder central, ha conservado características particulares que lo distinguen del resto del país, y comparte con Oaxaca la mayor diversidad cultural de México.

Así, diversa, es la muestra de voces reunida en estas páginas, tanto en forma como en intenciones e hibridación de géneros. Por un lado, el tono introspectivo del relato de Nadia Villafuerte, enigmático texto que diluye sus fronteras entre la crónica, el ensayo y la ficción. Por otro, el preciso retrato de personajes y situaciones de Miguel Martínez Jiménez en sus dos cuentos. O la prosa vertiginosa con tintes surrealistas de Marco Antonio Morova.

Están también presentes las referencias bíblicas, como en el caso de la reinterpretación —no sin humor— del origen del mundo a cargo de Ornán Gómez, o en la alusión más velada de Mario Alberto Bautista en un texto híbrido que bien podría leerse también como un poema en prosa, o en el delirio del personaje en el cuento breve de Alejandra Muñoz.

Varios de los textos incluidos en este dossier abordan desde distintos flancos temas comunes: la violencia —como consecuencia inevitable y única salida posible para los personajes, en los cuentos de Mikel Ruiz (publicado en tsotsil y español) y de Daniel Durán Ruiz; como hecho cotidiano y aceptado en la pieza de Marcelino Champo—; la soledad, tratada de manera contrastante por Cynthia Paola de los Santos, que lleva a su personaje al suicidio, y por Óscar Gordillo, quien más bien dibuja en su cuento una oda a la ausencia. O esa otra soledad, la compartida, presente en la tensión entre los personajes de Jorge Zúñiga y de Victoria Sáenz.

El número incluye también un compendio de obra gráfica de tres artistas visuales de la misma generación antologada: Astrid Breiter, Fabricio Molina y Dinora Palma, cuyas imágenes —algunas en escala de grises, otras transferidas a partir de originales en color— transitan y dialogan entre sí y con los textos en un conjunto que se integra con el contenido literario. A ellos, a los autores y a los compiladores, debemos esta muestra de una narrativa que aporta al lector elementos clave para pensar un tema sugerido por Claudia Morales y Fernando Trejo en su presentación: ¿qué significa escribir en Chiapas?

 

 

Carmina Estrada